La lucha contra los despidos en la multinacional GKN en Italia

“Insorgiamo” (Levantémonos) ha sido el lema de l@s trabajador@s de la multinacional GKN durante meses de lucha y el que encabezaba su marcha el pasado 18 de septiembre en Florencia, acompañad@s profusamente por 40.000 personas de organizaciones políticas, luchas obreras como la de Whirlpool y y colectivos sindicales de base, lema que evoca la necesidad de una rebelión obrera».


El 9 de julio, los trabajadores de GKN recibieron por correo electrónico la noticia del cierre de toda la fábrica.

GKN es una fábrica que cuenta con 422 trabajadores, principalmente hombres. Hay unos 500, si se incluyen las empresas contratadas para servicios indirectos como comedores y limpieza. GKN, que formó parte del grupo Fiat hace varias décadas, produce ejes para el sector del automóvil, todavía en gran parte para FCA [Fiat Chrysler Automobiles, antes Fiat y ahora Stellantis, como resultado de la fusión del grupo PSA y FCA].

La fábrica está situada en Campi Bisenzio, en la provincia de Florencia. Hace unos años fue comprada por un fondo de inversión especulativo británico, Melrose. No es una fábrica en crisis, al contrario, ocupa una posición de vanguardia, produciendo ejes para Ferrari, con un nivel de tecnología y calidad muy elevado. Un aparato de producción en el que, hasta un minuto antes de anunciar su cierre, la empresa había invertido, incluso con subvenciones públicas asignadas durante años por los gobiernos sucesivos.

Se trata entonces de una fábrica hiperproductiva, nueva, que no está en crisis, que hasta ayer recibía fondos públicos y de un día para otro anunció el cierre por correo electrónico, sin otra razón que la de desplazar la producción para especular en otro sitio. En realidad, una historia como muchas otras. Pero esta vez hubo un estallido que se convirtió en el conflicto sindical más importante del país y en un signo de redención para todo el mundo del trabajo, dormido tras décadas de derrota, resignación y moderación sindical.

La historia sindical de GKN -cuyos trabajadores son en su mayoría miembros de la Fiom (Federazione Impiegati Operai Metallurgici) e históricamente vinculados a la corriente interna más combativa (RiconquistiamoTutto) de la CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro)- siempre ha sido radical y ejemplar. Es el resultado de años de negociación para obtener conquistas en la empresa, de coherencia política y, sobre todo, de una meticulosa construcción de relaciones de fuerza, dentro y fuera de la fábrica. Una historia sindical en la que «hacemos lo que decimos y decimos lo que somos capaces de hacer». A lo largo de los años, negociaron mejores condiciones, recuperando en la fábrica gran parte de aquello que los sindicatos habían abandonado a nivel nacional (como la protección del artículo 18 frente a los despidos individuales), al tiempo que han conseguido oponerse a los aspectos más abyectos del convenio nacional de la siderurgia de 2016 (flexibilidad y horas extras, variabilidad de primas, seguro de enfermedad…)

Cuando la empresa anunció súbitamente el cierre el 9 de julio, la reacción fue inmediata: los trabajadores ocuparon la fábrica y organizaron piquetes permanentes frente a las puertas de la misma. Desde el principio, el actor principal de la lucha fue el Collettivo de Fábricca. Se trata de un órgano que existe desde hace algunos años en GKN (otra conquista de los trabajadores en esta empresa), compuesto por delegados de fábrica, normalmente reconocidos por los convenios sindicales nacionales, más un grupo de trabajadores elegidos que representan a cada departamento de producción y están en contacto directo con los trabajadores, independientemente del sindicato al que pertenezcan (que, en cualquier caso, es en gran medida la Fiom CGIL)

La legislación italiana prevé un procedimiento especial (Ley 223) en el caso de despidos colectivos, en el que la empresa y el sindicato deben esforzarse por llegar a un acuerdo antes de que los despidos sean definitivos. Los trabajadores de GKN sabían que tenían 75 días, hasta el 23 de septiembre, para doblegar a un fondo financiero inglés que ni siquiera tuvo el coraje de mirarlos a la cara cuando anunció abruptamente el cierre de la planta.

En lugar de resignarse, invitaron a todos los que ya están cansados de ser explotados, precarizados y despedidos a unirse a esta lucha, tras el lema #insorgiamo (Levantémonos), tomado de la resistencia antifascista en Florencia durante la guerra.

Inmediatamente, la «guarnición» se llenó de gente solidaria. La fábrica fue literalmente abrazada por todo el territorio y alrededores. Se formó un comité local de apoyo a la lucha, compuesto principalmente por otros trabajadores y activistas solidarios. Casi inmediatamente se constituyó también una coordinación de mujeres, en la que las esposas, las compañeras y las trabajadoras de la cantina y la limpieza desempeñaron un papel importante en la construcción y el mantenimiento de la lucha. El alcalde de Campi Bisenzio los apoyó desde el principio, emitiendo inmediatamente una orden que impedía que los camiones se acercaran a la fábrica para intentar vaciarla. La Fiom [Federazione Impiegati Operai Metallurgici], junto con el Colectivo de fábrica, abrió el frente legal del conflicto, denunciando a la empresa por su comportamiento antisindical. El 19 de julio, la CGIL de Florencia declaró una huelga general territorial (a la que se unieron otros sindicatos) y llenó una de las plazas céntricas de la ciudad. El sábado siguiente, 24 de julio, el Colectivo de fábrica organizó una manifestación en torno a la misma: una marea de gente, entre la que se encontraban muchos trabajadores solidarios de fuera de la región, rodeó físicamente la fábrica. El Colectivo de fábrica volvió a la plaza, junto con la ANPI (Asociación Nacional de Partisanos Italianos), el 11 de agosto, día de la conmemoración de la resistencia partisana en Florencia. La ciudad se llenó de nuevo de gente, a pesar de que era pleno verano.

Paralelamente, el conflicto llenó diariamente las páginas de los periódicos, y despertó también la solidaridad del mundo académico, cultural y del espectáculo. La determinación de la lucha y la capacidad de construir un consenso de masas en torno a ella sobre consignas muy radicales, pero en ningún caso minoritarias, se convirtió poco a poco en un hecho que nadie en el país puede darse el lujo de ignorar. Las instituciones regionales y nacionales se vieron más o menos obligadas a presentarse a las puertas de la fábrica y a mostrar su solidaridad con los trabajadores. Manifestaron su indignación e hicieron promesas que saben que no van a cumplir. Pero frente a ellas, encontraron a trabajadores que les recordaron que Melrose no tiene intenciones de retroceder y que este fondo de inversión ha hecho lo que las leyes aprobadas hasta ahora le han permitido hacer. Para acabar con esto y cambiar el futuro de este conflicto, la política sólo tiene un camino: cambiar esas leyes.

Con la misma claridad, los trabajadores dejaron claro a todo el mundo que no aceptarán indemnizaciones por despido, incentivos al despido o promesas de reintegración. No quieren seguro de paro, no quieren otro trabajo para quitárselo a otros trabajadores que están aún menos protegidos que ellos. Quieren seguir fabricando ejes, eso es todo. El mercado está ahí, las instalaciones y la maquinaria están ahí, todos los conocimientos necesarios están en su sitio y en cualquier momento podrían retomar la producción. Lo que falta es la empresa y el compromiso que podría asumir el gobierno para seguir consiguiendo pedidos, sobre todo porque el principal cliente de GKN es Stellantis, una de las empresas que más ha solicitado al gobierno italiano en términos de recursos financieros no reembolsables.

Para tratar de cubrirse las espaldas, el Gobierno empezó a hablar a mediados de verano de una propuesta de ley contra la deslocalización basada en el modelo francés, independientemente de que haya funcionado o no en Francia. Sin consultar a los trabajadores afectados, se puso a redactar un texto muy blando que, más que impedir las deslocalizaciones, establece el procedimiento que deben seguir las empresas que deslocalizan. No hay sanciones para aquellas empresas que no cumplan, ni obligación para las empresas que hayan recibido dinero del Estado de no cerrar o de no trasladar la producción a otro lugar. Sólo les exigen más tiempo para anunciar el despido y un compromiso genérico de encontrar otro trabajo para los trabajadores afectados y de pagarles el despido. Exactamente lo que los trabajadores de GKN no quieren.

Aunque el primer borrador sea muy blando, Carlo Bonomi, presidente de Confidustria [desde el 20 de mayo de 2020], se mostró indignado cuando lo leyó: «se está poniendo en cuestión la libertad de empresa». Tras sus palabras, el gobierno dio inmediatamente marcha atrás, suavizando aún más el texto. Las direcciones sindicales confederales se han mostrado hasta ahora muy tibias sobre este punto, casi inexistentes, estancadas más bien en una discusión absurda sobre vacunas y pasaportes sanitarios.

Una vez más fueron los trabajadores del Colectivo GKN los que se levantaron y exigieron que esta ley se redactara de otra manera. A finales de agosto, invitaron a los principales juristas demócratas del país a las puertas de la fábrica ocupada, pidiéndoles que reescribieran un texto capaz realmente de impedir el traslado de las empresas que no están en crisis. Ese es el objeto del conflicto, así como de otros varios conflictos abiertos en el país, en gran parte relacionados con el sector automotriz, cada vez más amenazado por las opciones industriales y laborales de Stellantis.

El 18 de septiembre, unos días antes de que finalizara el procedimiento que iba a desembocar en las cartas de despido, el Colectivo de fábrica convocó a una manifestación nacional en Florencia, preparada por una serie de asambleas celebradas por los delegados de GKN en otras ciudades (Roma, Nápoles, Turín, Milán, Bérgamo y muchas otras) y a la que luego se sumaron la CGIL y la Fiom.

Venidas de toda Italia, unas 40.000 personas irrumpieron en Florencia el 18 de septiembre. Fue una de las manifestaciones más radicales y exitosas de los últimos años. Después de décadas, el mundo del trabajo se reunió en la plaza por encima de todas las divisiones políticas y sindicales, detrás de un único eslogan lanzado por el Colectivo de fábrica: ¡levantémonos!

Dos días después, el tribunal se pronunció sobre la denuncia de la Fiom por conducta antisindical, dándoles la razón a los trabajadores y bloqueando el procedimiento de despido. Esto no es suficiente para evitar el cierre de la planta, pero fue una primera victoria importante, determinada por el extraordinario nivel de movilización, así como por la actitud previa de GKN, la cual hizo que el juez dijera que la empresa debería haber informado al sindicato antes de anunciar el cierre de la planta.

Por lo tanto, los 75 días quedaron interrumpidos antes de que las cartas de despido pudieran ser enviadas. La empresa ya convocó a los sindicatos para reabrir el procedimiento, después de una información previa impuesta por el tribunal. Pero tendrá que esperar al menos otros 75 días antes de poder despedir a los trabajadores. Mientras tanto, la cotización de la empresa perdió un 4% en la bolsa en un solo día al conocerse la sentencia del tribunal.

Después de tantos años de derrotas, por fin hay esperanzas. Pero debe haber una fuerte conciencia de que las cosas no terminan aquí. Los despidos no fueron retirados, sólo fueron aplazados. La fábrica sigue ocupada y la lucha continúa. Este tiempo extra deberá utilizarse para obligar al gobierno a tomar medidas que anulen los despidos, a adoptar una ley que evite la deslocalización de empresas que utilizan recursos públicos para invertir en Italia. Fondos dilapidados como consecuencia de operaciones especulativas en los mercados financieros que, además de no haber sido utilizados para crear empleos, deberían haber sido destinados, de forma mucho más útil, al sector de la salud y de la seguridad social.

Este conflicto es ejemplar por muchas razones, empezando por la autonomía de su dirección sindical y el papel predominante del colectivo de fábrica (Collettivo di fabbrica), en contacto directo y diario con la asamblea de trabajadores. Una importante capacidad de iniciativa, que -gracias también a una extraordinaria solidaridad territorial- ha podido, hasta ahora, determinar la contribución de la CGIL. Esta última está llamada a asumir la responsabilidad de convocara una huelga regional y luego nacional sobre la cuestión de las deslocalizaciones. El resultado no está asegurado, somos conscientes de ello, pero la fuerza simbólica de este conflicto es tal que su normalización o su marginalización no será fácil para nadie.

Es también una lucha ejemplar porque demostró que los trabajadores no se resignan a su suerte, a pesar de décadas de derrotas y reveses, debidos también a opciones sindicales moderadas, marcadas por la concertación e ineficaces. Delante de las puertas de GKN, el estereotipo del trabajador derrotado antes de empezar a luchar fue finalmente superado. El espíritu y la fuerza de este conflicto es tal que ha arrastrado a todo el mundo detrás de sí, incluso a muchos de los que ya no habían bajado los brazos, con un papel polarizador, tanto a nivel sindical como político, como no se había visto en Italia desde hace 20 años. La lucha no ha terminado aún, pero ya es una victoria por haberle dado esperanza y voz a un movimiento obrero que, de otro modo, habría seguido inerte.

Por último, este conflicto es ejemplar porque demuestra que una lucha radical -incluso muy radical- no es necesariamente minoritaria y puede ser una lucha de masas si el grupo dirigente que la conduce tiene la inteligencia de salir de un aislamiento posible y de construir un consenso sin sectarismo.

Ser radical significa ir a la raíz. Este conflicto tiene el mérito de hacerlo. La lucha continúa.


Fuente:  http://izar-revolucion.org/la-lucha-contra-los-despidos-en-italia-y-la-victoria-de-los-422-trabajadors-de-la-multinacional-gkn/

Ver además: https://www.firenzetoday.it/cronaca/gkn-governo-sprecato-tempo-firenze-scusa-disagio.html

 

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