El asesinato del vecino Roberto Sabo, en la localidad de Ramos Mejía, enardeció aún más los ánimos de una sociedad que, como siempre, termina pagando la crisis de un sistema agotado, provocada por la clase dominante, que se manifiesta de maneras diversas, todas en perjuicio del pueblo: inseguridad, pobreza, marginalidad, incertidumbre acerca del futuro.
La burguesía explotadora no le encuentra salida a una situación que estalla por todos lados y para la cual se ha quedado sin respuestas.
La inseguridad tiene en vilo a la población. Todos los días aparecen noticias referidas a asaltos violentos, que muchas veces terminan en asesinatos.
Se ha discutido mucho acerca de las posibles acciones que, desde el marco institucional, se podrían llevar adelante: más y mejores cárceles (ya ni siquiera los responsables de su administración pueden ocultar la situación deplorable de los penales y la denuncian abiertamente), más patrulleros en las calles, más policías en los barrios, penas más duras para los delincuentes, pena de muerte, idoneidad en los jueces para evitar la “puerta giratoria”.
Diferentes “teorías” exponen sus argumentos para analizar, explicar y resolver el problema criminal: mano dura, garantismo, ataque a los problemas de fondo que, aseguran, son de índole educativa, social, económica.
Ya nadie puede negar que desde hace décadas las cárceles son promotoras de nuevos delitos, que la policía y el servicio penitenciario son nichos de corrupción, que junto a la complicidad de jueces, fiscales, políticos y funcionarios diversos forman parte de los “negocios paralelos” del capitalismo, en especial el narcotráfico.
Entonces, parece ser que el origen de la “inseguridad”, que todos los días se cobra la vida de personas inocentes, se encuentra localizado en la propia podredumbre de la institucionalidad burguesa, en el poder político, en la “mano de obra” constituida por jóvenes tomados completamente por la droga y, lógicamente, es claro que todo se sale de control.
Por eso sostenemos que el problema de la inseguridad es un problema político, que corre los velos y nos deja al descubierto que la burguesía no puede resolver su crisis y que todo estalla: en lo económico, en la educación, en la seguridad.
Es lo que se refleja en lo anodino, deslucido, carente de contenido de la campaña electoral: no hay propuestas, no hay ideas (y estamos hablando, se entiende, de las propias ideas que podría enarbolar la clase dominante) para superar la gravedad de la situación.
Entonces, ocurre lo que tiene que ocurrir: la gente se autoconvoca, a veces de manera más organizada, otras veces de forma espontánea, como fue el caso de la marcha del lunes 8 pasado en Ramos Mejía, en la que se reclamaba justicia para el kiosquero asesinado. Hubo enfrentamientos con la policía, la gente está enardecida y furiosa con este sistema decadente.
Pero claro, el Ministro Berni, en un programa de televisión, salió a decir que la violencia la provocaron “infiltrados”, porque “el 99,9 % de la gente quería marchar y protestar de manera pacífica”.
En la misma entrevista declaraba, haciéndose cargo de la represión, que “la comisaría no se toca”. Es decir, si interpretamos las palabras de Berni, se trata por un lado de la defensa acérrrima a la institucionalidad burguesa, a esas mismas instituciones que son las que generan inseguridad como un negocio de las propias comisarías; por otro lado, sus palabras manifiestan a la vez que no quieren ningún desbande, tienen terror de que la cosa se les salga de control frente a la movilización popular. Y es lo que está pasando.
El pueblo está harto de vivir de manera indigna. Sabe muy bien quienes son los responsables de la crisis.
Quizá no pueda todavía hacerse de respuestas colectivas, de acciones organizadas, pero estas manifestaciones son la señal de que pueden advenir nuevas formas de organización que, desde la autoconvocatoria, planteen nuevas formas de enfrentar y modificar esta dura realidad a la que nos han conducido. La inseguridad es una muestra más del agotamiento de este sistema.
Y el pueblo tiene derecho a organizarse para resolver lo que la institucionalidad burguesa no puede ni quiere resolver. Por ello, las asambleas barriales, las acciones organizadas de autodefensa, el debate cotidiano, las marchas, son acciones necesarias, en un momento de enorme incertidumbre acerca del futuro.
Es hora de organizarse desde las bases obreras y populares.