En la historia de la lucha de clases, la clase dominante ha hecho siempre lo imposible para mantener el sistema de dominación sobre las clases oprimidas y explotadas.
Ha hecho guerras por conquistar territorios para futuros mercados o mano de obra para una mayor explotación; han masacrado pueblos enteros sometiéndolos a regímenes de esclavitud, a regímenes feudales, donde se creaban en la sociedad niveles de jerarquías para hacerles creer a quienes oprimían que era imposible terminar con las injusticias sociales; han montado aparatos represivos para controlar a quienes se rebelaban a lo establecido; han impuesto religiones y creencias a los pueblos para esconder la esencia de los Estados, que representan los intereses de clase de quienes están en el poder; han creado leyes que mantienen resguardada la propiedad privada y la institucionalidad del sistema imperante.
A pesar de esto, en todas las épocas históricas de la lucha de clases, han existido quienes se rebelaron, quienes emprendieron el camino de revolucionar la sociedad y de confrontar con las clases dominantes.
Entonces, se han producido revoluciones que se desarrollaban a la par del desarrollo de las fuerzas productivas. Ciertas capas sociales que se convertían en un tapón para ese desarrollo fueron desapareciendo o polarizándose al calor del enfrentamiento.
El desarrollo de las fuerzas productivas empujaba para que existiera otro orden jurídico y social. De esta manera entraban en caducidad tanto las clases como las leyes impuestas por éstas, ya que una nueva clase se imponía para que ese desarrollo productivo fuera posible.
Desde que existe la sociedad dividida en clases ha habido contradicción entre explotados y explotadores, o sea lucha de clases.
Los nuevos dueños del poder, los que triunfaban, establecían otros Estados con nuevas ideas, pero siempre con el objetivo de la dominación.
La burguesía es producto del desarrollo de las fuerzas productivas de una determinada época y también ha tenido que confrontar con las clases dominantes de su época para existir como clase y de esa manera tener el poder en sus manos.
La burguesía también ha tenido que hacer revoluciones en unidad con otras clases desposeídas para poder triunfar, pero luego también creó un sistema de engaño, represión y opresión.
Esas revoluciones burguesas que pregonaban la igualdad, poco a poco se fueron convirtiendo en reaccionarias porque mantenían la explotación del hombre por el hombre y no ponían las riquezas para el bien de la humanidad, reprimiendo ferozmente a quienes se oponían a lo establecido.
Hoy transitamos la etapa del Capitalismo Monopolista de Estado, donde un grupo de monopolios se ha hecho dueño de los Estados del mundo y utilizan todos los resortes de los que disponen para acumular más y más ganancias.
El desarrollo de las fuerzas productivas se ve afectado por la existencia de la dominación de una clase parasitaria como lo es la burguesía, que somete a la clase obrera y al pueblo.
El nivel alcanzado en la socialización de la producción es contradictorio a la apropiación individual que hace la burguesía de la ganancia.
Ese nivel de socialización está empujando a un nuevo sistema social que la burguesía está totalmente incapacitada para desarrollar, porque su clase representa los intereses de una serie de grupos económicas a escala mundial: la oligarquía financiera.
La burguesía, junto con sus leyes y su sistema de dominación son un freno para el desarrollo humano, lo que puesto en manos de la clase obrera ayudaría a terminar con los vejámenes que sufrimos millones en el mundo.
La clase social que representa hoy los intereses de todo el pueblo es la clase obrera y el sistema social al que empujan las fuerzas productivas es el socialismo; donde la producción social ya no se la apropie la burguesía, sino que lo producido por la clase obrera sea para satisfacer las necesidades del conjunto de la sociedad.
Por eso en este tema debemos poner las cosas blanco sobre negro: a la burguesía, la clase más parasitaria de la sociedad, hay que destruirla, porque no produce nada pero que se apropia de todo.
Por eso es necesario que la clase obrera y el conjunto del pueblo vayan comprendiendo, conociendo y familiarizándose en la acción con las ideas revolucionarias. Más que nunca, la institucionalidad de la burguesía está cuestionada, pero no se presenta masivamente aún otra posibilidad de salida que no sea dentro del sistema, ya que la burguesía hace todo lo posible por ocultar la verdadera esencia de su poder.
Los cambios de gabinetes, las ideas tramposas que se introducen en nuestra clase y en el movimiento de masas, la demagogia y miles de artimañas más, son parte del engaño.
Mediante la unidad y la acción directa desde abajo, la autoconvocatoria y la masividad, la clase obrera y el pueblo acortan las posibilidades a la burguesía de encerrar todo bajo las leyes del sistema, y se emprende un ejercicio revolucionario que facilitará un verdadero proceso de cambio.
Transitamos un momento donde se los puede empezar a quebrar, están aprisionados por el empuje de la lucha de las masas que avanza de forma cada vez más confrontativa.
Las y los revolucionarios debemos seguir construyendo estratégicamente las herramientas y las organizaciones desde la movilización, como pilares fundamentales que disputen todos los días los planes del poder.