Marx: un aporte al presente de nuestro país

“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.

(El 18 Brumario. Karl Marx 1851-1852)


Si nuestro lector o lectora se siente identificado en parte o en un todo con esta frase escrita por Marx y lo asocia a la lucha de clases actual en nuestro país, es porque nuevamente las “generaciones muertas oprime el cerebro de los vivos” y esto hoy no es casual.

En nuestra sociedad lo nuevo no termina de nacer, pero empuja la historia para adelante. Una sociedad que en términos generales ya no quiere vivir como está viviendo y lo hace de forma más o menos consciente y por experiencia propia.

Pero cuando aparecen los primeros brotes revolucionarios en una resistencia tenaz y permanente, también aparecen los “fantasmas del pasado”. Lo embrionario trastabilla, lo revolucionario conmueve.

Pero esos fantasmas del pasado tienden a pisar el presente y el futuro. Lo que nos obliga a los revolucionarios a reflexionar si los nuevos contextos tienen algo que ver con lo transcurrido. Nosotros pensamos que sí, que el presente lo condensa todo.

A modo de ejemplo: la necesidad de fortalecer el partido de la clase obrera choca con las vestiduras opacas del pasado, con los viejos y decrépitos análisis que niegan la necesidad de un partido proletario en el marco de una ofensiva ideológica de la burguesía que en nuestro país y el mundo se sostuvo por cuarenta años.

Pero la lucha de clases tiende a acomodar el presente y el futuro inmediato. Y es allí en donde lo revolucionario se sostiene en la condición que sea, así como hace tender a que la reacción se atrinchere en viejos escenarios.

Al no poder detener el presente ni el futuro se recuestan en lo suyo, que es la historia reseca. Confunden, frenan la historia, pero no les queda otra que “modernizar” sus viejas y destruidas vestimentas.

Aparecen en la escena del presente, pero atrapados en la historia que los pisa. Las instituciones burguesas, el Estado burgués, sus partidos y sindicatos no pueden salir del atolladero, repiten lo viejo y caduco.

El presente los molesta e incomoda. Necesitan de su pasado. Se repiten las caras, se reciclan.

Cuando la clase obrera de nuestro país comenzó a dar síntomas de vitalidad, sobre todo a partir del año 2020 (profundizándose en 2021) siendo parte inseparable de la clase obrera mundial, la burguesía monopolista recurre a viejas tretas: la República, la democracia representativa o burguesa, la represión institucionalizada, rearma a los “fantasmas” porque está entendiendo que el nuevo escenario de la lucha de clases lo viene ocupando la clase revolucionaria.

Trata por todos los medios de refugiarse en ese pasado en donde la clase burguesa actuó con una ofensiva inusitada en el plano político e ideológico.

Pero cuando las clases confrontan en diversidad de escenarios, con la experiencia vivida y acumulada, la clase dominante intenta esconder “las clases”, hace caso omiso a hechos objetivos del presente como cuando en pocas décadas proletarizó a miles de millones de seres humanos, futuros sepultureros de su clase.

Intenta ocultar a su enemigo y para ello utiliza las herramientas viejas y oxidadas.

Lo viejo no termina de morir, está a la vista de este presente, pero lo nuevo no es tan fácil de sofocar.

Lo revolucionario hace doler a toda la superestructura de dominación. Las armas filosas que usó durante 40 años han perdido calidad. Los atrapó la historia y les es difícil salir.

Lo nuevo, entre otras cosas importantes para la revolución socialista, es la necesidad de seguir fortaleciendo el Partido proletario y los destacamentos revolucionarios, favorecer a que la clase actúe como clase.

En la debilidad del proletariado (al no tener un peso específico bien definido en el actual proceso) sigue pesando la fortaleza de la vilipendiada clase dominante.

Muchas huelgas y movilizaciones proletarias han ocurrido en el mundo durante 2021 en donde se consolida un alza de la clase revolucionaria. En nuestro país también se marca una tendencia que ya no se detendrá.

La clase obrera comienza a pisar el escenario de la lucha de clases y es justamente esta clase la que no se ata a los fantasmas del pasado, no tiene nada que perder.

Esto le permite pensar el presente, condensar su historia de clase en el ahora y vertebrar un futuro de revoluciones y dignidad para la vida de toda la humanidad.

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