Una podredumbre que crece día a día

Decía Karl Marx respecto de la clase burguesa: “Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad”. (Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844. Tercer Manuscrito)


Es decir: el burgués no necesita tener ningún talento especial, ni preocuparse por qué clase de ser humano es, en tanto puede suplantar todas sus falencias, puede tapar toda su porquería con lo que el dinero puede comprar.

Y esto viene a cuento de la asunción de Martín Guillermo Pereyra, hijo del empresario sindical, quien, (además de contar con un puestito en el gremio, ¿en qué empresa trabajará?), salió beneficiado con la vicepresidencia de la CALF (Cooperativa de Agua y Luz y Fuerza de Neuquén) en la repartija de cargos en las instituciones capitalistas.

Que no piensen las y los lectores que se nos ocurre opinar sobre la competencia de un diseñador gráfico, programador y fotógrafo (hijo de empresario) para estar al frente de una Cooperativa de servicios públicos (entre ellos nada menos que la distribución minorista de energía eléctrica); ni mucho menos insinuar que los cargos se distribuyen según quién garantiza los negocios del sector a los monopolios que logran imponerse y todo queda en familia.

Tampoco piensen que intentamos decir que es evidente la lavada de cara que pretende darle a su padre y benefactor, cuando se refiere al mismo en términos de lealtad, convicciones y apoyo a su crecimiento personal.

Es que, claro, cuando se es burgués, no importa si se es un matón comprobado, narcotraficante, con implicancias en delitos de trata, o si no se tienen competencias y conocimientos suficientes para ocupar un cargo.

El dinero paga la prensa que hablará maravillas del sujeto en cuestión y permite transmitir los cargos de forma hereditaria, sin importar el conocimiento y la aptitud que se tenga. Hay que garantizar que se mantenga la manija de los negocios y negociados.

Mientras tanto, en el abajo, la presión del trabajo, los ritmos despiadados, no se cubren las necesidades, y llevan a las y los trabajadores al extremo de perder la vida en nombre de los negocios que estos personajes hacen y defienden.

Pero en esta podredumbre, esta descomposición social (que se agrava cada día y ya no pueden ocultar), las grandes mayorías laboriosas soportan condiciones inhumanas de existencia que se agravan día a día.

Mientras tanto los dueños del capital y sus secuaces, verdaderos parásitos sociales que viven sin trabajar, disfrutan de vidas ostentosas y acumulan capital. Todo esto provoca también la profundización de las contradicciones entre la clase que todo lo produce (la clase obrera) y la que se apropia del producto del trabajo social (la burguesía).

Y en ese camino, en el camino de las luchas por nuestras condiciones de vida, por nuestra dignidad, vamos encontrándonos como clase, construyendo nuestra organización, por fuera de partidos y sindicatos del sistema, con la más amplia y generosa democracia obrera que es la democracia directa, y construyendo los senderos de unidad que, finalmente, puedan confluir en el Partido Proletario.

Es decir: en la organización de la clase obrera y el pueblo capaz de oponerse, como poder organizado, al saqueo, al hambre, a la indignidad, al avasallamiento de toda la naturaleza de la cual los seres humanos formamos parte. Para, finalmente, organizar la vida social en torno a las necesidades del ser humano y de la vida en general y no en torno a las ganancias y al capital.

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