A. Fernández: un discurso lleno de vaguedades, mentiras y promesas

Una nueva puesta en escena se desarrolló en el antro de la democracia burguesa. Como cada 1° de marzo, el presidente en ejercicio inaugura el período de sesiones ordinarias con un discurso lleno de vaguedades, mentiras, promesas y augurios de «buenas noticias».

Este año, por supuesto, no fue la excepción. El presidente Fernández dejó algunas frases que, ya sea por su cinismo o por su elaborada verborragia para decir mucho sin decir nada, ratifican que el acto formal de cada año es la puesta en escena de la institucionalidad de la democracia burguesa y no mucho más que eso.

Entre sus afirmaciones, Fernández dijo que los salarios reales se vienen recuperando.

Según los datos que arrojan analizando las cifras del INDEC los salarios reales del sector privado se ubican 19,3% por debajo de noviembre de 2015, y los del sector estatal 24,8% por debajo de ese mismo mes y año. Es decir que cualquier recuperación es mentirosa en términos históricos ya que nunca los niveles salariales vuelven a los niveles que fueron superados por sucesivas devaluaciones y, fundamentalmente, por la inflación que golpea principalmente a los sectores asalariados.

Por otro lado, el salario promedio en Argentina alcanza los $ 49.000 (sin tener en cuenta a la población con ingresos no registrados) mientras la línea de pobreza que marca el mismo organismo oficial es de $ 79.000.

Respecto del acuerdo con el FMI y con los acreedores privados repitió la retahíla de argumentos referidos a que no vendrán más ajustes. Algo que ni la propia burguesía se cree, mucho menos el pueblo trabajador.

Según el Instituto Cifra, organismo que dista de estar en la oposición al gobierno, el escenario respecto de los vencimientos de deuda es el siguiente: “De lo que se trata, por consiguiente, es de transitar el sinuoso camino para la resolución de esa crisis que tuvo su primer capítulo en el canje con tenedores privados que se efectuó el año pasado cuyo resultado, en especial en lo que concierne a la restructuración bajo ley nacional, distó de ser satisfactorio. Prueba de ello es que la quita nominal fue de 27,4% para la deuda bajo ley extranjera y de solo el 7,5% para la de ley nacional. De allí que el perfil actual de vencimientos de la deuda en moneda extranjera, excluyendo al FMI y las letras intransferibles del BCRA, se ubica en torno a los 6.500 millones de dólares entre 2022 y 2024 y asciende a poco menos de 13.800 millones de dólares en promedio entre 2025 y 2031. En un escenario en el que el acuerdo con el FMI incluya 10 años de plazo, cuatro de gracia y un interés de 4,05%, esos vencimientos ascenderían a un promedio de 9.500 millones de dólares en el período 2022-2025 y a 22.000 millones en 2026-2031. En cambio, en un escenario en el que se consiga estirar el plazo a 15 años, con 3 de gracia y eliminación de los sobrecargos en la tasa de interés, esos vencimientos se reducirían a 7.000 millones entre 2022 y 2024 y a alrededor de 17.500 millones entre 2026 y 2031”.

Y hay que agregar que cuando Fernández anunció que los aumentos de tarifas de los servicios no aumentarían por encima de los aumentos salariales, confirmó que el incremento será mayor al 20% ya anunciado toda vez que los aumentos de salarios van a superar ese porcentaje.

Otra bravuconada del presidente fue que no habrá reforma laboral ni jubilatoria.

Respecto de lo primero, ya hemos escrito en reiteradas ocasiones que la misma se aplica de hecho en las empresas con la siempre colaboración de los sindicatos. Para confirmarlo basta con hablar con cualquier trabajador o trabajadora de la producción o los servicios.

En lo que se refiere a la reforma jubilatoria, la misma también se aplicará de hecho. Al permitir que las mujeres luego de los 60 años y los varones luego de los 65 “opten” por trabajar cinco años más significa blanquear lo que ya sucede; las miserables jubilaciones deben ser cubiertas con otros ingresos que obligan a seguir trabajando más allá de la edad jubilatoria. Sólo que ahora esa realidad se ha legalizado.

En definitiva, la clase dominante expone lo que el pueblo sufre pero con la pátina de su descaro y desvergüenza.

Mienten y no dejan de mentir como única manera de sostener algún nivel de consenso para aplicar sus políticas de ajuste.

Al contrario, la clase obrera y el pueblo no sólo no debemos dejarnos engañar sino prepararnos para aumentar la resistencia y el enfrentamiento contra esas políticas.

No sólo no creerles sino no dejarlos avanzar, no permitirles que su crisis la paguemos el pueblo trabajador. Esa es la línea divisoria que nos separa antagónicamente de los gobiernos de la burguesía y es el único camino que debemos emprender para enfrentarlos desde la resistencia cada vez más organizada, con total independencia política de la clase dominante.

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