Todos los temas que venían «ocupando» al país ayer, quedaron en pausa por la apertura de las sesiones legislativas. El discurso presidencial y el desplante opositor.
En la farsa de este año se nos informó del crecimiento de la industria automotriz, alimenticia y agrícola entre otras, que «en 2021 la pobreza dejó de aumentar» y hubo anuncios de mejoras en todos los aspectos de la vida del país… ¡Puras mentiras!
Ya nadie cree las promesas de los gobiernos de turno ni podría decir que sintió repercutir en su vida diaria el crecimiento de la economía a la que se hizo referencia el discurso, porque los beneficiarios de las inversiones, crecimientos y repuntes son siempre los monopolios, no el proletariado y el pueblo.
Todo esto también soslayó bastante un hecho aberrante y mucho menos «glamoroso» que ocurrió el día lunes: un grupo de seis lúmpenes (bien «viriles y machosos») violó repetidamente a una chica de 20 años que estaba casi inconsciente. No eran locos, no fue porque estaban borrachos y drogados, ni fue por traumas de la infancia que hicieron lo que hicieron. Fue porque vivimos en una realidad tan absurda que hasta podemos sufrir un infierno en un auto en pleno Palermo. Lo que le hicieron a esa chica, nos lo hicieron a todas y todos.
Lamentablemente en esta sociedad traumada y violenta, producto del sistema desquiciadamente cruel en el que vivimos, todavía hay varones que creen que impunemente pueden disponer del cuerpo de otra persona como si fuera una cosa descartable y suya; burlarse, opinar, calificar, violar o incluso matar son cosas que algunos aún hoy creen que pueden hacer y si tienen un poco de poder y/o respaldo político, lo hacen con más impunidad.
Pero para desgracia de estos seis violadores y de todo el machismo en vía de extinción, en el pueblo empiezan a germinar experiencias de autocuidado y autodefensa. A través de alertas en grupos de Whatsapp de prevención barrial y la intervención directa de las y los vecinos en el lugar, pudieron rescatar a la víctima de la situación y retener a los agresores hasta que llegó la policía.
Esto deja bien en claro que involucrarse y unirse marca la diferencia entre la tragedia y la vida, ya que a las podridas instituciones de este sistema no les interesa resolver este problema. Al contrario, lo reproducen como forma de someter al pueblo trabajador.