Que la guerra de Ucrania es producto de la competencia interimperialista e incentivada por la profunda crisis de superproducción de la que no puede salir el sistema capitalista mundial; que el enfrentamiento entre Estados no es exactamente lo mismo que el enfrentamiento entre monopolios; que las condiciones internas en Ucrania jugaron un papel importantísimo en la decisión de Rusia de iniciar la guerra, es una realidad que se va comprobando a medida que la invasión y el tiempo transcurren con su secuela lamentable de miles de muertos (algunos medios calculaban más de 2000 en seis días).
La crisis de superproducción requiere la destrucción masiva de fuerzas productivas que le permita al sistema limpiar los obstáculos que traban la circulación de los capitales (los que quedan en pie y que aprovecha para concentrarse aún más).
El capital financiero es eminentemente especulativo y en este movimiento de concentración abrupta que significa la guerra con toda su destrucción, se produce el aumento de las materias primas (gas natural licuado (GNL), gas natural, petróleo, trigo y alimentos en general), industria armamentista, transporte internacional, etc.
En nuestro país, en el curso de las últimas dos semanas se produjo el aumento de soja (10,5%), girasol (17,78%), maíz (22,21%) y trigo (37,74%). Este último generó un aumento en el pan, a pesar de los precios que la cámara de esa industria había pactado con el gobierno, pues la bolsa de harina que costaba entre $ 900 y $ 1.000 después de haber aumentado un 70% en el último enero, ahora se elevó a $ 1.500 ó $ 1.700
Contradictoria y simultáneamente se han visto obstaculizados otros negocios como, por ejemplo, el envío de gas desde Rusia hacia Alemania a través del Nord Stream 2 que quedó inactivo (ya estaba en esa condición antes de la guerra). Se ven afectados el comercio de productos como platino, aluminio, aceite de girasol y acero. Se han causado cierres en fábricas en Europa, Ucrania y Rusia. Volkswagen anunció el martes pasado que la escasez de piezas los iba a obligar a reducir la producción en su fábrica principal en Wolfsburg y muchas otras plantas alemanas, mientras que BMW informó que reduciría la producción en sus centrales de Alemania, Austria y el Reino Unido. Ucrania y Rusia son fuentes importantes de paladio y platino, utilizados en convertidores catalíticos, así como de aluminio, acero y cromo, producción que también se verá afectada. Y ésta es una muestra de un listado mayor.
Los Estados de Rusia, Ucrania, Estados Unidos y UE se embarcaron en esta guerra interimperialista pero los negocios se siguen haciendo: Rusia sigue mandando gas a Europa y ésta retrocede en la sanción a los bancos rusos a través de los cuales se realizan los pagos por ese producto. Como vemos, nadie come vidrios en esto de los negocios manchados con sangre. Entre ambos contendientes circunstanciales parecen decirse “te saco, no permito, pero igualmente te pago para que me des…” Billetera mata a galán, diría el cómico, si se nos permite una licencia de este tipo en medio de tanto drama.
El capital financiero de la mano de los fondos de inversión «hará su agosto» ya que estos se muestran como refugio y diversificación de inversiones especulativas en medio del mayor caos, lo cual redundará en mayor concentración del capital financiero mundial. El fracaso o la quiebra de unos es el triunfo de otros. No hay lugar para todos en el mundo capitalista. Sólo vive el más fuerte.
Un verdadero asco propio de la burguesía que ya se para sobre millones y millones de cadáveres en poco más de un siglo si sólo contamos desde 1900 (inicio de la era imperialista) hasta nuestros días.
Los costos humanos crecen y los pueblos de los Estados burgueses contendientes acrecientan su papel de víctima. Pero esta herida social tiene sus consecuencias también para los pueblos del mundo.
Con sus ansias imperialistas, la burguesía paga y pagará aún más caro el costo político tanto en Rusia como en Ucrania ya que ambos pueblos tienen raíces comunes.
Pero esa crisis política abarca, además, a todas las instituciones mundiales y Estados capitalistas que procuraban mostrar un capitalismo unido en un mundo “unipolar”, como les gustaba repetir al coro de políticos burgueses y actores de los medios de difusión masiva luego de la caída del muro de Berlín. Todas pierden credibilidad en forma creciente. La ONU, deshilachada desde hace décadas, se hundió con mayor vertiginosidad en profundidades que la ponen al borde de su muerte histórica. La OTAN ha mostrado que entre sus proclamas altisonantes y su inacción impotente existe un abismo que la descalifica y la desprestigia aún más. Los defensores de la “democracia” vociferan desde países ocupados (como el caso de Israel), o haciendo la guerra como el caso del mayor invasor del mundo Estados Unidos y la OTAN que sostienen más de una decena de conflictos bélicos en África y Asia.
En nuestro país, el cacareado “acuerdo” entre el gobierno y el FMI sellado ayer y elevado al Congreso para su aprobación, ya hace agua debido a que el control del proceso inflacionario, condición basamental del mismo, será imposible ya que se acelerará aún más por el aumento de las materias primas, los alimentos y las dificultades industriales descritas más arriba. Lo cual augura un período de acrecentamiento de las luchas del proletariado y sectores populares por las condiciones de vida
Los pactos de colaboración y amistad quedan totalmente cuestionados.
Para la burguesía no hay amigos ni enemigos perennes, salvo el enemigo de clase.