¿Hacia dónde vamos?

Los alarmantes números inflacionarios de febrero (7,5% para alimentos) serán todavía más catastróficos para este mes de marzo.

El contraste entre precios y salarios alcanza cifras escandalosas.

La línea de pobreza para un hogar de cuatro personas se ubicó para febrero en $ 83.807. Esto, según el INDEC. Además, hay que tener en cuenta que esa cifra no cuenta con gastos tan corrientes como el alquiler. En enero en CABA un departamento de dos ambientes promedió los $ 31.792, aunque a esto hay que agregarle otros gastos (expensas, renovación de contrato, etc.).

Por otro lado, para diciembre del 2021 el 80% de los asalariados percibían ingresos inferiores a los $70.000. Con este nivel de ingresos queda claro que una familia con dos integrantes trabajando apenas llega arañando a superar la línea de pobreza.

A este cuadro general hay que agregarle que el ritmo inflacionario se acelera y las paritarias que empiezan a ser firmadas lo hacen en cómodas cuotas y por valores muy por debajo de la inflación. El combo es explosivo.

Esta es la fotografía actual. Pero sucede que la historia no termina acá, no vivimos en una foto, ni en un informe trimestral con datos duros.

El acuerdo firmado con el FMI, sobre el cual el gobierno prometía se asentaría la “salida” a la penosa situación económica que padecemos los hogares proletarios, dista mucho de traer paz para el salario.

Las principales medidas que exige el Fondo son un aumento sideral de las tarifas energéticas y una reducción todavía más grande de la efectuada sobre los salarios estatales, las pensiones y las jubilaciones. Además, un recorte en los niveles de inflación.

El acuerdo, ni bien firmado, ya ha sido tirado por la borda. En el comunicado anunciando que el Directorio del Fondo aprobaba el acuerdo con Argentina se declara la inviabilidad del mismo… “Yo te lo apruebo, pero esto es incumplible”.

La directora, Kristalina Georgieva, declaró que: “Los riesgos del programa son excepcionalmente altos, y los efectos de la guerra ya se están materializando. En este contexto, la re calibración temprana del programa (…) será fundamental para lograr sus objetivos”[1]

La caracterización no fue exclusividad de esta personalidad, a su vez el directorio afirmó que: “Los directores acuerdan en que el programa está sujeto a riesgos excepcionalmente altos. Reconocen que la vulnerabilidad argentina a shocks externos, y las dificultades de la implementación del programa dada la compleja situación social y política.”

Tal como lo habíamos anunciado, el acuerdo estaba muerto antes de firmarse.

La crisis internacional profundizó esa tendencia. A su vez, el comunicado oficial del organismo hace nuevamente hincapié en el ajuste tarifario en energía.

El tema energético no es ninguna pavada. Se trata –junto con la disputa por otros negocios- de uno de los detonantes de la guerra en Ucrania, y uno de los mayores móviles de la disputa interburguesa actual.

Ejemplos: el acuerdo de Estados Unidos con Venezuela para suplantar petróleo ruso; el nuevo acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea para exportar GNL y suplantar parcialmente la dependencia del bloque económico al gas ruso; hace dos días un ataque con misiles generó una explosión en la destilería de Aramco en Arabia Saudí; en España crece el conflicto con Argelia, de donde recibe el 41% del gas que utiliza para generar energía.

Con el precio del crudo por las nubes (que escaló por encima de los US$ 140 el barril cuando en enero rondaba los US$ 90) el problema de las tarifas energéticas en Argentina hay que entenderlo en escala internacional.

De la misma manera en que una elevación en el precio de los alimentos en lugar de beneficiarnos por el aumento de la facturación de las exportaciones, nos empobrece todavía más porque aumenta el costo de vida –las empresas no van a resignar ganancias- un incremento en los precios internacionales de la energía lleva a:

1) Forzar una escalada en el precio interno de la energía.

2) Impulsar una mayor producción local al corto plazo, lo que implica menos regulación en la producción, más superexplotación de las y los petroleros y reducción drástica de las reservas nacionales.

Por ejemplo: en CAMMESA y la Secretaría de Energía esperan que la próxima licitación para importación de gas se ubique entre 4 y 8 veces más cara que la del invierno pasado.

Alimentos y energía, dos fuentes nodales del capitalismo que afectan toda la estructura global de precios.

Por estos motivos tenemos que tener muy claro que el panorama es hacia una agudización muy fuerte de la presión para empobrecer más al pueblo trabajador.

No solo los ritmos inflacionarios aumentarán –fenómeno que ya no es exclusivo de nuestro país, sino que se extiende a escala planetaria- sino que continuarán focalizados sobre los elementos de consumo del pueblo trabajador (alimentos) o los resortes del aparato productivo (energía).

Esta caracterización es central para evitar caer en falsas ilusiones.

Los salarios como están no se aguantan más, y este proceso se va a agudizar.

Aparece cada vez con mayor nitidez para el conjunto de las y los trabajadores que no es el COVID19 el responsable de esta situación, ni una mala gestión de Macri, ni la guerra de Ucrania, ni la deuda con el FMI, ni la “tibieza” de un Alberto Fernández –a los ojos de quienes creen que defiende otros intereses que no sean los del gran capital-.

No. El único responsable es el capitalismo, todo lo otro, forma parte de su propio funcionamiento.


[1] https://www.imf.org/en/News/Articles/2022/03/25/pr2289-argentina-imf-exec-board-approves-extended-arrangement-concludes-2022-article-iv-consultation

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