En la reunión de la Eurolat, la vicepresidenta dijo muchas cosas en su discurso, nada nuevo.
Pero queremos detenernos en un aspecto que nos parece central y que forma parte de la lucha política ideológica que debemos dar, sobre todo en los sectores del pueblo influenciados por el peronismo, un partido político que desconoce la lucha de clases y que plantea la conciliación de los intereses burgueses monopolistas con los del proletariado y el pueblo.
Vamos por la idea central que la define como burguesa empedernida, sostenedora del sistema capitalista en su fase de descomposición y deterioro irreversible que prolonga y reproduce los padecimientos de la clase obrera y sectores populares.
Cristina Fernández, sin sonrojarse, afirmó que “existe una confrontación entre el capitalismo y las corporaciones”.
CFK, empeñada en engañar al pueblo con un discurso populista mientras hace política a favor del capital, nos dice que el capitalismo es diferente a las corporaciones, uno se enfrenta con el otro.
Pero, ¿de dónde surgen las corporaciones sino del propio funcionamiento del capitalismo?
El mismo sistema va generando los mecanismos de concentración surgidos de la competencia, ya que el que se impone en los negocios, va avanzando y desplazando a los demás. Así se va formando el capital monopolista que somete al resto e impone sus leyes, que no son otras que las leyes de la ganancia. La competencia a la que tanta pleitesía le rinden los economistas, funcionarios, y captados por la ideología burguesa, lleva necesariamente al monopolio.
Las corporaciones no son más que uniones monopolistas que manejan capitales, en muchos casos, más grandes que los Estados de distintos países.
Pero como la esencia del capital monopolista es la dominación absoluta, en las propias corporaciones, y entre ellas, la competencia también existe y, en consecuencia, disputan todos contra todos por la dominación de las decisiones que permitan engrosar el capital propio en desmedro del resto.
Quiere decir que la competencia que fue eliminada por el monopolio, ahora es remplazada por la competencia entre monopolios, con un poder inimaginable hace menos de un siglo. El capitalismo no confronta contra lo que ha creado, las corporaciones, sino que las corporaciones, producto del capitalismo, son las que ahora dominan el mundo y confrontan contra los intereses de la clase obrera mundial, y los pueblos oprimidos. Porque el capitalismo se alimenta del trabajo de la clase obrera y de los ingresos de las clases populares a quienes estruja. Sostener al capitalismo es sostener el poder de las corporaciones monopolistas. ¡No se puede mentir tan descaradamente!
La otra idea vertida que fue la más difundida por los medios masivos es la siguiente: “que te den una banda presidencial no quiere decir que tengas el poder… lo digo por experiencia”. Y para reforzar la idea agregó una estimación porcentual: “tener el gobierno significa tan sólo un 25% del poder, por eso el Estado debe regular el funcionamiento de la sociedad para obligar a las corporaciones a cumplir las leyes o reglamentos constitucionales.”
La vicepresidenta dice que un gobernante tiene sólo el 25% del poder. Un porcentaje totalmente cuestionable de por sí, ya que nadie puede medir qué cuota de poder tiene tal o cual gobernante. Porque en realidad, el poder burgués nace del poder económico.
La sociedad burguesa funciona con base en dicho poder económico y no con base en el poder político como nos quieren hacer creer. Pero al hablar del magro porcentaje, la vicepresidenta nos está diciendo que ningún presidente puede imponerse a las corporaciones, o sea que el poder real lo tienen las corporaciones monopolistas que son transnacionales.
Pero si el poder lo tienen dichas corporaciones, ¿a quién responde el Estado? La respuesta a esta pregunta surge de suyo. El Estado en un país capitalista no responde a nadie más que a las corporaciones monopolistas que actúan en el país. Y esta es una realidad vigente en todos los países del mundo.
Las discusiones, críticas, planteos que escuchamos entre distintos personajes dueños de grandes capitales o que regentean los mismos, no son más que aprietes al gobierno de turno para acelerar los mecanismos de súper explotación a la clase obrera y al pueblo laborioso.
Esconder la lucha de clases es tapar la realidad, porque no hay conciliación posible entre los intereses del capital monopolista que es la característica del capitalismo actual, con los intereses de la clase obrera y el pueblo. Además, la lucha de la clase obrera y sectores populares es la única que puede frenar a las apetencias de los grandes capitales y sus gobiernos cómplices tengan el nombre que tenga el partido o bloque político de turno que lo regentea.
Por eso, avanzar en el desarrollo de la lucha de clases con la dirección de la clase obrera (la clase productora) en unión con los sectores populares oprimidos, es el único camino que puede dar una salida a las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías, y marchar así hacia el objetivo de la revolución socialista.