La crisis política de la burguesía hace caer más profundamente a la forma democrática con que se viste el funcionamiento institucional de nuestro país.
El último papelón lo constituye la “chicana” que significa la disputa por el Consejo de la Magistratura. La misma consistió en dividir el bloque de senadores del partido peronista y presentarlo como dos fuerzas para sumar otro integrante a dicho consejo y, de esa manera, imponerle la voluntad propia a la llamada “oposición”.
Las modificaciones a leyes, reglamentos, etc. a los que nos tiene acostumbrado la burguesía para dirimir sus disputas, el pueblo las sufre día a día.
En términos futbolísticos, esto se denomina “correr la cancha”. Y este caso que nos sirve de ejemplo para ver una vez más cómo la democracia se va moviendo al compás de los intereses a los cuales se quiere favorecer, no es que le preocupe o forme parte de las prioridades del pueblo trabajador y oprimido por el sistema, sino que lo mencionamos porque se trata de una muestra más que, cuando la burguesía quiere, los límites, principios y reglamentaciones se mueven a gusto y “piacere”.
La burguesía dirime siempre sus disputas mediante la fuerza.
Las guerras que se están llevando a cabo en el mundo muestran inequívocamente eso, aunque sólo nos informen y atosiguen con la guerra que se lleva a cabo en Ucrania como si el resto de las guerras no tuvieran importancia (ver nota https://prtarg.com.ar/2022/02/28/aportes-para-el-analisis-del-conflicto-en-ucrania/).
Son tan importantes el pueblo ucraniano y ruso como todos los pueblos que sufren las mencionadas guerras.
La democracia burguesa, los principios constitucionales, el respeto a las instituciones y demás fundamentos que nos hacen escuchar a diario los funcionarios, los analistas, los medios masivos de la burguesía, etc. con los que se llenan la boca, son pisoteados, destrozados y deshilachados cuando se trata de defender determinados intereses de grupos burgueses que disputan contra otros.
Pero cuando se trata de los intereses populares aparecen los obstáculos, los límites impuestos por las leyes y otras argumentaciones que se usan como escudo para decir que no. Y siempre está el aparato represivo para custodiar y garantizar que esto sea así.
Lo han hecho durante toda la historia del capitalismo, lo hacen y seguirán haciendo si nadie les pone freno. Eso lo sabemos porque como clase obrera y pueblo hemos luchado y se lucha hoy en esta resistencia a las políticas de ajuste que nos vienen aplicando.
Como todo en la vida, y en la existencia en general (animada o inanimada), los límites son relativos.
La fuerza que puede reunir el proletariado y sectores populares para hacer valer sus intereses, puede transponer los límites impuestos por las instituciones del sistema y obligar a la burguesía a hacer lo que no está dispuesta a hacer.
Dicho en otras palabras, la fuerza organizada de la clase obrera y el pueblo en unidad por sus reivindicaciones pueden hacer retroceder nacionalmente las políticas de ajuste y hasta vencer a la burguesía en el poder para conquistar una vida digna.
Pero para ello es necesario que esa fuerza se exprese en una organización política que unifique a la clase obrera en un proyecto claro hacia ese objetivo que no es otro que la revolución socialista.
Con su partido revolucionario, la clase obrera puede dirigir a los demás sectores oprimidos y formar juntos una organización más amplia en donde, a partir de la movilización y la participación masiva se decidan los cursos a seguir mediante el método de la democracia directa con delegados, removibles en cualquier momento, etc.
Así como la burguesía hace valer su democracia trucha cuando le conviene y cuando no, la pisotea y viola, el proletariado y sectores populares debemos practicar los principios democráticos revolucionarios y verdaderamente populares que hacen a la defensa de nuestros intereses.
La masividad y la movilización permanente (entendida ésta como la acción, debate, práctica asamblearia, resolución y ejecución de lo decidido por la mayoría), la unidad y la organización popular deben ser políticas, es decir, ser la expresión nacional orgánica de los intereses del proletariado y el pueblo en unidad. Porque a quienes tenemos que combatir es una clase organizada nacionalmente en el Estado e instituciones a su servicio para defender sus intereses que son opuestos a los nuestros.
El partido de la clase obrera es la organización que debe planificar e impulsar las huelgas nacionales reivindicativas y políticas que ninguna otra fuerza va a poder realizar, actuar como motor de los demás sectores ya que es la clase que maneja la producción, e ir desarrollando los pasos que deben proponerse en las asambleas populares para dar en conjunto y en unidad con los sectores populares. Esto lleva implícito motorizar el plan revolucionario en toda su extensión, dimensión y profundidad.
Por esas razones, dicho partido es el núcleo de acero indispensable en el proceso de liberación de este sistema opresor. Sin él es imposible avanzar hacia la liberación de estas cadenas que nos atan a una realidad cada vez más agobiante.
La lucha de clases no es otra cosa que lucha de fuerzas entre la burguesía por un lado y el proletariado y el pueblo por el otro.
Para llevarla adelante hacia el objetivo planteado es necesario organizar, robustecer y desarrollar el partido del proletariado y, simultáneamente, las organizaciones políticas que nucleen a las amplias capas populares oprimidas por este sistema capitalista en descomposición.