En la última semana de abril se ha confirmado la tendencia alcista de la lucha de clases en la Argentina.
Los conflictos son, en su gran mayoría, por aumentos salariales, en el marco de una licuación permanentes de los sueldos producto del alza generalizada de los precios, en particular de los alimentos y artículos de primera necesidad.
Textiles de la fábrica Algoselan de Luján, provincia de Buenos Aires; metalúrgicos/as de Tierra del Fuego; supervisores y técnicos aceiteros de una de las plantas de Cargill en la provincia de Santa Fe; personal de las empresas tercerizadas de los ferrocarriles; choferes de transporte de pasajeros de distintas provincias; trabajadores/as de prensa de Clarín, Página12 y Perfil; paro del sector bancario; trabajadores/as estatales de varias provincias y municipales de distintas jurisdicciones del país.
La oleada de reclamos abarca industria y servicios (donde empiezan a expresarse sectores estatales, que hasta hace un tiempo venían bastante relegados en la lucha). Como decíamos, el detonante principal es la cuestión salarial, pero al mismo tiempo también se multiplican centenares de expresiones de descontento cotidiano por condiciones de trabajo, aumento de la productividad, etc. que configuran un río subterráneo que se agita y gana en torrente día tras día.
Las condiciones de vida de millones de compatriotas que se ven afectadas por las políticas de ajuste de la burguesía monopolista y sus gobiernos, no son noticia.
Los medios del sistema reproducen las discusiones y diferencias de las distintas facciones de la política burguesa, especulan con candidaturas para 2023, se atreven a mencionar la necesidad de mayores ajustes para “superar la crisis”, pero las preocupaciones del pueblo trabajador caminan por otros andariveles.
La lucha por la vida se hace durísima con salarios que apenas cubren algunas semanas del mes.
Al mismo tiempo se conocen datos sobre las ganancias de los monopolios, como por ejemplo, lo bancos, que en 2021 consiguieron ganancias netas de más de 133.000 millones de pesos, según los propios informes del Banco Central.
La recuperación económica de la que alardea el gobierno tiene claros ganadores, en el medio de un proceso de concentración y centralización capitalista que no se detiene y que arroja a la pobreza a millones de trabajadores y trabajadoras.
En este marco de resistencia en aumento se van desenvolviendo nuevas vanguardias trabajadoras, con una incipiente pero marcada tendencia a llevar advente las demandas con organización propia, dado que las estructuras sindicales confirman su papel reaccionario y anti obrero junto a la acción de toda la institucionalidad de la burguesía que, como debe ser, interviene en los conflictos refrendar la política de achatamiento salarial que marca la agenda de los monopolios.
La lucha sigue siendo desigual todavía; al no existir un hilo conductor político de las mismas éstas se dan aun en un marco de aislamiento y desconocimiento.
Sin embargo, crece la consciencia de que si no es a través de la lucha y la organización el destino de las familias obreras será mayor despojo, aumento de las necesidades.
Este escenario marca una tendencia al alza del enfrentamiento.
En principio porque las necesidades son inmediatas, pero además, porque comienza a florecer la tradición de lucha de nuestro proletariado, el carácter de clase que imprime a sus demandas.
La marca en el orillo de una clase obrera que, aun en las condiciones de desventaja que se le presentan ante su enemigo de clase y toda su institucionalidad, es capaz de mostrarse rebelde, lejos de la sumisión que desearía la burguesía para seguir aumentando la explotación y la opresión.
En estas condiciones que la clase obrera y demás trabajadores y trabajadoras emprenden el enfrentamiento nos debemos mover y actuar los revolucionarios.
Convencidos que la actitud combativa seguirá en aumento y llevando adelante las tareas que permitan que el movimiento de luchas avance hacia cada vez mayor independencia política, mayor organización y protagonismo de las bases, presentando batalla abierta a las políticas reformistas y populistas que desvían los reclamos hacia sus intereses de clase.
Es un momento de aumentar la agitación, la propaganda, el debate político e ideológico que ayude a las masas trabajadoras a seguir avanzando ya no sólo en sus reclamos económicos sino también en su intervención en la lucha política.
El aumento de la conflictividad obrera y popular es la base para esas labores que se multiplican en épocas de alza.
Y que se vuelven más indispensables aun para que los caminos a seguir recorriendo sean los de una verdadera y antagónica lucha abierta contra la clase dominante y los aparatos sindicales y políticos a su servicio.