Hay una actividad creciente del proletariado argentino que viene a manifestarse en los últimos conflictos (colectiveros de las provincias, obreros del neumático, y decenas que los precedieron). Por su parte, no es despreciable el reanimamiento que aparece en ciertos sectores estatales como los de la salud en la Patagonia.
La situación de resistencia a las políticas de degradación de los ingresos populares (salarios, pensiones y todo tipo de aumentos), llamada “ajuste” que la oligarquía financiera aplica a través del gobierno de turno, va mostrando, cada vez más, una arista filosa que corta profundamente el inestable equilibrio de las superganancias que pretenden sostener los monopolios en su voraz carrera por aumentar sus capitales.
En este proceso destaca la rebeldía manifiesta de las nuevas camadas de jóvenes obreros sin “antigüedad” en las fábricas, que se plantan ante las imposiciones de la patronal de las grandes industrias.
La oligarquía financiera, ese sector de la clase burguesa dueño de los grandes monopolios transnacionales que operan en nuestro país, no puede someter (a los niveles que desea hacerlo) a la clase obrera y trabajadores argentinos.
En medio de esta puja que repercute en la imposibilidad de la burguesía de lograr una dirección política única y bien definida que lleve a buen puerto sus aspiraciones de superganancias, las peleas de conventillo entre sus representantes políticos tanto en las instituciones del Estado como en los partidos de todo el abanico que comprende desde la derecha más reaccionaria: Milei y su circo, el Macrismo, el peronismo en todas sus variantes y el radicalismo (sólo por nombrar a los partidos mayoritarios), a la izquierda con discursos “revolucionarios” pero igualmente retrógrada (el P.C. y el PCR apoyando al Frente de Todos, el P.O., el PTS, las distintas organizaciones piqueteras que administran los subsidios estatales y otros partidos menores), debilitan aún más las aspiraciones a someter la voluntad de trabajadores y sectores populares a los dictados de las instituciones estatales.
Nadie dice la verdad: todos y cada uno de ellos guarda el puñal bajo el poncho para ensartarnos al menor descuido.
La búsqueda, por parte de los oprimidos, de una salida a esta realidad agobiante empuja a una conducta independiente de las instituciones estatales dominadas por el poder burgués que tiene al Estado como principal herramienta de dominación política, económica y social.
Pero, así como la burguesía tiene ese amplio abanico político que utiliza para sus fines mostrando cínicamente el “juego de la democracia representativa” que nadie cree ya, es imperioso para la clase obrera contar con una representación política nacional que exprese sus intereses de lograr una vida digna de vivirse.
Las y los proletarios necesitamos desarrollar el partido político nacional que lleve adelante un plan de acción y unidad con los sectores populares oprimidos para enfrentar y vencer a la clase que genera todos nuestros padecimientos.
Porque las ganancias de los monopolios son nuestras pérdidas.
El partido de la clase obrera no es un partido para ganar elecciones y encaramarse en los puestos gubernamentales o parlamentarios e institucionales.
El partido de la clase obrera es el instrumento colectivo y nacional que se requiere para la elaboración de un plan de acción que sirva de guía al proletariado para enfrentar, desgastar hasta vencer a la clase que se enriquece generando pobreza para las grandes mayorías argentinas.
Y por ser un partido de lucha y combate, no puede más que seguir construyéndose en las bases obreras que se encuentran reunidas en los centros fabriles, cordones y parque industriales, en donde las y los obreros se encuentran diariamente y comparten sus penurias, sus privaciones, sus broncas y también sus aspiraciones a una vida mejor.
Luchando en cada fábrica, organizando a la mayor cantidad de compañeros y compañeras de la clase, en la zona, en la región y en todo el país, el partido se constituye en la herramienta de los obreros más decididos que colectivamente planifica los caminos a seguir, los puntos en donde golpear que debiliten a la burguesía y los lazos de unidad que debe ir concretando con los sectores populares los cuales se van expresando en organizaciones permanentes del pueblo.
Y ese partido es de la clase obrera porque ésta es la clase que produce y, por lo tanto, tiene en sus manos la llave de la vida de toda la sociedad.
Ese partido que nace desde lo profundo de la clase y que va ganando prestigio y reconocimiento como dirección política de toda la clase obrera es el partido político que necesitamos. Un partido revolucionario. El sostenimiento y fortalecimiento del partido de la clase obrera es el camino que debemos seguir transitando cada vez con más convicción y firmeza.
En el camino de la unidad en la lucha con los oprimidos del pueblo que la burguesía desprecia tanto como a la clase obrera, el partido va impulsando, y se van desarrollando, en forma autónoma pero íntimamente relacionadas con él, las organizaciones populares.
A partir de la experiencia que vienen transitando desde hace años las masas populares en lucha, éstas deciden y ejecutan sus acciones con el método de la democracia directa o democracia proletaria que es la verdadera democracia por la cual luchamos.
No hay opción. El capitalismo monopolista nunca es ni será humano como nos quieren hacer creer los populistas peronistas y los reaccionarios liberales, y tampoco hay vuelta atrás para la instalación de un capitalismo de libre concurrencia sin monopolios.
La burguesía va a insistir en sus objetivos de concentrar más capital a costa del sufrimiento de la clase obrera y el pueblo, haciendo descender más abruptamente los ingresos y las penurias. Seguirá mintiendo al mostrar caras populistas, liberales e izquierdistas con personajes que prometerán y luego defraudarán tal como viene pasando desde la instauración de esta democracia de pacotilla.
El partido político de la clase obrera es el instrumento que se requiere para poder salir de este mundo oprobioso al que nos tiene condenado la burguesía y todas sus instituciones estatales dentro de las cuales debe señalarse a los sindicatos, que actúan como un muro en donde se estrellan las aspiraciones de los trabajadores y al que acude la burguesía para engañar, entorpecer y derrotar cada lucha de los trabajadores que amenace sus ganancias.
El camino que tenemos por delante es político. Político revolucionario, significado que a ningún político burgués por más que se vista de izquierda se la va a caer de la boca.
Nuestro compromiso desde el PRT es seguir construyendo y robusteciendo el partido del proletariado que irá sumando, seguramente, a otros destacamentos revolucionarios dispersos que también empujan hacia una salida, más las organizaciones políticas de masas populares. Así es como vamos a generar la fuerza social material que dé por terminada esta sociedad en decadencia que huele a podrido y se hace insoportable.