La burguesía y la trampa de su democracia

“Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida”. (Ernesto “Che” Guevara; El socialismo y el hombre en Cuba, 1965)

Nos vamos a permitir plagiar al Che y diremos: no podemos encarar el objetivo de la lucha por el poder con las armas melladas de la burguesía. Si hacemos eso, sin dudas, llegaremos a un callejón sin salida.

Y el plagio lo hacemos conscientemente porque la profundidad de la frase de Guevara va más allá del objetivo por la que fue escrita. Podríamos decir que, como otros grandes revolucionarios de la historia de la humanidad, esas líneas expresan una suerte de legado fundamental para entender el papel de los revolucionarios, en todas las épocas.

El Che escribe esto en el contexto del artículo mencionado, en donde intenta explicar cómo en un pequeño país como Cuba se estaba llevando adelante la construcción del socialismo. Y cuando se refiere a las “armas melladas” no lo hace sólo para nombrar las categorías económicas que dominan el modo de producción capitalista. Se refiere, además y principalmente, al andamiaje ideológico que la clase burguesa despliega para sostener la “inviolabilidad”, podríamos decir, de esas categorías. En el resto del artículo (que, por supuesto, sugerimos leer completo) desarrolla precisamente el papel que él le otorgaba a la cuestión de la conciencia comunista para enfrentar esas verdades absolutas del capital.

Pero volviendo al objetivo central de nuestra nota, decíamos que lo escrito por el Che, en ese párrafo en particular, en su esencia ayuda a comprender las tareas actuales de los comunistas para la construcción de un proyecto político revolucionario que se proponga derrotar el poder de la burguesía monopolista, encabezado por la clase obrera en alianza con demás sectores explotados y oprimidos.

En la época histórica que nos toca atravesar la lucha política e ideológica que la burguesía despliega está centrada en la reafirmación permanente acerca de que la democracia burguesa es, aun con sus defectos como ellos mismos dicen, la única forma de organizar políticamente a la sociedad humana.

Y, por lo tanto, son las sacrosantas instituciones burguesas las que expresan la forma del contenido profundo de la democracia burguesa, el cual se traduce en delegar la representatividad “a los que saben, a los que se preparan para gobernar o para dirigir”.

Esta concepción es llevada a todos los planos de la organización política y social.

La masa, como le gusta llamar a los sociólogos burgueses a las masas populares, sólo está para “elegir” y delegar su poder a sus supuestos representantes.

Y más aún, si esos representantes se hacen llamar de izquierda, socialistas, revolucionarios, pero respetan y reproducen los cánones de la representatividad burguesa, sus instituciones (sean éstas políticas o gremiales), la legalidad que de ellas emana, serán bienvenidos para ayudar en la ardua tarea que tiene la burguesía de sostenerse en el poder y de lograr que a la llamada masa no se le pase siquiera por la cabeza la posibilidad de intervenir directamente en los asuntos de la política.

Resulta entonces que si lo que se pretende en verdad es construir un proyecto de lucha por el poder, antagónico al poder de la clase dominante, no es posible hacerlo con las armas melladas que esa clase nos otorga.

No sólo, reiteramos, sometiéndonos a su institucionalidad y legalidad sino y, sobre todo, replicando en la construcción política y social las concepciones burguesas de representación y delegación.

¿Significa esto afirmar que no hay que peticionar y exigir ante las instituciones del sistema; que no hay que utilizarlas si es conveniente en determinadas situaciones políticas? Por supuesto que no.

Sí afirmamos que no se trata de utilizarlas para poner en ellas las expectativas de cambio social, sino todo lo contrario; es para denunciarlas, desprestigiarlas ante los ojos de las masas, demostrar que son parte del andamiaje institucional que sostiene la explotación y la opresión sobre la clase obrera y el pueblo.

Los comunistas no descartamos ninguna forma de lucha a priori.

Pero definimos en cada etapa de la lucha de clases dónde debe apuntar una táctica revolucionaria que acumule para el objetivo estratégico del poder.

En la actual etapa histórica debemos presentar un enfrentamiento intransigente contra la forma de dominación predominante que ha adoptado la clase en el poder: la democracia burguesa.

Ello implica una lucha ideológica permanente contra el engaño y la mentira en la que está fundada tal forma de dominación. Y una lucha política acérrima en el terreno que se trate por contribuir a que el movimiento de masas adopte formas de organización que desarrollen la democracia directa, la democracia en la que el poder está fundado en la organización de las masas para debatir, decidir y ejecutar sus tácticas con total independencia política respecto de la clase enemiga.

No para delegar ese poder, por más que se delegue en “representantes honestos”, porque de lo que se trata es de ayudar a superar las concepciones burguesas e impulsar lo nuevo que nace de las entrañas de la práctica social.

Regresando a lo de las armas melladas, la burguesía nos “pone a disposición” su arma predilecta: su democracia. Y más todavía nos permite practicar tiro en sus polígonos, que son sus instituciones. Y para completar, también provee las balas, representadas en sus ideas, sus concepciones. Utilizar esas armas lleva, indefectiblemente, al reformismo, a terminar domesticados por la clase burguesa, a un callejón sin salida, para seguir plagiando al Che.

Nuestra arma principal para enfrentarla es la democracia directa; nuestros polígonos: las organizaciones que construyamos, que reflejen ese tipo de democracia y desarrollen la participación directa de las masas en la lucha de clases; nuestras balas: las ideas, las políticas, las tácticas que nos hagan avanzar en la lucha por el poder.

 

 

Compartí este artículo