La vida es otra cosa


Vuela un centro de salud en Cona Niyeu, dejando un saldo de un enfermero y su hijo heridos.

Los trabajadores del sector todavía deben reclamar y luchar por salarios y condiciones de trabajo, reclamo que lleva ya, al menos, dos años.

El 22 de junio, en horas de la madrugada otro asesinato laboral se llevó la vida de un trabajador petrolero por la explosión de una válvula que estaba operando en horas nocturnas y otro trabajador resultó herido.

Pero el dolor es del pueblo, las noticias del sector siguen festejando los millones que amasan con sangre.

El sindicato, fiel servidor de los negocios, sacó un “paro sin afectación de la producción” que horas más tarde fue levantado por “la promesa del Ministerio de Trabajo”, promesa que, como siempre, sólo será eso, un jetoneo sobre “investigación” y “compromiso” y sarasa sarasa… nuestro pueblo trabajador seguirá poniendo la vida como moneda de cambio de los negocios empresarios.

Mientras tanto, la crisis hídrica provocada por el fracking amenaza la producción de energía eléctrica y el agua para consumo de los hogares y para riego, lo que necesariamente derivará en un aumento del precio de la energía y restricciones en el uso del agua.

Los “accidentes” ambientales se multiplican y no hay gasoil para el transporte.

Un grupo de personas toma tierras para vivir, e inmediatamente está la orden para desalojar violentamente, a pesar de que no existen planes de vivienda del Estado, accesibles al pueblo laborioso, y que los alquileres (que, por cierto, no están contemplados en la “canasta básica”) superan muchas veces el salario y tienen condiciones leoninas para su acceso.

Esta serie de hechos, ocurridos en los últimos cuatro días y sólo en nuestra zona del Alto Valle, enumerados sintéticamente, son apenas una reseña de lo que trasciende; por debajo de ellos, millones de personas se preguntan cada día cómo hacer para seguir viviendo en estas inhumanas condiciones.

Esto es el capitalismo, sobre todo en esta etapa, la etapa imperialista. Muerte, destrucción, hambre, miseria, salarios que no alcanzan, trabajos asesinos, falta de lo mínimo necesario para la vida de quienes trabajamos y con la promesa de empeorar.

Si lo que regula las relaciones sociales -es decir, la política-, es la ganancia, entonces ¿qué vida digna podemos esperar en este sistema, si nuestra dignidad “cuesta plata”?

Porque ese es el problema. Recursos hay. Hay recursos para seguridad en el trabajo, hay recursos para escuelas y hospitales, hay recursos para viviendas, para salarios dignos, para empleos dignos para todas las personas; pero esos recursos, que se producen con el trabajo de la clase obrera, no vuelven al pueblo. Se los apropia un sector muy concentrado de la población mundial, un sector minoritario que posee y controla capitales que superan el producto bruto de varios países.

Por ejemplo, cuando desde el poder hablan peyorativamente de “planeros” refiriéndose a los seres humanos que este sistema excluye del sector productivo y que carecen de todo medio de subsistencia; se cuidan muy bien de decir que el subsidio a las petroleras en 2020 alcanzó el 9% del PBI; y que, además de esos subsidios directos, también son beneficiados con exenciones impositivas, incentivos fiscales a la exportación, obras de infraestructura y cuanto pidan para aumentar sus negocios y sus ganancias millonarias.

Es por eso que decimos que la vida está en otro lado

Porque, si todos esos recursos que están y sobran, en vez de administrarlos la burguesía y sus lacayos de turno en la rosada, gobernaciones, municipios y sindicatos, los administrara colectivamente el pueblo trabajador organizado, entonces no moriríamos trabajando, los centros de salud y educación serían excelentes tanto en infraestructura, como en el personal que además de ser suficiente viviría dignamente, si necesitamos petróleo no se extraería en condiciones de avasallamiento del resto de la vida, habría vivienda, trabajo digno, tiempo de disfrutar en familia, tiempo para estudiar y para crecer intelectual y espiritualmente

Y esa vida de la que hablamos y que, además, merecemos, está al alcance de nuestras manos si nos organizamos por abajo, por fuera de las instituciones de los explotadores, con asambleas por sector y delegados a asamblea general; en el trabajo y desde allí a otros trabajadores, al barrio, a la escuela, donde estamos, donde vivimos, en la más amplia unidad y con la mayor democracia y, así, enfrentamos la muerte a la que quieren someternos.

 

Compartí este artículo