Las medidas que tomó la nueva ministra de economía son una confirmación de las que venía llevando a cabo el renunciado Guzmán.
Todas decisiones que confirman el carácter de clase de este gobierno al servicio del capitalismo monopolista. Nada, absolutamente nada, referido al mejoramiento de las condiciones de los trabajadores y sectores populares oprimidos.
Por supuesto es que no podíamos esperar otra cosa, pero hacemos hincapié en esta decisión para confirmar lo que venimos diciendo: “la clase social cuyos intereses se ven beneficiados con este gobierno, con el anterior, y con todos los que sean producto del mecanismo institucional de este Estado, es la burguesía y, más precisamente, la facción más concentrada de la misma, la oligarquía financiera”.
El problema que enfrentamos como trabajadores, al igual que los demás sectores oprimidos, es el ejercicio del poder de esa clase que somete a las grandes mayorías de la población laboriosa a los dictados de su ganancia y su democracia formal tan falsa como dólar rosado, la cual sólo sirve de cobertura institucional para sostener la acumulación y concentración de más capital.
La resistencia a dichas políticas que vienen haciendo la clase obrera, otros sectores de trabajadores y pueblo oprimido, con picos de luchas y en forma creciente, aunque todavía aisladas, pero, en algunos casos, contundentes, es el camino que debemos profundizar y generalizar.
Y, tal como lo vienen haciendo los protagonistas de esas luchas, las mismas no pueden ser más que realizadas por la propia clase obrera autoconvocada y organizada desde las bases. Nadie puede representar a la clase obrera en su protagonismo.
Precisamente, el partido revolucionario, el partido de la clase obrera, es la expresión más avanzada de la clase, la organización de la vanguardia más destacada que tiene un plan nacional para avanzar en la revolución y tomar el poder con el fin de construir el socialismo, poniéndose al frente de la lucha. Pero este partido, nunca puede remplazar la labor revolucionaria de la clase obrera.
Por eso decimos que, en cada industria, en cada lugar de trabajo, los proletarios debemos ejercer la democracia propia de nuestra clase, a través de impulsar el debate, las asambleas, la unidad, la organización y las iniciativas necesarias para pelear por nuestros propios intereses que, en lo inmediato, son el salario y las condiciones de vida, además de las libertades políticas que nos permitan tener nuestras propias herramientas orgánicas y de unidad.
Es muy importante las conquistas que se logran en cada empresa y debemos darle mucho valor porque acumulan fuerza, experiencia, organización, etc. Ése es el camino que tenemos que recorrer. Pero siempre debemos tener una visión de que somos una clase que se enfrenta con otra clase con intereses antagónicos e irreconciliables.
Las acciones, si bien se inician en cada ámbito de trabajo, cualesquiera sean que se decidan, deben trasponer rápidamente los límites de la empresa y buscar la unidad y solidaridad con otros trabajadores (no importa la rama a la que pertenezcan) y sectores populares de la zona, porque el problema que tenemos que enfrentar es un problema de clase y no de rama de producción o servicio.
Acá, la política que implementa la burguesía para el achatamiento salarial de los trabajadores e ingresos generales y empeoramiento de las condiciones de vida de la población oprimida, está destinada a toda la clase obrera y a quienes malviven de su trabajo, jubilación o pensión, incluso a los excluidos del sistema.
Por esa razón, al tiempo que desarrollamos la lucha contra la patronal como parte de la burguesía, debemos combatir también no sólo la complicidad del sindicalismo empresarial que entrega los conflictos, lleva a engaños y al desgaste, además debemos enfrentar sin tregua a aquéllas ideas de encerrarnos al interior de la empresa, como si los dueños de la misma, principalmente los monopolistas, no fueran responsables de ser parte de la aplicación de las medidas que sufrimos los trabajadores y sectores oprimidos en todo el país.
El capital dirime sus conflictos por la fuerza, por eso, pensar que la burguesía va a entrar en razón o que una negociación va a llevar a buen puerto es utopía pura. Todo reclamo que no esté asentado en el enfrentamiento, la movilización, el debate permanente y la organización masiva desde las bases de trabajadores, nunca va a lograr nada. Sólo abundará en engaños y prolongación de nuestros padecimientos.
Debemos oponernos y desarmar toda esa mentira que se ventila en nuestros puestos de trabajo, normalmente desde los sindicatos o como comentarios de la propia empresa.
No habrá conquistas, si no tenemos la fuerza para lograrla. Ésa, y no otra, es la historia de nuestra clase.