El poder no se «acomoda” y el abajo se incomoda

Es difícil que el poder se acomode, sus crisis políticas no son nuevas y todo indica que las mismas tenderán a profundizarse.

Sin embargo, los negocios son los negocios y en el mientras tanto hay ganadores y perdedores. Varios artículos de nuestra página abundan en ello.

La actual crisis económica implica un peldaño más de concentración económica y centralización de capitales. Esta crisis “recién empieza” en este nuevo ciclo y es difícil aún prever las consecuencias mediatas de esta devastadora ola.

Por arriba habrá quienes serán absorbidos por capitales de más peso y envergadura. Habrá nuevas “fusiones”, “nuevas sociedades” etc., denominaciones que solo encubren la guerra intercapitalista.

Por abajo habrá un agravamiento de las condiciones de vida de la ya ajetreada situación que vive nuestro pueblo.

¡Al poder no hay que dejarlo acomodar! Eso quiere decir que la actual lucha de clases, así como está dada, provoca un fuerte dolor de cabeza a quienes -de una u otra manera- quieren hacer agachar el hocico a un pueblo muy cansado de “tanto cansancio”.

La bronca, el descontento, la movilización por reclamos van creciendo y al poder burgués eso lo incomoda. La crisis del sistema estalla de tanto en tanto, pero se vive en crisis política estructural y los negocios no se acomodan para el gusto y paladar de la burguesía monopolista.

Pero de este lado de la barricada nos enfrentamos a la gran mentira que ofrece la “democracia” burguesa y a la que tanta devoción le rinden las fuerzas políticas del sistema. Desde ya incluimos a las fuerzas políticas de izquierda que tanto daño hacen en el plano de las ideas a la clase obrera y al pueblo en general.

¿Cuál es ese daño? Intentan despertar expectativas en el actual sistema democrático y ello entorpece o intenta amainar el dolor          que viene por abajo. Sobre todo, la lucha.

¿Logran el objetivo? En parte sí. Con sus vocabularios de combatividad, clasismo, etc. oxigenan por un “tiempito” las debilidades del sistema. Por otra parte, no logran los objetivos. Cada vez más a lo largo de la experiencia de la lucha de clases, el proletariado los ha venido probando, experimentando y su poder de fuego se ha debilitado enormemente. Infinitas embestidas de la clase fueron llevadas a la derrota. Hoy las cosas están cambiando.

El sistema “democrático” (donde se delega en unos pocos el poder de decisión) es lo institucional que tiñe la política y la metodología ya instituida. Es en el plano eminentemente político que está a la vista, pero también lo es en el plano sindical. Donde los sindicatos se rigen por las mismas reglas de juego: desde los más desembozados y añejos gremios-empresariales hasta los gremios “combativos y clasistas” que se rigen por la consigna inolvidable impuesta en los 90 en el famoso ¡Síganme! de Menem.

Pero lo nuevo no termina de nacer. La autoconvocatoria que viene experimentando nuestro pueblo desde hace muchísimo tiempo y que es una afrenta al poder no termina de plasmarse como una alternativa a la democracia burguesa. Es un acto reflejo de aquel ¡que se vayan todos! pero la vida nos demostró que por sí misma la autoconvocatoria no es suficiente.

La democracia obrera, es antagónica a la democracia burguesa.

¿Por qué? Entre otras cosas porque no delega a “representantes” las responsabilidades de las mayorías. La asamblea bien abajo, no importa la forma que adopte la misma, es la base de la democracia obrera. Es allí en donde se deben debatir políticamente todas las injusticias que provoca el sistema y es la primera instancia de elevación de la conciencia de clase y de organización revolucionaria de nuestra clase.

¿Por qué revolucionaria? Porque entre otras cosas permite a la clase involucrarse y decidir en la lucha, lo que será la base fundamental de un futuro gobierno de carácter revolucionario.

El ejercicio de hoy de la democracia directa o de democracia obrera es revolucionario porque en el debate político en las asambleas, desde la lucha más pequeña, se va introduciendo la lucha por el poder, de por qué la unidad es bien abajo y sin “representantes” que lo frenan todo.

Hay experiencias embrionarias en la clase que van adquiriendo el peso necesario en un contexto de resistencia.

Nuestro partido. Entendemos que esta concepción de poder que nuestro partido lleva adelante consiste en valorizar la experiencia hasta aquí hecha fundamentalmente por nuestra clase obrera. Para que ella se sintetice en un proyecto que hemos echado a andar con un programa revolucionario de carácter socialista.

Necesitamos fortalecer el PRT para que esa democracia obrera y directa se transforme en una alternativa al poder burgués hoy expresado en la “democracia” burguesa.

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