En Industrias Piñeiro trabajan 60 obreros. Es una fundición de plomo, una de las 20 en el país. Está ubicada a 500 metros de la Ruta 18 que va a Pergamino, y la Ruta A012, que proviene de la General Motors, aproximadamente a 3 km.
Produce mensualmente alrededor de 70 millones de pesos mensuales. Con el 10% de ese monto se les paga el sueldo a los 60 obreros. Con la mitad de lo que le queda paga la materia prima, los servicios, la energía y todo lo demás. Fácilmente el propietario se lleva más de 30 millones de pesos mensuales. O sea: hay una diferencia abismal entre lo que él gana, y lo que “ganan” los obreros entre todos.
La empresa, en los últimos 20 años tuvo distintos nombres. Empezó en 2.005 en Cnel. Domínguez con 100 obreros que hacían 400.000 kg de plomo refinado mensuales, unos 4.000 ó 5.000 kg por obrero.
En el año 2018 se llega a 1.200.000 kg. por mes, pero ya con 50 obreros. Ni un peso más en salario obtuvieron los trabajadores a pesar de estar sometidos a una mayor explotación.
Hoy, con 400.000 kg. (una producción similar al 2012) Industria Piñeiro sigue ganando fortunas.
Con la misma gestión desde hace 30 años, esta empresa se caracterizó siempre por administrar los sueldos y las relaciones laborales a la vieja usanza, como en “el siglo pasado”: pagando como quiere, lo que quiere y cuando quiere”.
El año pasado se realiza una elección de delegados por primera vez en donde comienza a revertirse la situación. Lo característico siempre fue la ausencia de delegados en toda la historia la empresa.
De octubre hasta hoy se realizaron 8 paros, casi un paro por mes o más. Los mismos han sido por condiciones de trabajo, salariales, categorías, por menos impacto ambiental y un sin fin de injusticias más.
Esta vez los trabajadores decidieron dar un paso adelante con procesos donde la conciencia va madurando y a veces tiene caminos complejos que recorrer. Desde la propia experiencia los trabajadores fueron madurando sintiéndose representados por las asambleas colectivas.
La experiencia gremial desde las bases muestra cómo la voluntad individual se ablanda para conformar esa voluntad común, donde se va coincidiendo en la necesidad de dar un paso adelante.
En palabras de uno de ellos: “Los compañeros que se golpeaban el pecho en el vestuario o gritaban disconformes por una u otra injusticia, comenzaron a entender que había que juntarse, no todos al principio, pero sí la mayoría. Y de ahí nacieron las asambleas. Ellos mismos entendieron que había que decidir en conjunto. Y esa experiencia te abre el corazón, porque sale de tus compañeros la voluntad de deliberar las cuestiones que nos importan a todos y sacar lo mejor de esas asambleas …Y así salieron los paros. Así salió la solidaridad entre compañeros por un remedio o por un cumpleaños, cosas pequeñas pero que van cimentando la unidad”.
En el último paro que se realizó el 4 de julio se plantea al gerente que si ellos iban a hacer la producción los trabajadores les iban a cortar totalmente la energía eléctrica de la planta. Y no pudieron hacer nada. Y que si seguían insistiendo en no pagar el aguinaldo como corresponde iban a cortar la ruta, porque la fábrica está justo frente a la Ruta Nacional 18. Y por primera vez en 30 años la empresa pagó el aguinaldo en fecha. Primero había dicho que lo pagaría en tres cuotas mensuales, pero con el paro total de actividades (como por arte de magia) la plata apareció al otro día.
En los paros anteriores (de los últimos meses) a los trabajadores les habían descontado las horas caídas, los premios semanales a la producción, etc. Esta vez no hubo descuentos, la patronal se asustó: no quería que apareciera el nombre de la empresa en los medios de Rosario.
Uno de los argumentos que utilizan los trabajadores es que la empresa no tiene la autoridad moral para suspender o despedir a nadie porque no hace los aportes sociales, no hace los aportes sindicales, no hace los aportes previsionales, o los paga en cuotas. Paga cada tanto lo del año anterior y muchas veces los trabajadores cuando van a la obra social no son atendidos. Allí verifican los aportes y les dicen que hace 7 u 8 meses que la empresa no los hace. Les meten la mano en el bolsillo todos los meses haciendo los descuentos, pero no los aportan.
Lo que hoy es Industrias Piñeiro debe haber cambiado como diez veces de razón social con el actual propietario. La vacían llenándola de deudas y la “abandonan”. Deudas previsionales, sociales, sindicales, a los proveedores… Al cabo de unos años, cuando está atiborrada de deudas, deciden cambiar de firma. No sorprende que lleguen demandas y pedidos de quiebra allí donde están los trabajadores y alguien informe que “no existe más esa fábrica, que ahora es otra”. Y a los obreros la patronal les dice: “les mantengo el trabajo, pero ahora tenemos que cambiar de razón social”.
Otro tema tiene que ver con que “la seguridad” de la empresa está en manos de gendarmes en actividad o retirados. Uno de los días en que se largaba un paro, la patronal los convocó para que vayan armados. A pesar que lo hicieron, los trabajadores lograron cambiar esa situación: ¡también les pagan en negro a los vigiladores! Por eso sumaron a la mayoría a los reclamos, planteándole a la patronal que si no los blanqueaba a ellos también lo iban a denunciar públicamente y ante el Ministerio de Trabajo.
Pero el problema fundamental en el funcionamiento de esta planta es la plombemia que padecen las tres cuartas partes de las personas que trabajan en contacto directo con el plomo refinado.
El año pasado 12 trabajadores fueron despedidos por plombemia. La ART los asiste por 2 años. Luego, sin recuperarse por completo son despedidos con el 50% de la indemnización. Es decir que la empresa, el “sistema democrático” y sus instituciones arrojan a la calle a un inválido social. Esta es otra gran lucha que tienen los trabajadores. Y ya saben que la empresa está preparando sus estrategias para responder a un nuevo conflicto, no se sabe cuándo pero que en algún momento va a suceder.
Como dice otro compañero: “Se le planteó a fin de año al patrón que, si él quería una fábrica “nueva”, que nos despidiera a todos los que padecemos el plomo con el 100% de la indemnización más la doble indemnización que regía hasta ese momento. Y respondió junto al abogado que no lo haría porque dejaría de funcionar la fábrica, que se quedaría sin obreros con oficio. Ése es el problema que tiene. Entonces lo que él está planificando es el despido en forma individual, uno por uno. Y así es como los obreros somos descartados, porque los mismos profesionales que nos asisten, los abogados, nos dicen: – la ley dice eso-. Y el trabajador no se puede recuperar de la plombemia y la fábrica no tiene un lugar para que siga trabajando, tiene derecho a despedirlo con el 50 % de la indemnización. Estamos en contra de dejar inválidos sociales en la calle”.
La extraordinaria experiencia que vienen haciendo desde las bases los trabajadores de Industrias Piñeiro es una verdadera enseñanza. No sólo para toda la clase obrera de la provincia de Santa Fe sino para todas las trabajadoras y los trabajadores de nuestro país.
No hay paso “chico” o paso “grande” a la hora de la lucha de clases. Cada paso suma a ese enorme torrente, harto de tantas postergaciones y en búsqueda permanente por su emancipación como clase. Saludamos fervorosamente a los trabajadores de Industrias Piñeiro y ponemos a su disposición los medios a nuestro alcance para continuar difundiendo sus luchas.