Quizás haya quienes ya la conozcan, pero otros seguramente no. Por eso, hoy traemos de vuelta la experiencia que hiciera nuestra clase obrera en el mes de julio de 1975.
Momentos donde el país se vio sacudido por una impresionante demostración de fuerza, una verdadera rebelión obrera que, al cabo de varios días de lucha, terminó agudizando la crisis política del gobierno de la burguesía y poniendo la lucha de clases al rojo vivo.
No es casual que la historia oficial trate de borrar o minimizar su impacto, porque esos hechos ponen blanco sobre negro cuál fue la verdadera disputa de aquellos años, y ayudan a comprender lo que vino después inclusive hasta nuestros días.
El 25 de mayo de 1973 (después de siete años de dictadura militar) asume el gobierno de Cámpora. Su Ministro de Economía (Gelbard) propone un pacto social que es firmado por Broner, de la CGE (Confederación General Económica, cámara empresarial de la época) y por Rucci, de la CGT (Confederación General del Trabajo). Sí, como siempre, la CGT “cumpliendo” su papel.
El pacto social consistía en congelar por dos años las discusiones laborales, en particular las referidas al salario, quedando el Estado como único encargado de fijar aumentos de sueldos. Esta decisión, tomada a espaldas de las y los trabajadores obviamente, provocó una ola de repudio en todas las bases obreras dando nacimiento a novedosas formas de organización.
Vencido el plazo del pacto social, el 4 de junio de 1975, el flamante Ministro de Economía, Celestino Rodrigo, anuncia un nuevo plan económico, conocido como el Rodrigazo.
Ese plan, era un típico plan de ajuste a fondo y sus medidas eran: devaluación de un 160%, aumento del 100% en los servicios públicos y el transporte, incremento del 180% en los combustibles y un aumento de salarios del 45%. Ya se imaginan lo que viene después ¿no?
Se abren las discusiones paritarias y la UOM consigue un aumento que rápidamente se toma como referencia para el conjunto de los trabajadores. El gobierno de Isabel Perón decide no homologar los nuevos convenios y la bronca estalla.
Motorizado por los flamantes comités fabriles, la clase obrera fogoneaba la protesta en las calles, hasta forzar a la CGT – que había sido totalmente desbordada y sorprendida- a declarar un paro nacional de 48 horas.
Los comités fabriles que se habían forjado en los dos años de pacto social, habían nacido fundamentalmente desde la solidaridad con cada fábrica en conflicto, aglutinando a las y los trabajadores de cada cordón industrial más allá de las ramas productivas y sus organizaciones, combinándose o enfrentándolas, según fuese el carácter de cada seccional gremial.
En julio de 1975 son estos comités fabriles los que impulsan las masivas manifestaciones (en especial la de zona norte del conurbano bonaerense, que paraliza el cordón más importante del país, sobre la Panamericana) para marchar en tres columnas hacia la Capital Federal. A excepción de la de Norte (retenida por las fuerzas represivas a la altura de Márquez) las otras dos (Oeste y Sur) pudieron llegar al centro de la ciudad.
Es tan grande la derrota política del gobierno y el terror de la burguesía que Isabel Perón debe retroceder, homologar todos los convenios (que son los que continúan aún vigentes); y sacar a tres ministros: Rodrigo de Economía, Otero de Trabajo y Lopez Rega de Bienestar Social. ¡Un verdadero golazo de nuestra clase!
Esa conducta ejemplar y masiva desnudó la incapacidad del gobierno, mostró a las bases quebrando el corsé del gremialismo y a las organizaciones revolucionarias profundizando el trabajo político.
Cómo parar esta fuerza fue la preocupación central de la burguesía.
Si bien luego de estos hechos se produce un reflujo del movimiento, el golpe del 24 de marzo de 1976 viene a parar la pelota, poniendo a la clase obrera como el enemigo a derrotar, y a su vanguardia como blanco dilecto de su accionar criminal.
El impacto directo en las condiciones laborales, puede verse también en el nefasto decreto ley 664/76, que cambió la Ley de Contrato de Trabajo y que –a casi 40 años del final de aquella dictadura- continúa vigente. Una muestra más del continuismo monopolista de los gobiernos que se sucedieron.
Las jornadas de julio de 1975 son una tremenda enseñanza del poder de la organización política independiente que tenemos como clase, poder que deberemos seguir consolidando en cada enfrentamiento.