En los últimos días de julio, las cámaras empresariales de la corporación vitivinícola festejaban sin mucho alarde el “negoción” que estaban cerrando con la burocracia del FOEVA, en la reapertura o revisión de paritarias 2022.
Teniendo en cuenta “el deterioro salarial provocado por la inflación” se convino otorgar un miserable bono de $6.500 por mes hasta febrero 2023 cuando se traten paritarias para la próxima temporada.
Este arreglo indignó a la masa de trabajadores y trabajadoras vitivinícolas, que no comen vidrio, que ven pasar por sus narices a diario la producción que ellos mismos producen ya sea para mercado interno como para exportación, generando millonarias ganancias a la patronal bodeguera.
Esta indignación llevó a las y los trabajadores más decididos a manifestarse y escrachar a los negociadores, principalmente en el sindicato SOEVA de Maipú, reclamando por la pasividad de los burócratas y denunciando su complicidad con las patronales.
Después de tres escraches le arrancaron la convocatoria de un plenario de delegados donde pudieran expresarse sobre la miserable revisión de paritaria ya “cerrada”.
El plenario contó con un alto número de participantes de bodegas y viñas. Más allá de los intentos de justificación de la burocracia por esta última mala negociación, los delegados y delegadas impusieron medidas de acción directa para revertir esta situación.
Se resolvió unificar en un solo reclamo: bono mensual de emergencia de $25.000 hasta febrero 2023, con alcance para todos: efectivos, contratados directos, contratados de agencia, de bodega y de viña. El reclamo se canalizaría por pedido directo a cada patronal por lo cual se harían asambleas en cada establecimiento.
A partir del miércoles 30 de agosto se vienen realizando una o dos asambleas diarias en distintas bodegas y fincas, donde el acatamiento es total a pesar de las amenazas patronales de descontar horas y premios.
Dos horas sin producción les duele a las patronales, pero más les dueles la desobediencia demostrada en la acción directa rechazando del acuerdo paritario. Les duele la solidaridad de clase demostrada, todos a la asamblea, todos de paro, reclamando por lo mismo para todos por igual.
Estas acciones, por ahora en Maipú (que es donde se concentran las principales bodegas de la industria) se mantienen y seguirán hasta tanto no haya respuesta de las patronales.
A pesar de lo agitado del ambiente político nacional, las y los trabajadores dicen que es un atentado diario los miserables sueldos que tienen (entre 50 y 60 mil pesos); que el odio es el que expresan las patronales contra la clase obrera cuando desde las bases nace la rebelión; y que la democracia a defender es la democracia directa que se ejerce en cada asamblea, muy a pesar de las burocracias sindicales.