Los medios del rubro inundan las noticias con las maravillosas promesas que trae Vaca Muerta.
Proyectos de negocios millonarios y grandes sonrisas contando billetes, hablan de un supuesto futuro como proveedor de energía para el mundo… En otro contexto del desarrollo capitalista, nada que envidiar a aquél “granero del mundo”, del que tampoco nos quedó nada más que miseria.
Aclaremos desde ya que las inversiones de las que hablan no salen de “fondos propios” de “buenos empresarios que dan trabajo”, sino de préstamos, de deuda financiera que luego es pagada por el propio pueblo trabajador, sea que se “estatice” la misma o que se transfiera el valor del producto del trabajo social mediante deuda externa, bonos, subsidios directos, promociones a la exportación y todo cuanto otro mecanismo les asegure las ganancias, que siempre están sostenidas sobre la explotación del trabajo
Todo esto en medio de una pelea entre capitales imperialistas, que mediante el control de los resortes estatales se disputan los negocios de forma cada vez más urgente y violenta; siendo el único límite a esa violencia la oposición de los pueblos del mundo.
Así es como, por un lado, la OPEP controla el precio del barril del crudo convencional, para abaratar el precio, como maniobra de contienda con otros capitales; utilizando los mayores costos de producción que representa el fracking, tratando que la actividad no resulte rentable, y así ganar la contienda por recursos y mercados.
Es claro que esta pelea no es una simple pelea de negocios; el que pierde queda afuera, no nos olvidemos que la ganancia capitalista sale de la explotación al trabajo obrero y de la expoliación a otros capitalistas, en un proceso cada vez más sangriento: las guerras en el mundo así lo demuestran.
Es que la crisis capitalista aprieta, y requiere con urgencia que, mediante los resortes de los Estados, se garanticen las ganancias. Así, si los costos aumentan, será el pueblo, a través de los mecanismos del Estado el que subsidie esa “pérdida”. De la misma manera, la necesidad apremiante de sus negocios y sus ganancias, pone al Estado a la construcción de la infraestructura necesaria para que los millones broten con rapidez para la oligarquía, a través de caminos, ductos, etc.
Y Gutiérrez lo dice claramente: “En la articulación de lo público y privado hay un entendimiento de que las concepciones que hemos otorgado sientan la base, (…) entonces cada uno en su lugar, cada uno desde el puesto y la responsabilidad que ocupa, está viendo cómo puede ir despejando el camino para liberar y dejar al sector privado que avance y desarrolle esta inversión (…) es muy importante para mí cumplir este segundo mandato en estos 8 años, dejando resuelto el problema de las pistas, de la ruta para transportar el petróleo y el gas con la construcción de estos oleoductos y gasoductos, porque permiten darle sustentabilidad permite darle certezas y seguridades, horizonte limpio y claro en desarrollo de Vaca Muerta”. Todo esto justificado con supuestas oportunidades de trabajo, con desarrollo de educación, salud, que jamás ocurren, y demostrando que el reclamo de trabajo, hambre, salarios e infraestructura de todo servicio social no está en su agenda precisamente.
Este es el rol histórico del Estado, así lo demuestran los hechos. Sin extendernos demasiado[1], desde los propios inicios de la explotación en nuestro país, que podríamos situar a partir de 1907 con la sistematización de los trabajos de exploración, el Estado asumió los costos de la exploración, construcción de rutas, infraestructura en redes de distribución de combustible, refinerías, etc., garantizando la viabilidad de la explotación para el desembarco de los capitales, operando incluso en favor de determinado sector de capitales en contra de otros (caso Shell/Standard Oil por ejemplo) y, por supuesto, asumiendo el rol de disciplinamiento de la clase obrera, lo que se hizo mediante represión pero también mediante institucionalización de los sindicatos, encerrando la organización obrera en los marcos de la institucionalidad burguesa, y poniendo a la cabeza un matón como Pereyra, a quien secunda Rucci en la actualidad.
Baste decir que YPF, además de asumir los costos de exploración y luego ceder las zonas exploradas a las empresas, también ha servido como forma de transferencia de recursos hacia los capitales, comprando el barril de petróleo a las contratistas por encima del Brent, y vendiéndolo a las refinerías por mucho menos de su valor.
El valor final que YPF pagaba a las contratistas cuadruplicaba el costo de producción que hubiera tenido si explotaba los yacimientos por sus propios medios; asumiendo, además, en aquel entonces, el 12% en concepto de regalías a las provincias que debieran haber pagado las empresas explotadoras de los yacimientos.
Esta situación se mantiene hoy también cuando, en medio del hambre que sufre nuestro pueblo, padeciendo el nivel salarial promedio más bajo de latinoamérica, las políticas siguen siendo exenciones impositivas, subsidios directos, promociones a la exportación para las empresas y, por supuesto, empeoramiento atroz de las condiciones de trabajo y represión a la clase obrera petrolera.
Es en ese contexto que se dan los asesinatos laborales que llaman “accidentes”, y que en una madrugada reciente se cobraron la vida de otros tres trabajadores.
La necesidad de ganancia que impulsa una producción de casi 340.000 barriles diarios de petróleo en la cuenca neuquina, implica también ritmos despiadados, con baja de la dotación a los pozos, con equipos obsoletos y sin mantenimiento; y con la garantía que gobiernos y sindicatos ofrecen de que no habrá control, ni medidas; garantía de que los negocios se llevarán adelante, aunque se sostengan sobre la muerte y la destrucción de los trabajadores y el resto de la naturaleza
Es por eso que no hay salida a esta situación en los marcos de las instituciones.
El intento reciente de recambio sindical, dado por algunos compañeros, y llevado a la derrota por el conjunto de la institucionalidad burguesa, así lo demuestran (incluyendo aprietes posteriores a quienes tuvieron la osadía de intentarlo)
Nos prometen “más inversión” y “más trabajo”. ¿Qué trabajo? ¿El que no alcanza para vivir, para dar un futuro a nuestros hijos? ¿El que no nos permite tener otra vida que no sea trabajar? ¿Trabajo que nos lleva a terminar una vida laboriosa en condiciones de enfermedad, si tenemos la suerte de sobrevivir?
Existe otra vida posible, una en la que la organización por abajo de la clase obrera y el pueblo, en asambleas, de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo, con asambleas por sector, con delegados, no representantes; tomando en nuestras manos nuestras propias decisiones, nos de la fuerza para enfrentar este escarnio, esta afrenta a nuestras vidas.
Sabemos que esa construcción tiene que ser conspirativa, que no podemos “ir de frente” en contra de los negocios sostenidos por el sistema, que llevará tiempo y es compleja, pero si no la logramos, si no ponemos todas nuestras fuerzas como clase para enfrentar a la clase que nos asesina, seguiremos sometidos a la muerte de los negocios avalada por el Estado burgués.
[1] Recomendamos la lectura del Libro “YPF: La farsa de la soberanía energética”, que se puede conseguir en nuestras redes. Ver también: https://prtarg.com.ar/2022/01/06/a-proposito-de-la-politica-extractivista-del-gobierno-burgues/