Lo determinante de este momento es la fuerte presión de los obreros de las plantas por profundizar desde las bases lo que por arriba (o sea, Empresas/Estado/SUTNA) se ve teñido por aspiraciones políticas y económicas sectoriales y mezquinas, dando la espalda a los intereses de la clase obrera.
En las bases hay un comportamiento de clase y ello se manifiesta en la masividad del paro. Esto es lo que preocupa a ese arriba y empuja (de una u otra manera) a las bases a tomar cartas directas en el asunto.
Lo dominante hasta ahora fue que la clase iba a las asambleas a “escuchar” las resoluciones o las “no resoluciones” de las negociaciones. No hubo hasta ahora participación directa desde los puestos de trabajo, de los sectores en donde se organiza la producción. Sin embargo, en los últimos días el debate por abajo se intensificó y obligó al SUTNA a tomar ciertas medidas, cuando las mismas había que haberlas impulsado tiempo atrás.
Las empresas se juegan las cartas de la dominación y disciplinamiento de la clase, y cada empresa por separado actúa según sus intereses. Pero a la vez, actúan como clase.
El Estado, que les pertenece a los monopolios (y los del neumático no son la excepción) van en esa dirección de disciplinamiento para sostener firme el ajuste contra la clase obrera y el pueblo.
Por eso hoy las empresas juegan la carta de parar sus operaciones como mecanismo de presión ante el conflicto.
En tanto el SUTNA (que ya es parte de la CGT en forma inconsulta) juega sus cartas políticas electorales pensando en el 2023 y muy lejos de los intereses de la clase obrera.
Decimos un cambio en la calidad del conflicto porque el abajo está muy caliente y picante. La presión al arriba se sostiene a pesar del desgaste ocasionado por las partes que conforman el actual poder político que nada tiene que ver con el interés propio de la clase obrera.
Este conflicto es necesario profundizarlo y para ello hay que hacer lo que los de arriba no quieren hacer.
En primer término, el mismo día lunes hay que ampliar el debate por abajo.
A la vez, por fuera de los aparatos que partidizan el conflicto, hay que organizar desde abajo la presencia de familiares, amigos y vecinos para dar volumen a la movilización.
Simultáneamente, organizar por sector a obreros para que vayan a los establecimientos e instituciones de los alrededores para hacer conocer la lucha, a sabiendas que esos mismos obreros están sufriendo como clase los mismos problemas que nosotros, la falta de una vida digna.
En la medida que se den estos pasos independientemente de los enjuagues por arriba, recién allí el conflicto tendrá un horizonte de salida en favor de la clase obrera.
Si el solo hecho del debate generalizado en las bases ya logró una intervención más directa del Estado es porque el abajo está enojado y todas las partes negociadoras lo saben.
Vamos por lo que nos corresponde por un salario mensual de $200.000 de bolsillo y mejores condiciones de trabajo.
Comencemos a dar vuelta la tortilla con la intervención directa desde asambleas en los sectores y presionando a las partes “negociadoras” para quebrar su intento de disciplinamiento a la clase.