Todos podemos ser como el Che

Hoy se cumplen 55 años de la caída del Ché en combate. “Izquierdas” y “derechas” utilizan la figura del Che a su antojo para tergiversar la potencia de sus ideas. Tanto unos como otros limitan su accionar al papel cumplido en la guerrilla, tanto en Sierra Maestra como en el Congo o en Bolivia, intentando vender frente a las nuevas juventudes, que Ernesto Guevara era un hombre valeroso, temerario y aventurero, y hasta ahí.

Detrás de esos discursos ya trillados, de lo que se trata es de ocultar el profundo pensamiento político, filosófico y económico que encarnó Guevara. Porque no solo fue un abanderado del internacionalismo proletario, haciendo lo imposible por expandir la guerra revolucionaria hacia los más olvidados rincones del planeta, sino que además se metió de lleno en los principales problemas teóricos y prácticos referidos a la edificación del socialismo en Cuba.

Hoy por hoy está lleno de grupos, tanto de izquierda como progresistas, que ensalzan al Che como guerrillero, mientras por la espalda lo tergiversan como comunista, y sobre todo, como economista.

En este campo, y no como docente universitario, sino al frente del Ministerio de Industrias, estudió y criticó abiertamente el sistema soviético, conocido como el sistema del “cálculo económico”, en donde el desarrollo económico continuaba rigiendo de acuerdo a la ley del valor, en un sistema de emulación capitalista con control estatal. A partir de aquí es que el Che declara que la URSS “está regresando al capitalismo” más de 30 años antes de la caída del muro de Berlín. En sus propias palabras:

“(…) ¿cuál es el defecto fundamental de todo el sistema? Que limita la posibilidad del desarrollo mediante la competencia capitalista pero no liquida sus categorías ni implanta nuevas categorías de un carácter más elevado. El interés material individual era el arma capitalista por excelencia y hoy se pretende elevar a la categoría de palanca de desarrollo, pero está limitado por la existencia de una sociedad donde no se admite la explotación. En estas condiciones, el hombre no desarrolla todas sus fabulosas posibilidades productivas, ni se desarrolla él mismo como constructor consciente de la sociedad nueva.”[1]

El problema económico para era tan importante para el Che, que adquiere un papel central en la “segunda” carta de despedida a Fidel Castro, que fuera publicada hace poco tiempo (2019).

“Creo que hemos cometido muchos errores de tipo económico. El primero de ellos, el más importante, es la improvisación con que hemos llevado a cabo nuestras ideas que ha dado por resultado una política de bandazos. Improvisación y subjetivismo, diría yo. De tal manera que se daban metas que conllevaban crecimientos imposibles.”[2]

Nadie puede endilgarle al Che una visión idealista de los cambios sociales profundos, un abandono total del problema central que representa en el proceso revolucionario la transformación radical de las relaciones de producción, la centralización y planificación económica, y la visión estratégica del período de transición que implica levantar una economía socialista, inclusive en un país no industiralizado y de relaciones capitalistas de producción todavía muy atrasadas.

Así y todo, lejos de ser un crítico de escritorio, el Che formuló un sistema económico alternativo, que denominó “Sistema Presupuestario de Financiamiento”, cuyo objetivo consistía en impulsar el desarrollo integral de las distintas ramas de producción distribuyendo el producto excedente no en función de la productividad industrial, sino en función de las necesidades sociales. En otras palabras, bajo el sistema soviético las empresas más productivas recibían mejores partidas presupuestarias; bajo el esquema propuesto por el Che, las partidas presupuestarias deben evaluarse en términos cualitativos, de acuerdo a las necesidades sociales de desarrollo en inversiones tanto productivas como improductivas, y no de acuerdo a criterios cuantitativos, es decir, de acuerdo a los niveles de productividad, puesto que en lugar de empujar hacia un desarrollo integral de la economía, el esquema de la URSS empujaba hacia una competencia hacia el interior del bloque. Eso era lo que denominaba “emulación capitalista”.

Por este mismo motivo, gracias a su comprensión del papel que cumple la industria como generadora de riquezas y única garantía de independencia política para el pueblo trabajador cubano, impulsó con todas sus fuerzas la industrialización de cuba en todas sus esferas, tarea que lamentablemente no llegó a concluir. No solo limitaba el campo de acción industrial a la manufactura, sino que incluía la transformación de los productos naturales para introducir alto valor agregado. En este sentido hablaba de “quimificar al máximo” todos los procesos industriales. El papel de la formación y expansión de la clase obrera cubana estaba entonces íntimamente ligado a su pensamiento político y económico.

Pero muy lejos de limitar las tareas de la revolución a aspectos puramente técnicos, que se reproducen por nuestros días, como si la revolución fuera “obra de la técnica” y no de las masas, el Che asignaba un papel central a la conciencia, es decir, a la capacidad de las masas de forjar su propio camino revolucionario. Las transformaciones económicas no  podían plantearse por fuera del desarrollo del papel conciente, del involucramiento de las masas en las tareas de organización y planificación de la producción y de la edificación general del Estado socialista.

“Nosotros pretendemos que nuestro sistema recoja las dos líneas fundamentales del pensamiento que deben seguirse para llegar al comunismo. El comunismo es un fenómeno de conciencia, no se llega a él mediante un salto en el vacío, un cambio de la calidad productiva, o el choque simple entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El comunismo es un fenómeno de conciencia y hay que desarrollar esa conciencia en el hombre, de donde la educación individual y colectiva para el comunismo es una parte consustancial a él. No podemos hablar en términos cuantitativos económicamente; (…)”[3]

Su concepto del hombre nuevo no se limitaba entonces a las tareas políticas inmediatas, coyunturales, sino al edificio que es necesario levantar para construir una sociedad diferente, de transición hacia el comunismo. Por eso, en el mismo sentido, sus últimos debates en Cuba estuvieron atravesados por el problema fundamental del Partido y su relación con el Estado, en un momento en que Cuba.

“El Partido, naturalmente, tiene que tener la organización propia, separada del Estado, aun cuando hoy ocasionalmente haya una serie de cargos en los cuales se mezclan Partido y Estado.”[4]

Mientras el Che escribía esto, un 26 de marzo de 1965, en Cuba las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), discutían su transición a lo que más tarde pasó a ser el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) fundado el 3 de octubre de 1965. Con la fundación del PURSC, la tendencia de la URSS en cuanto a la relación Partido-Estado y su plan económico se terminaban de imponer en Cuba. Evidentemente, el Che tampoco estuvo ausente en estos debates…

“Una de las primeras tareas que tiene que analizar el Partido son sus relaciones con la Administración a todos los niveles. ¿Cuál será la relación que el Partido va a tener con el Gobierno? ¿Cuál la de las Direcciones Provinciales con los Gobierno Provinciales o JUCEI (Junta de Coordinación, Ejecución e Inspección) y los regionales y núcleos con sus correspondientes? Esta es casi la tarea fundamental, el punto central de la discusión y si podemos dilucidarlo habremos ya puesto una buena piedra para el adelanto de todo el aparato.”[5]

La vida del Che estuvo dedicada enteramente a la revolución, y como vemos, no solo en su aspecto militar, en su innegable arrojo a la revolución, sino también en su pensamiento político, económico y filosófico, cuyos críticos por izquierda –tanto trotkistas como stalinistas- pretenden acallar.

Las y los revolucionarios debemos todos los días un poquito, ser el Che. Porque ser el Che significa ser revolucionarios, afrontar la lucha de clases desde la trinchera en que nos toca, ya sea en la Sierra Maestra o en el Ministerio de Industrias; ya sea en el combate guerrillero o en la planificación económica; ya sea en la lucha de calles o en la gris tarea de construir el Partido en lo profundo de la clase obrera. Ese hombre nuevo que pregonaba el Che es el objetivo que todos los días nos debe movilizar a las y los revolucionarios, en cada una de las tareas de construcción. Y por eso la figura del Che irradia de rabia, esperanza y voluntad a las clases oprimidas: porque Che hubo uno solo, pero al mismo tiempo, todos podemos ser como el Che.

 

[1] La “segunda” carta de despedida del Che fue publicada en “Ernesto Che Guevara Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967”. OceanSur 2019.
Una transcripción de la misma puede encontrarse en http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/06/14/epistolario-de-un-tiempo-carta-a-fidel/#.XRy8Vo8pDIU

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

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