“Más dinero que Dios”…


Joe Biden dijo que Exxon había “ganado más dinero que Dios este año”.

La empresa petrolera estatal Saudi Aramco tuvo beneficios que superan el PBI de más de mitad de los países del mundo. Exxon Mobil, Chevron y BP, no le fueron en zaga.

Crisis energética, crisis alimentaria, crisis climática, crisis políticas, crisis económicas… Y así podríamos enumerar infinitas crisis. Sólo por agregar una: crisis social.

Pero a estos señores “energéticos” la crisis no sólo nos les llega, sino que son los que la provocan y se favorecen con ellas. Estamos tomando un ejemplo entre tantos sectores monopolistas que hoy ya tienen en su haber más poder que los propios Estados vigentes.

Este enunciado puede ayudarnos a entender un poquito más la crisis política que hoy vive nuestro país.

Veamos: Toyota y VW (ambos monopolios radicados en nuestro país) son dos de las empresas más endeudadas en el planeta. Y su entrelazamiento financiero -por infinitos hilos universales- hacen que estas empresas tomen decisiones políticas universales que trascienden la rama automotriz.

Son transnacionales que necesitan cada vez más de un comando político mundial centralizado. En este punto dejan de ser “automotrices” y se comportan como lo que son: el verdadero poder.

Allí va la disputa por arriba.

Usan los Estados y allí la lucha entre las facciones del capital es a muerte. Y el verdadero contenido de las innumerables guerras planetarias que existen hoy.

En nuestro país la inestabilidad política está dada por dos componentes: uno el propio y otro el internacional. Se disputan poderes de decisión.

Pero muchas veces, al ocultarse la lucha de clases en grandes períodos de la historia (tarea realizada con éxito por la burguesía monopolista durante varias décadas, con la complicidad de una intelectualidad “progresista”) parecería ser que la vida fluye. La lucha de “clases” se esconde bajo alfombra.

Mientras grandes ganadores “energéticos” y otros tantos monopolios festejan el “fin de la lucha de clases” en una abundancia jamás conocida, 7.000 millones de seres humanos vemos cómo se deterioran rápidamente nuestras condiciones de vida.

Y es en ese marco donde la lucha de clases se hace entender a “fuerza de los golpes”. Resulta que la clase obrera y proletarios del mundo están parando los puertos, los aeropuertos, las fábricas… Las huelgas se suceden en el planeta y como corolario de ellos hay desabastecimiento en las plantas automotrices de nuestro país y se acumulan unidades en cantidades inusitadas.

El sistema capitalista entra en crisis por sus disputas por arriba. Pero nada se dice de la lucha de clases, de la clase obrera que presenta resistencia y embrionariamente sus avanzadas comienzan a sentir la necesidad de cambios profundos y radicales. El sistema capitalista fracasó, pero lo nuevo no termina de aparecer a la altura de las actuales circunstancias.

El freno a las ideas de cambios revolucionarios se basa en la consigna de “profundización de la democracia”. Es decir que, a pesar de la crisis de la actual democracia, se hace necesario “profundizarla” para darle una salida dentro del propio sistema. Un sistema que nos impone de hecho un “nuevo” presidente (como el actual ministro de economía) sin que nadie lo haya elegido.

Pero las automotrices “endeudadas” producen sobre la espalda de obreros que generan las riquezas de estos poderosos.

Y esos obreros, conscientes o inconscientemente están cansados de “tanto cansancio”.

La productividad y el disciplinamiento orquestado por el poder, trastabilla.

Se impone una frase hecha: “La gente no quiere trabajar”. Y es una gran verdad. Por esos salarios y en esas condiciones de trabajo y vida, el ausentismo ha crecido notablemente, la clase obrera ya no tiene la camiseta puesta de la empresa, ha dejado de ser su “gran familia” y las nuevas camadas de obreros y obreras están muy lejos de esa concepción.

Pero lo que está faltando es una alternativa política de salida y es allí en donde las y los revolucionarios, las avanzadas de la clase obrera y el proletariado, no podemos caer en la subestimación.

Se lucha, se dan innumerables batallas silenciadas por los medios y esa tendencia seguirá. Pero la vida nos ha enseñado que hay que fortalecer cada peldaño ascendente de la lucha de clases incorporando al proyecto revolucionario centenares y miles de obreros, obreras, proletarios y proletarias que vayan imponiendo en los hechos cotidianos una alternativa frente al fracaso del sistema capitalista.

La lucha por el poder y el socialismo requiere que la propia clase obrera se haga cargo de estas responsabilidades históricas. Y que la actual resistencia -que va creciendo- se tiña de la política y organización revolucionaria, imponiendo la fuerza que adquiere en la lucha la idea de la democracia obrera, antagónica con la democracia burguesa.

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