El rearme del populismo

Una de las acepciones del término retórica es: vacuo, falto de contenido.

Ni más ni menos que de eso se trató el discurso que la vicepresidenta Cristina Fernández brindó ayer en el congreso de delegados de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Tanto ella como Abel Furlán, secretario general de ese sindicato, además oficiaron de comentaristas de la situación actual.

En efecto, sus rimbombantes intervenciones apuntaron a “lavar las culpas” de ambos. Uno, responsabilizando a los empresarios por la suba de los precios que se comen a los salarios (llegó a afirmar que los empresarios son mezquinos, vaya descubrimiento) mientras el propio Furlán debió sacar de la manga un pedido de aumento del 46% más un bono de 50.000 pesos antes de la realización del acto, cuando hasta unos días el reclamo era del 24%. La otra, afirmando que la elección que ella decidió para promover a Alberto Fernández como presidente fue para ganarle al macrismo, es decir que lo que él hizo luego en el gobierno es harina de otro costal.

Una vez más, el peronismo ensaya sus piruetas de saltimbanqui a las que es tan afecto. Desentenderse de lo que otro peronista hace para presentarse como un peronismo “renovado” o “nacional y popular” es una práctica que esa fuerza burguesa ha desarrollado a través de su historia.

Esto es tan así que a la vicepresidenta se le “escapó” una frase que lo confirma al elogiar la labor del actual ministro de economía, Sergio Massa, ejecutor del monumental ajuste que está en marcha y que se intensificará en 2023. Allí se centra el nudo del discurso y del nuevo engaño: Massa está haciendo lo que hay que hacer para ordenar la economía; luego volverán los tiempos en los que “volveremos a ser felices”. Allí también se confirma el papel del peronismo como partido del orden. Del orden burgués, por supuesto.

Yendo más a fondo aun para desentrañar esta nueva jugada política del populismo, es necesario abordar algunas otras cuestiones.

La consigna del acto de ayer fue: no hay solución gremial sin solución política. Una consigna que tiene mucho de verdad, pero que se vuelve mentirosa según quién la diga y cómo se interprete la solución política.

Lo que se está planteando es que dicha solución vendría de perseguir el objetivo de entronar en el gobierno la opción “Cristina 2023”. Si algo no se le puede criticar a este sector del peronismo es el olfato político y la oportunidad para montar un nuevo escenario de engaño.

Tanto Furlán como Fernández de Kirchner criticaron a la conducción de la CGT, conscientes del desprestigio de la misma y conscientes también del enorme descontento que existe en las bases obreras ante la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y de las condiciones laborales y de vida a las que las políticas del anterior gobierno y del actual las han sometido.

La jugada apunta directamente al intento por mantener la creciente rebeldía obrera en los marcos de la política burguesa, de sus instituciones tanto políticas como sindicales. Como siempre decimos la lucha de clases condiciona las acciones de los de arriba y, en este caso, determina que estos sectores del partido de gobierno salgan decididamente a despegarse del mismo y a plantearse como la alternativa a construir, siempre bajo el redil de la conciliación de clases y bajo la condición de esperar que las soluciones vengan desde arriba, desde los que entienden las demandas obreras y les darán curso cuando vuelvan a gobernar.

Por otra parte, esta nueva intentona coincide con las de un sector de la burguesía monopolista que viene sosteniendo la necesidad de “ceder para crecer” tal como se manifestó en el último coloquio de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina), y que tiene como uno de sus mayores exponentes a Daniel Herrero, titular de ese encuentro y ex CEO de la multinacional Toyota.

Herrero, como Antonio Aracre (ex titular de Syngenta, multinacional de origen suizo dedicada a la agroindustria), se han convertido en abanderados de la necesidad de que los empresarios entiendan que es momento de “ceder”. Este discurso de un sector de la burguesía monopolista calza como un guante con los discursos pronunciados ayer. Cedamos algo antes del riesgo de perderlo todo.

Estamos ante el reciclaje de una concepción política e ideológica que siempre ha encarnado el peronismo como fuerza política nacida de las entrañas de la burguesía. Vale recordar un fragmento del discurso de Juan Perón pronunciado en la Bolsa de Comercio el 25 de agosto de 1944, cuando era titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión: “Y el Estado está en la obligación de defender una asociación como la otra, (se refiere a las organizaciones patronales y obreras) porque le conviene tener fuerzas orgánicas que puede controlar y que puede dirigir; y no fuerzas inorgánicas que escapan a su dirección y a su control. Por eso nosotros hemos propiciado desde allí un sindicalismo, pero un verdadero sindicalismo gremial. No queremos que los sindicatos estén divididos en fracciones políticas, porque lo peligroso es, casualmente, el sindicalismo político”. Vale aclarar que cuando Perón habla de sindicalismo político lo hace en referencia a las fuerzas comunistas y anarquistas que, hasta entrada la década del 30 del siglo pasado, tenían un considerable peso en el movimiento obrero.

En el medio de la profunda crisis económica y política que atraviesa el capitalismo a escala mundial, y en las particularidades de cómo esa crisis se manifiesta en nuestro país, la clase dominante ensaya salidas que se orientan a edificar nuevos engaños.

El principal objetivo es que la dinámica de la lucha de clases (y en particular la que viene demostrando la clase obrera industrial desde hace algunos años) no desemboque en avances de la consciencia y la organización que conduzcan a la clase de vanguardia hacia niveles de enfrentamiento que comiencen a cuestionar la dominación de la burguesía en el poder.

Este es el centro de gravedad de la lucha política e ideológica que está planteado.

En ese marco las fuerzas de la revolución no podemos dudar ni un instante en sostener una abierta lucha contra estas nuevas intentonas, sosteniendo a rajatabla nuestra independencia política, redoblando los esfuerzos para aportar a que la clase obrera adopte las ideas y las metodologías revolucionarias que le permitan levantar un proyecto político propio y que se gane la simpatía y adhesión de los demás sectores explotados y oprimidos de la sociedad.

Es imprescindible seguir batallando incansablemente contra las concepciones de la conciliación de clases y las de delegar el poder de la clase obrera en representantes de la clase dominante.

Por allí pasa el eje rector de la verdadera actividad revolucionaria en esta época de recomposición de las fuerzas de la clase de vanguardia, todavía sometida a las ideas de la clase enemiga.

Afirmamos con toda convicción que es la principal tarea revolucionaria por encima de cualquier otra que distraiga fuerzas y energías que obstaculicen tal objetivo.

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