Muchas cosas se han escrito a lo largo de la Historia sobre “la violencia”.
Marx, Engels y Lenin hicieron valiosos aportes relacionados a este tema. El problema lo enmarcaron en la lucha de clases.
Desde esa visión podemos encontrarle explicación a diversos fenómenos que suceden en este tiempo histórico, sobre todo cuando ciertos “intelectuales” de la burguesía autodefinidos marxistas se desgañitan horrorizados, tomando posiciones con “principios” moralistas (y oportunistas): mienten sobre las causas de la violencia y justifican lo que dicen repudiar.
Tanto en las sociedades tributarias, esclavistas y feudales, como en el capitalismo, las clases dominantes con sus instrumentos de dominación institucionalizaron la violencia. Incluso las organizaciones sociales más avanzadas de América (como los incas, mayas y aztecas, ya que constituían sociedades tributarias divididas en clases sociales) tenían sus fuerzas militares que se constituían en garante de la dominación y defensa de los privilegios de las clases dominantes. Donde la violencia, incluso, adquiría formas religiosas en los sacrificios humanos en los ritos a sus dioses; como también lo hizo la Iglesia católica en la Inquisición.
Es decir: el origen de la violencia está en la dominación del hombre por el hombre, y por ende ejercida desde las clases dominantes hacia abajo. Cuando aparece el Estado, surge la violencia de una clase sobre otra.
El problema radica cuando dicha violencia encuentra respuesta desde abajo hacia lo de arriba.
Ahí las clases dominantes lo llevan al terreno “moral”: sostienen su dominación a través de la violencia y sus mecanismos, pero les parece inaceptable cuando la violencia surge por fuera de esa dominación como respuesta a ésta, o como resultante de ésta. Ahí sí se constituye en un problema “moral” para ellos.
La única forma violenta que debe ser vista como un acto inmoral es la ejercida por las clases dominantes, partiendo de que persiguen el sostenimiento de la ganancia conseguida a través de la expropiación del trabajo ajeno.
El capitalismo transita hoy una etapa de máxima putrefacción. Como parte de sus “negocios” genera cada vez más pobreza y desinterés por la condición humana, como nunca antes. Donde explotan miles de contradicciones y se profundiza el fenómeno de la violencia social.
Se propagan los robos, el pillaje y los crímenes contra hombres y mujeres de nuestro pueblo. Y no solo eso: las peleas de muchos contra uno, la agresividad en las calles, etc.
En el “máximo” reinado de la burguesía, el despojo, la impunidad y la arbitrariedad expresan la esencia de las leyes que ellos han creado, transmitiendo violencia a todos los planos sociales.
En la marginalidad total se nace en la violencia, se crece y se desarrolla en la violencia.
El solo hecho de ser marginal es un acto de violencia. Por lo tanto, ese “hábitat natural” es violento. Y lo que es peor: se termina replicando lo que el sistema reproduce como método para sostener sus necesidades.
En este contexto, la amplia mayoría de nuestro pueblo, explotados y sometidos a una vida injusta, somos las y los principales despojados, y las y los principales interesados en que esto termine. Que terminen las causas que generan la violencia de este sistema.
Donde el epicentro de nuestras vidas sea el ser humano y no la ganancia de unos pocos, génesis de toda violencia, verdugo de la vida que llevamos.
Por eso no nos cansaremos de decir que mientras exista el capitalismo y un Estado al servicio de los monopolios, la violencia contra la clase obrera y el pueblo, no se detendrá.
La violencia de carácter popular, masiva, digna de un pueblo rebelde que se expresa en la movilización contra las injusticias de todo orden y en las organizaciones de todo tipo que va generando nuestro pueblo en sus reclamos, es una herramienta para rechazar la violencia del sistema. Rechazando la violencia de las minorías con las diferentes formas y metodologías que el pueblo, apoyado en su larga historia contra la burguesía, va creando y recreando.
Avanzando en la más amplia movilización y unidad por abajo, organizándonos contra los planes de los monopolios y la violencia de su Estado, ejercida por los gobiernos de turno.