Las escenas de escándalo, el griterío, los insultos, no pueden ser mejor reflejo del carácter reaccionario y decadente del parlamento burgués; las diatribas entre los “representantes del pueblo”, sus desesperados intentos por designar amigos en cargos de instituciones que manejan la justicia “independiente”, mientras el pueblo que dicen representar se debate en una angustia cotidiana para afrontar la vida, no hace más que confirmar la mentira de la democracia burguesa. La mentira de vestir de democracia lo que, en realidad, es la dictadura del capital.
Mientras en ese recinto, verdadera cloaca putrefacta, las peleas por arriba hacen como que se discuten cosas importantes, las verdaderas medidas de fondo que necesita la burguesía monopolista no esperan de su aprobación.
Las disputas por los recursos que protagonizan las distintas facciones del capital se implementan en la medida que tal o cual facción logra imponer sus demandas a través de los funcionarios del Estado que les responden. Así pasa, por ejemplo, con la aplicación de un dólar diferencial para los grandes conglomerados de exportadores de soja, que llevó el precio del cereal a casi 90.000 pesos la tonelada, significando un gran negocio para ese sector mientras otros sectores monopolistas (como los tamberos, los productores de biocombustibles, los criadores de ganado) deben afrontar el aumento de ese insumo y, por lo tanto, ponen el grito en el cielo. El gobierno toma medidas que agudizan esa pelea por los recursos del Estado.
Al mismo tiempo la burguesía y su gobierno, en su búsqueda por seguir aplicando el ajuste al pueblo trabajador, amenaza con cortar el pago de cientos de miles de planes sociales ante las denuncias de manejos espurios con los mismos. Manejos que, seguramente, existen pero que benefician a los que manipulan la entrega de dichos planes y afectan a quienes realmente lo necesitan. Esta jugada es más de fondo ya que apunta a desenganchar la actualización automática de esos planes con el aumento del salario mínimo, vital y móvil, como ocurre hasta ahora. Una medida que obliga a reaccionar hasta a las organizaciones que son parte del oficialismo.
La crisis política de la burguesía en su conjunto se acrecienta a cada paso y con cada medida, al mismo tiempo que se agudizan las dificultades de la vida para millones de compatriotas. La imagen de una clase burguesa que disfruta de sus beneficios, con la invalorable ayuda de sus lacayos, mientras la gran mayoría del pueblo trabajador sufre las penurias que producen sus políticas, se viene a la mente instantáneamente cuando se conoce la amenaza insólita e insultante de un gremio estatal que propone “parar el Estado” si la vicepresidenta es condenada en una causa judicial, mientras ese mismo gremio no levantó siquiera un dedo para luchar contra las políticas de ajuste sobre su sector, que sufrió la pérdida de un 65/75% del salario en dólares desde 2016 a la fecha.
Este escenario de dos realidades paralelas entre los de arriba y los de abajo es un factor que hace acrecentar la bronca de las masas trabajadoras.
Pero al mismo tiempo, hay que decirlo, esa bronca muchas veces no encuentra los caminos colectivos para su expresión. Si bien crece la resistencia ante el embate de las políticas de la clase dominante, todavía predomina una base material que es determinante: que la clase obrera, como clase de vanguardia de toda la sociedad, no cuente con una consciencia de clase en sí y para sí que le permita abordar un camino de construcción política antagónico al de la clase opresora.
Esta realidad es la que la acción y la prédica de los y las comunistas debemos transformar. Es una condición indispensable para avanzar en condiciones materiales distintas en el enfrentamiento clasista. Para ello no debemos permitir que nada ni nadie nos desvíe de ese norte; debemos intensificar la agitación y la propaganda revolucionarias, impulsar la lucha económica y política de la clase obrera con las metodologías de la democracia proletaria que ayuden a las masas trabajadoras a romper con la institucionalidad burguesa, llevar y hacer conocer las ideas comunistas a las obreras y obreros de vanguardia, desarrollar las verdaderas organizaciones clasistas para que las mismas tengan continuidad y horizontes de crecimiento y afianzamiento en las bases obreras, ejercer las respuestas políticas inmediatas ante cada intento de la burguesía por avanzar contra nuestros derechos económicos y políticos.
No existen tareas más trascendentes hoy que las expresadas para avanzar, desde la clase obrera, en la construcción de su partido y de sus organizaciones para la lucha que le permitan desempeñar el papel de clase de vanguardia portadora de un proyecto liberador para el conjunto de los explotados y oprimidos.