Para acabar con este estado de cosas hay que fortalecer el proyecto revolucionario


Por estos días se puso en la agenda mediática la frase acusatoria de “Estado paralelo”.

Todos sabemos quiénes y a causa de que sale este término.  Las disputas en el seno de los llamados poderes representativos del Estado burgués reflejan el escenario de disputas de las facciones más concentradas del capital monopolista por imponerse unos a otros un marco de ventajas, negocios, medidas económicas y políticas que en suma representan un ajuste brutal sobre las condiciones de trabajo y de vida de nuestro pueblo (el dólar soja, las reducciones presupuestarias para salud y educación, las devaluaciones permanentes y un montón de etcéteras más).

Y -dicho sea de paso- no dejan lugar a dudas sobre la voracidad de ganancias del capital monopolista.

O sea, la frase no hace referencia a las condiciones opresivas que el Estado de los monopolios descarga sobre las y los trabajadores y el pueblo sino al posicionamiento de una fuerza política en el seno de una superestructura cada día más alejada de las necesidades sociales. Y de cómo ser garantes del ajuste bajo el disfraz de Estado democrático y bla bla bla… Tal como lo ha venido haciendo el peronismo y principalmente el kirchnerismo, sin dejar de lado a la oposición (sea del color que sean) que le hacen el juego a toda esta porquería.

Por consecuencia el mote de “Estado paralelo” es una expresión mas, que suena a barricada, pero es una burda frase, un vil intento de engaño para tratar de mostrar que en este mar de crisis política y económica, de ingente putrefacción del capitalismo, es posible buscar alternativas para sostener este insostenible sistema.

Independientemente de las disputas faccionales que estos núcleos dominantes sostienen en su seno, el Estado es de la burguesía monopolista en su conjunto.

Los partidos burgueses que lo regentean y sus funcionarios en los tres poderes son parte de él.

Es un instrumento subordinado al capital monopolista. Es decir: un aparato político y represivo propio de esta clase.  Por lo tanto, el Estado no somos todos. El Estado burgués es de la burguesía.

Adheridos al Estado también juegan en su seno núcleos burgueses menos concentrados y también subordinados al capital monopolistas (entre quienes no faltan el empresariado sindical y sus lacayos) que al mismo tiempo que pujan por entramar sus negocios y su parasitismo a costa de la explotación de clase están cada vez más desesperados por no perecer frente a la competencia feroz que se ventila en su seno.

Asumiendo como propias las mismas premisas de sometimiento del capital monopolista con las perspectivas de sostenerse frente a la crisis, estos núcleos -lejos de morigerar o de actuar como centro de equilibrio frente a políticas de ajuste más reaccionarias- contribuyen a la crisis imperante, su desesperación política está en correspondencia con desesperación económica.

Por lo tanto, en este mar de entrecruzamiento de intereses el sostenimiento de un marco con perspectivas de estabilidad da lugar a una anarquía política que se deja ver sin tapujos.

Mientras los partidos políticos llamados a ser garantes del orden monopolista del capital ventilan sus disputas de intereses en el seno de los tres poderes, en los conclaves empresarios, en las áridas contiendas electorales en función de una u otras facciones, el divorcio de toda esta superestructura parasitaria está cada vez más expuesto respecto de las necesidades de nuestro pueblo.

Mientras la voracidad del ajuste y las disputas por las ganancias se acrecientan, se llevan puesto las más elementales necesidades sociales. Y es aquí donde se pone de manifiesto que el famoso “Estado paralelo” dominado por los monopolios para los cuales este gobierno y los anteriores han servido y sirven como fieles perritos falderos se deja ven sin vendajes.

Ejemplos sobran, tomemos solo algunos. Los cortes de luz en barriadas, escuelas y hospitales. Los cortes de agua y los suministros de agua contaminada, a punto tal que sale agusanada y totalmente turbia, el desborde de cloacas en diversas zonas del conurbano, los incrementos de impuestos, los despilfarros circenses con actos electorales a medida que el ajuste se nos impone, dejan ver un marco de abandono y desidia conscientemente hipócrita.

Pese a la propaganda mediática sobre inversiones en obra pública, el más básico mantenimiento de estas condiciones elementales están paralizadas en importantes sectores del conurbano bonaerense.

A la par de todo ello, la cotización del agua en las bolsas especulativas del mundo va viento en popa.

Todo tiene que ver con todo.  A la par de la precariedad de las condiciones económicas se ha acentuado notablemente la precariedad de estas condiciones de vida.

La “inversión” para la obra pública solo atiende algunas de las necesidades logísticas dentro del marco del transporte, solo en determinadas esferas como por ejemplo algunos ramales ferroviarios, pero en cuanto a necesidades de salubridad general, aquellas donde el Estado con los municipios debe sostener ciertas condiciones, la situación va para atrás.

Esas “condiciones presupuestarias” no son una opción de la oligarquía financiera, lo que genera más disputas de las facciones vinculadas a estos negocios y al mismo tiempo a sus representantes políticos que ven como una serie de ellos se esfuman frente a sus ojos por la preeminencia de núcleos mas concentrados en el seno de la oligarquía mundial.

Llámese complejo agroexportador (de allí las inversiones ferroviarias) o FMI. Todo ello acompañado de salarios estatales, jubilaciones y pensiones paupérrimos, o aumentos salariales industriales que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos a causa de una inflación galopante.

Por lo tanto, el “Estado paralelo” no es un instrumento siniestro y oscurantista escondido en las catacumbas del poder estatal burgués. Es el estado de cosas, es la situación de anarquía imperante dentro de un sistema putrefacto, es el descenso de las condiciones de trabajo y de vida de la clase obrera y el pueblo que, en paralelo a toda la superestructura, explotadora, parasitaria, rentista, especuladora y decididamente corrupta que ostenta una vida de privilegios y lujos, subsiste en condiciones cada vez más paupérrimas. 

La situación de bronca y furia por todo esto se deja ver en las empresas y en las barriadas en el incremento de la resistencia activa de las y los trabajadores y el pueblo que es -de alguna manera- la fuerza de freno a que estas condiciones no sean peores.

El temor a que esto siga en crecimiento atempera la voracidad del poder. Sin embargo, la subsistencia del capital y del sistema burgués los obliga a seguir profundizando todo este escenario.

Frente al mismo debemos profundizar desde la clase obrera y el pueblo las formas de organización de base, la conducta independiente con el ejercicio asambleario y la democracia directa, que son nuevas formas de Estado que embrionariamente la clase obrera y el pueblo van creando al calor de sus luchas.

Estas formas deben constituirse en expresiones de poder local, en expresiones masivas de unidad, en lo que representa el cambio revolucionario que nuestra sociedad necesita para avanzar a una sociedad sin capital monopolista, ni parásitos burgueses a su servicio.


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