Un decreto de feriado nacional impuesto por la fuerza de los hechos


La obtención de la copa del mundo por la selección argentina de fútbol despertó una euforia indescriptible en el pueblo argentino.

Como decíamos en nuestra nota del pasado 14 de diciembre, la alegría desbordó y con ella se derramaron, generosamente, millones de emociones contenidas que necesitaban esparcirse por las calles, las veredas y el aire del país.

Una vieja estrofa de la década de los ’70 del siglo pasado decía más o menos así: “podrán cortar las flores, pero nunca podrán desaparecer a la primavera”.

Con sus mochilas llenas de necesidades postergadas, aspiraciones no resueltas y luchas por venir, nuestra clase obrera y pueblo oprimido se apropiaron de la fiesta y, con rebeldía, vencieron las barreras de lo impuesto por la ley de la plusvalía.

Ayer lunes, en varias fábricas del país, se repetía la fiesta y los trabajadores paraban las actividades productivas para unirse en un solo abrazo, bailes, cantos y gritos festejando el triunfo. Un triunfo que no es sólo de la selección de fútbol. Un triunfo que expresa el sentimiento más profundo de liberación de fuerzas que albergan cada corazón individual que anhela vincularse colectivamente para abrirse francas como cada flor de primavera.

Miles de personas en el camino a Ezeiza, apostadas otras en las inmediaciones del obelisco y el potencial ruido silencioso de las palpitaciones colectivas de las mayorías populares arrasaron como un huracán la medrosa situación política del gobierno y de la burguesía en general.

Los funcionarios no sabían qué hacer. Las sordas discusiones en lo más alto de las instituciones políticas y empresariales hicieron que en la tarde de ayer circulara el texto de un decreto trucho que resolvía el feriado nacional para hoy. Los medios de difusión masiva (los “opositores” y los “oficiosos”), se apresuraron a publicar la noticia basada en un decreto que no había sido publicado.

¿Operación mediática? No descartamos que, en el marco de las contradicciones de las cúpulas gobernantes y burguesas, algún sector la haya impulsado. Pero la base real y el hecho consumado que había que blanquear fue y es la enorme presión de las masas populares que impusieron de hecho lo que la burguesía se vio obligada a blanquear. Las masas parecían decir a coro, esta alegría es nuestra y la queremos desplegar sí o sí.

Y así es que el gobierno y el poder, como el zorro en la fábula de Esopo, luego de intentar vanamente alcanzar las uvas, se retiró cabizbajo tratando de convencerse diciéndose a sí mismo: “total, las uvas no me gustan”. Encima, ni siquiera está garantizado que puedan sacarse la foto junto a la selección para agarrar el escarbadientes en medio de la mar embravecida como si fuera una tabla salvadora. Tal es el espejismo que la burguesía ve en cada festejo masivo al que se ve obligada a acompañar.

Y como toda medida apurada, producto de la crisis política que evidencia una falta de representatividad del sentir y pensar de las mayorías populares, la medida del feriado volvió a generar contradicciones en el seno de las instituciones y la burguesía.

Algunas provincias y municipalidades resolvieron no acatar el feriado. Sectores de la burguesía, tomaron la medida como injerencia directa e inconsulta del gobierno que, con ella, obligan a pagar jornada doble a sus trabajadores si los hacen ir a trabajar, en vísperas de la Navidad, completando así un desconcierto generalizado que contrasta con la armonía y rebeldía destapada en el simple hecho de un festejo sentido que hace al más profundo sentimiento y cultura de un pueblo que muestra (aunque aún no se haga conciencia), la fuerza que impone cuando, desde el corazón y sus aspiraciones más auténticas, la alegría impone su reinado.


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