Perú atravesado por una profunda crisis política


Perú, la perla que la burguesía monopolista muestra como ejemplo de estabilidad económica, vuelve a ser noticia por la crisis política ininterrumpida que vive ese país.

Nuevamente las peleas entre el Ejecutivo y el Legislativo han desatado una ola de manifestaciones populares las que, una vez más, han sido reprimidas por el Estado con un saldo a la fecha de más de 20 muertes reportadas.

A pesar de desconocer en profundidad los avatares de la situación en ese país, por lo que seremos muy precavidos en no soltar opiniones sin fundamento, sí podemos verter algunas consideraciones.

La inestabilidad política en Perú no es ninguna novedad. El solo hecho de que en los últimos veinte años han asumido y han sido depuestos, en promedio, un presidente cada dos años es la muestra más palpable.

Conflictos entre poderes del Estado, juicios políticos por corrupción, han sido las manifestaciones de una crisis en las que las distintas facciones de la burguesía han intentado saldar sus contradicciones, sin resultados a la vista.

En el medio, como decíamos al inicio, la economía peruana “anda sobre ruedas” para los sectores más concentrados del capital.

Para garantizar esa situación los sucesivos gobiernos, ahí sí, no tuvieron diferencias en el ejercicio de una sistemática represión fundamentalmente contra las comunidades campesinas e indígenas desplazadas por los monopolios de la minería, principalmente.

Allí hasta el propio último presidente depuesto, Pedro Castillo, que proviene de esas mismas comunidades, declaró el estado de emergencia en abril de este año en la zona de Challhuahuacho y Coyllurqui enviando al ejército y a la policía para garantizar la explotación de la minera Las Bambas, asentada en esa región.

La situación en Perú, con sus particularidades, no puede ser analizada por fuera de la crisis capitalista mundial y de cómo se expresa la misma en esta región del planeta.

Y nos referimos ya no sólo a las contradicciones interburguesas sino también a la lucha de los pueblos.

Venimos de alzamientos populares en Ecuador, Colombia, Chile, Honduras y agudización de la lucha de clases en otros países como Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina.

Es indispensable tener claro que la lucha de clases, aun sin una dirección política revolucionaria que pueda darle un curso antagónico a los de la clase dominante, agrava la situación de los de arriba, no les permite acomodarse como pretendieran y, en definitiva, exacerban sus contradicciones.

La crisis política en Perú también es reflejo de una conducta que la burguesía viene sosteniendo. Al verse impedida de disciplinar a todas sus facciones detrás de una hegemonía única, echa mano a los resortes del Estado para desplazar gobiernos, descuartizar los poderes de su propio Estado y, por ende, sus propias leyes.

Esta tendencia se seguirá manifestando y reproduciendo como producto de esta realidad que atraviesa el sistema con su crisis estructural y, también, con la presión ejercida por los pueblos en su lucha por una vida digna.

Resta señalar que para las y los comunistas la responsabilidad sigue siendo la de trabajar incansablemente para que la clase obrera y sectores explotados y oprimidos de nuestros países puedan construir sus herramientas que le permitan desplegar una política que exprese sus intereses de clase para que la lucha tenga una salida revolucionaria de cambio real.


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