Las dos Argentinas

El presidente Fernández estrenando spot de campaña; la vicepresidenta inventando el cuento de la proscripción poniendo su situación judicial por delante de los graves y acuciantes problemas del pueblo trabajador, problemas que se agrandan producto de las políticas de su gobierno; la oposición de Cambiemos defendiendo la “justicia independiente” y haciendo un circo de la defensa de sus instituciones. Hasta en los comunicados de repudio a los sucesos de Brasil, ambas fuerzas políticas aprovecharon para chicanearse; y ni hablar de la llamada izquierda que se hace eco del repudio al “golpe” en ese país, a coro con todas las fuerzas del sistema.

Las facciones políticas de la burguesía monopolista y las fuerzas reformistas muestran así una realidad que se ubica en las antípodas de la realidad de las masas trabajadoras, con un índice de inflación (oficial, aclaremos) de casi 100% en el 2022 y con una temprana declaración de la ministra de Trabajo que ya intenta ponerle techo a los reclamos salariales en un 60% para el año en curso. Mientras tanto, las medidas de ajuste del superministro Massa (apoyado abiertamente por Cristina Fernández) amenazan con seguir devorando los ingresos de las y los trabajadores, aumentando así la presión sobre la vida de los millones de espaldas que generan cotidianamente las riquezas del país.

Estas dos realidades tan antagónicas son el reflejo del antagonismo de clase que está en efervescencia, a veces más y a veces menos evidente, pero que existe. Los de arriba quieren seguir tomando y profundizando las medidas que den respuestas a la gravedad de la crisis capitalista, a favor de los intereses del capital más concentrado. En el mientras tanto seguirán queriendo meternos en sus peleas por arriba, verdadero telón de fondo para que discutamos lo que a ellos les interesa.

Sin embargo, por abajo, a todas esas supuestas peleas se les da la espalda. El principal tema de preocupación es la plata que no alcanza, las condiciones de trabajo y de vida, todo muy lejos de la realidad de los que detentan el poder.

En este contexto las fuerzas de la revolución debemos profundizar una intransigente lucha política e ideológica en el seno de las masas obreras para desbaratar los intentos de las fuerzas burguesas de llevar al movimiento de luchas hacia el camino de su institucionalidad, máxime en un año electoral en el que se definen las presidenciales. El 2023 estará signado por una intensificación de los reclamos, sobre todo salariales, y los grados de lucha tenderán a aumentar al compás de los mismos. Como siempre ocurre, querrán que tales demandas queden a la zaga de las votaciones; no “hacer olas” para no entorpecer sus campañas y para hacernos creer en sus promesas. Si bien estos procesos ya vienen viciados por la propia experiencia que el pueblo ha adquirido en casi cuatro décadas de democracia burguesa, no debemos subestimar a las fuerzas del enemigo en el seno de las masas y a la influencia de sus políticas que apuntan a confundir y a desviar a las mismas de sus intereses.

De allí que las labores de organización, de propaganda y agitación, de debate abierto en cada puesto de trabajo, sobre estas y otras cuestiones son indelegables y debemos mantener firme el timón de nuestros objetivos. No sólo se trata de rechazar y argumentar en contra de las maniobras del enemigo de clase y todos sus satélites, sino también de ejercer las experiencias de lucha con los objetivos claros de seguir acumulando y organizando fuerzas desde los intereses de la clase obrera. En ese camino, poner a la misma a la cabeza de su propio proyecto político de unidad desde abajo, cimentando su propio poder de fuego y de enfrentamiento en el terreno que conviene a las fuerzas obreras y populares. Lejos, muy lejos de las propuestas electoralistas de cualquier signo y color.

En esta realidad de las dos Argentinas que conviven debemos aumentar los esfuerzos para que esa gran porción de masas trabajadoras que no encuentran respuestas políticas comiencen a hacerlo desde su propia experiencia y su protagonismo excluyente, sin delegar el poder que le es propio y al que es necesario seguir organizando.

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