Por estos días se han conocido las declaraciones de la jefa del Comando Sur del ejército de EEUU, Laura Richardson, en donde resalta los recursos naturales con los que cuenta la región de América del sur como el litio, petróleo, oro, cobre, agua dulce y el Amazonas.
Lo dijo en una conferencia en el Atlantic Council, en el marco de una contundente descripción de la creciente injerencia económica de China que ha desplegado millonarios recursos en distintos países de la región: “estamos en una competencia estratégica con China en el hemisferio occidental”, afirmó.
Al mismo tiempo, en la reciente conferencia de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) realizada en Buenos Aires, intervino con un mensaje grabado el presidente de China Xi Jinping.
En ese mensaje dijo: «China siempre apoya la integración regional de América Latina y el Caribe, otorga alta importancia al desenvolvimiento de las relaciones con la CELAC, y la considera como un importante socio para consolidar la unidad entre los países en desarrollo e impulsar la cooperación Sur-Sur… El mundo ha entrado en un nuevo período de turbulencias y transformaciones. Sólo con el fortalecimiento de la unidad y la cooperación, podremos hacer frente común a los desafíos y superar juntos las dificultades coyunturales».
Una con un discurso directo y abierto, el otro con uno más metafórico y “diplomático” (podríamos decir, al estilo estadounidense y al estilo chino), pero ambos dejando planteada su visión de cómo ambos Estado imperialistas se disponen a acrecentar y profundizar sus intereses (y la defensa de los mismos) en esta región del planeta.
Como ya lo hemos afirmado el mundo se encuentra envuelto en una guerra económica y política, que alcanza hasta al campo militar, entre las distintas facciones del capital imperialista. Y América latina no es la excepción.
También hemos afirmado que esa representación no es lineal; no hablamos de capitales yanquis o capitales chinos, sino de capitales de distintas proveniencias que, en una extensa y complicadísima maraña de intereses entrecruzados, utilizan los Estados para dirimir los mismos.
Las facciones de mayor peso y volumen encuentran hoy representación, principalmente, por los Estados de las dos mayores potencias económicas y militares del planeta: Estados Unidos y China.
En ese marco, la llamada guerra comercial entre dichos países no es más que la expresión de una parte importante de las contradicciones interimperialistas que están llevando al planeta hacia horizontes devastadores.
Es preciso tener muy claro que más allá de los modales (más grotescos unos, más elegantes otros) la disputa por los recursos naturales no repara en metodologías respecto de la depredación y el saqueo contra los pueblos.
Es necesaria tal afirmación para quienes intentan presentar al imperialismo malo y al imperialismo bueno. O, peor aun, designar a China como un país que no es imperialista y que, por lo tanto, es al que hay que seguir para enfrentar a Estados Unidos. Se trata del capital imperialista, y punto.
Para la clase obrera no es existe tal diferenciación dado que sus intereses están antagónicamente enfrentados con cualquier variante imperialista por lo que, antes que buscar imperialismos con los cuales “coincidir”, se trata de construir estrategias de lucha contra el capital, provenga de donde provenga.
Así lo están haciendo los pueblos cuando se alzan en protestas contra las inversiones que arrasan con sus condiciones de vida y existencia; allí nadie pregunta de dónde provienen los capitales ni se deja ilusionar por promesas de algún futuro bienestar, sino que se los enfrenta para evitar el despojo y la marginalidad a la que condenan la irracional explotación de los recursos naturales y humanos.
Es en ese marco en el que, más allá de las declaraciones de los popes del capital trasnacional, la lucha de clases seguirá siendo el único freno a la voracidad de los mismos.
Mucho más aun cuando dicha lucha de clases se organice con objetivos revolucionarios que apunten a derrotar a las burguesías monopolistas de nuestros países y, con el poder en manos de la clase obrera y el pueblo oprimido, se construya el verdadero bienestar en beneficio de las amplias mayorías que hoy nos encontramos bajo el yugo del imperialismo.
Y reiteramos, imperialismo que no importa de donde provenga. Lo que importa es enfrentarlo y derrotarlo. Y para ello se necesita tener la claridad estratégica de no confundir enemigos y, mucho menos, ver en los mismos posibles aliados.