Empalme Graneros es un barrio muy humilde de la zona noroeste de Rosario. Allí vivía, con su familia, Máximo Gerez, quien formaba parte del equipo de fútbol del Club Los Pumitas. Él y otros niños fueron tiroteados por una banda de “soldados” de la droga. A él lo mataron y otros tres chicos fueron heridos.
El mismo día, en el barrio Tablada, también humilde, de la zona sur de Rosario tirotearon una escuela. Más de diez disparos, según vecinos… ¡A cuarenta metros de un puesto de Gendarmería Nacional, que no movieron un dedo para perseguirlos!
Los medios masivos, los políticos de la burguesía, el aparato judicial, fuerzas de seguridad y cuanto vocero del sistema tenga un micrófono en mano, señalan a viva voz y con el dedo a los barrios periféricos para mostrar a los “narcos”. Los habitantes de estos y otros barrios humildes, sobre todo las y los jóvenes, son hostigados por la policía provincial, gendarmería, prefectura y policía federal cuando recorren los mismos.
Nadie habla de la complicidad de empresas monopolistas y aparatos sindicales a sueldo de las mismas para la introducción de la droga en las fábricas incentivando el consumo de las y los obreros para que aguanten los intensísimos ritmos de producción y largas jornadas de trabajo a que son sometidos.
Tampoco se relaciona la existencia del complejo portuario de 27 terminales extendidas entre San Nicolás y Timbúes, manejadas en exclusividad por las grandes cerealeras transnacionales (Cargill, Glencore, ADM, Dreyfus, Cofco, ACA y otras) por el que entra y sale la droga o los componentes de la misma, hacia y desde el mar y el corazón de Sudamérica a través de la hidrovía… ¡Que está custodiada por Prefectura Naval Argentina!
Menos aún, se menciona que las grandes sumas de dinero con las que se comienza y se realiza el gigantesco negocio del narcotráfico, se deposita y se extraes de los bancos y otras entidades financieras porque sin un gran volumen de capital el negocio no existiría.
La droga que invade Rosario y el país, ha sido introducida en la sociedad por estos dueños del capital bajo la complicidad de los distintos gobiernos de turno y el aparato judicial. Todo el mundo sabe el recorrido que la droga hace desde los puertos de agua, aéreos y estaciones terrestres, pero las autoridades que “no saben”, deben investigar para enterarse. ¡Es una burla a la inteligencia! Entonces allí mandan a fiscales y jueces que prestan su servicio para “combatir” al narcotráfico, acompañados por un periodismo, y vocera legislativa vestidos con chalecos antibalas, y políticos variopintos haciéndoles coro, en una pose electoralista indisimulable.
Gobierno nacional, gobierno provincial y municipal, contribuyen con su acción u omisión retribuida a la expansión del negocio que resulta sumamente rentable no sólo por los dineros que deja sino también como antídoto para el control social, dadas las condiciones de vida impuestas a las mayorías explotadas y oprimidas que viven descontentas y con bronca creciente esta realidad oprobiosa.
Hasta aquí hemos aludido a los dueños del negocio: empresas monopolistas y entidades bancarias entrelazadas por los mismos dueños. También aludimos a quienes supuestamente combaten el narcotráfico pero que, en realidad, lo fomentan y facilitan siendo parte del mismo: funcionarios estatales de los gobiernos nacional, provincial y municipal, aparatos políticos de la burguesía, sindicatos “merqueros”, fuerzas de seguridad (policía provincial y federal, gendarmería, prefectura naval), aparato judicial, a los que deberemos sumar ciertas dirigencias del fútbol y sus barras bravas amigas y otros distribuidores menores.
Lo cierto es que el dedo acusador apunta al extremo más débil: los distribuidores barriales a quienes se los tilda con el pomposo calificativo de “narcos”, para ocultar deliberadamente a los responsables y dueños del negocio con mayúsculas del narcotráfico.
Ahora, con lo dicho, el nivel de violencia que en Rosario alcanza el promedio de un asesinato diario en lo que va de este año, no tiene otra explicación que la disputa por el negocio, tal como ocurre en otros ámbitos con otro tipo de negocios burgueses que llevan a enfrentamientos tales que provocan guerras entre países. Porque, dicho sea de paso, la burguesía dirime sus diferencias por mercados, territorios, fuentes de materias primas y conglomerados humanos proletarios, en forma violenta, sin importarle el costo de vidas y destrucción que ello implique. Claro que para carne de cañón están sus “soldados” porque ellos no van al frente y se ocultan detrás de sus respetables trajes, instituciones y leyes del sistema.
El narcotráfico es un aspecto más de los negocios burgueses para lo cual, cuenta con el Estado y todas sus instituciones a fin de promoverlo, realizarlo, sostenerlo y expandirlo.
Lo anterior, nos ayuda a comprender que lo que está pasando en Rosario, es la disputa entre burgueses dueños de la droga que mandan al frente a los distribuidores para pelear contra otros distribuidores que responden a otros dueños burgueses que quieren monopolizar el negocio.
Por eso, es razonable y lógico afirmar que la razón de por qué Rosario es más violenta que otras ciudades del país, responde a que aún no se ha definido por la fuerza el monopolio del negocio de la droga y quienes serán los custodios del mismo en el gobierno en sus tres niveles (nacional, provincial y municipal), las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales y el aparato de justicia que se designarán para tal fin.
Eso explica por qué en el AMBA que comprende a Ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense, el mayor conglomerado urbano del país, el nivel de violencia entre bandas distribuidoras de drogas no alcanza los decibeles de Rosario. Allí, pareciera que los territorios y puntos del negocio están distribuidos y, por ahora, son respetados sus límites. Cuando se corran los mismos, el enfrentamiento será más crudo.
El ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, conocido hombre involucrado en el negocio de la efedrina que tuvo que salir escondido en el baúl de un auto cuando fueron a detenerlo las fuerzas que respondían a otro dueño del negocio, afirmó que el problema de la violencia en Rosario es un tema que debe resolver el gobierno provincial. ¡Pero la ley dice que el narcotráfico es un delito federal!
El fiscal Spelta, quien tiene a cargo la “investigación” por la muerte de Máximo, dijo que los delincuentes han perdido los códigos. ¡Perdieron los códigos! Increíble expresión…
Por eso, es ilusorio pensar que el Estado combatirá el narcotráfico… Para muestra basta un botón… o diez, porque diez son los jefes de policía que nombró y cambió este gobierno provincial en tres años de gestión.
Los vecinos de Empalme Granero, persiguiendo a uno de los transeros que terminó defendiendo la policía reprimiendo a la población, y destruyendo tres casas de distribuidores, previo a sacar todos sus contenidos, nos muestran el camino de la solución. En una palabra, tomar en manos del pueblo el problema, conquistar la calle y combatirlo. Hoy, los docentes de la región se movilizan manifestando su clamor en defensa de la niñez.
Pero no sólo enfrentar al eslabón más extremo de la cadena del negocio de la droga, sino a las bases en donde se genera: los dueños de las grandes empresas monopolistas de la industria, la banca y el comercio.
Desde las mismas fábricas en donde obreros y obreras son víctimas de la merca y en los barrios en donde vive el proletariado y sectores populares. Combatir al narcotráfico es combatir a la burguesía y viceversa. Enfrentar al capitalismo en todas sus expresiones organizando la lucha de clases por una vida digna hacia la revolución socialista.
No hay otro camino. Y en él, la clase obrera y las y los revolucionarios tenemos un papel fundamental. No se puede pedir a los responsables del negocio que combatan el negocio. El Estado y sus instituciones, lejos de combatir el narcotráfico va a utilizar las fuerzas de seguridad y todo el aparato judicial para limpiar la paja del trigo, es decir, para reprimir a quienes combatamos el narcotráfico y cualquier negocio del poder burgués.
Con su aspecto de mayor descomposición, el capitalismo nos muestra su fracaso.