El gobierno fijó en la Ley de Presupuesto una meta de inflación de 60%. Y su objetivo es que los aumentos salariales de este año no excedan ese número.
Los datos inflacionarios de enero y febrero ya arrojaron un 12,6%. La fría matemática indica que, para cumplir con “las metas”, la inflación en lo que queda del año (a partir de marzo inclusive) no deberían superar el 3,55%. Ningún analista, ni siquiera el propio gobierno, afirma que ello sea posible.
A todo esto se debe agregar que (siempre con los números amañados que brinda el INDEC), la canasta alimentaria aumentó más del doble que el índice de inflación tanto en enero como en febrero. En el rubro en el que más gasta la población asalariada los precios no dejan de dispararse por lo que la pérdida del poder adquisitivo es aun mayor que lo que marcan los promedios estadísticos.
Está más que claro que la burguesía monopolista sigue echando mano del alza generalizada de los precios para reducir los salarios. Los números de los dos primeros meses de 2023 se dan cuando todavía muchos sectores trabajadores no terminaron de cobrar los porcentajes pautados en las paritarias 2022, por lo que queda clarísimo que el objetivo principal de la clase dominante y su gobierno es el señalado.
En los marcos de la crisis mundial capitalista, no es extraño que esto suceda y se acentúe dado que la inflación es el mecanismo al que recurre la burguesía a nivel mundial para atenuar los efectos de la crisis y hacerla caer sobre las espaldas del proletariado.
La singularidad que se da en nuestro país es que ese proceso viene de años, con los resultados conocidos, respecto de la incesante caída del salario que hoy es el más bajo, en dólares, de América Latina.
Esta realidad que atraviesa a todo el proletariado acelera sensiblemente el deterioro de las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Los recortes de los gastos familiares, las deudas que se acumulan, son el denominador común de las familias proletarias.
Ante esta situación es necesario que las vanguardias obreras instalen el debate de la lucha salarial, sin esperar los tiempos de la institucionalidad burguesa que, está claro, siempre actúan corriendo por detrás a la inflación e incrementando las pérdidas en los bolsillos de la clase productora.
En los lugares donde se den las condiciones se debe apuntar a acelerar la discusión por los salarios; en los que no, instalar igualmente la discusión y presionar desde abajo para que ello ocurra. En ambas situaciones, es necesario avanzar en la organización independiente desde las bases como única garantía de que la lucha transite carriles en donde los intereses obreros sean auténticamente defendidos. Apuntar a que las “mesas de negociación” se transformen en un infierno, tanto para la burguesía como para los sindicalistas entreguistas. Para ello el estado de asamblea por sectores, las asambleas generales arrancadas desde las bases, medidas de fuerza de diversa intensidad, son la herramientas con las que contamos para afrontar la lucha; apuntar a que la organización de base se consolide y amplíe sus fuerzas organizadas para, incluso, obligar a las patronales a dejar de lado los acuerdos entre cámaras y sindicatos nacionales para ceder a las demandas obreras, tal como ocurrió a finales del año pasado en Acindar de Villa Constitución, donde la empresa debió otorgar demandas salariales por encima de lo pactado entre la UOM y las patronales del sector.
Debemos afrontar el año 2023 con el claro objetivo de avanzar en la organización obrera con el carácter señalado. De esa manera estaremos en mejores condiciones para la lucha por nuestros salarios y, además, estaremos transitando un camino que abone la lucha política de la clase obrera como tal contra la burguesía monopolista en su conjunto.