Cuando desde nuestro partido lanzamos la consigna el capitalismo fracasó lo hicimos para que al hacer un recorrido de las condiciones de vida en el planeta, sobresaliera la falta de respuestas humanitarias a miles de millones de almas que poblamos el mundo. Desde ese punto de vista es un fracaso total.
Desde el punto de vista de los poseedores de los medios de producción, los monopolios, de los bancos, de los instrumentos para saquear los bolsillos de trabajadores y trabajadoras, sus negocios van y van, pero no sin tropiezos. ¿Por qué?
Si revisamos lo que pasa en el mundo, por estos días el agravamiento de la lucha de clases ha tocado picos de importancia. No es sólo la clase obrera francesa o inglesa (que están golpeando las puertas de un nuevo devenir del enfrentamiento clasista), en todos los continentes los pueblos comienzan a marcar la cancha de lo que se quiere y de lo que no se quiere.
En Asia, la burguesía monopolista se ha visto en la obligación de mover el tablero internacional. La lucha de clases en sus propios países provoca “alianzas” inesperadas hasta hace muy poquito. Nos referimos al papel que está jugando Arabia Saudita y sus nuevas relaciones con Irán. Ambos países con problemáticas internas que empujan a los de arriba a paliar las crisis de sus pueblos.
Engaños que provocan guerras (como en el continente africano) en donde se intenta disimular los levantamientos populares con guerras “nacionalistas”. Países como Egipto, Sudáfrica, Marruecos, Nigeria, Argel (entre otros) conviven con movimientos de masas de protestas por situaciones internas y que ya llevan ya su tiempo. Desde miradas superficiales aparecen como conflictos superestructurales, pujas entre caudillos… Pero esa es una parte de la verdad porque también expresan el mal humor de los pueblos.
Ni que hablar de la situación actual en Israel y de cómo ha repercutido en los de arriba las movilizaciones por derechos políticos que ya abordan el caso de Cisjordania y la franja de Gaza.
La India y Paquistán conviven con el dolor de la pobreza de sus pueblos, pero los movimientos proletarios no se detienen. Lo mismo se irradia a la clase obrera en el sudeste asiático donde centenares de miles de obreros luchan por nuevas conquistas.
Hablamos del propio EEUU, en donde el alza de las protestas de todo orden va en aumento. Su clase obrera convive con un dolor en el que conviven los pueblos con un sistema capitalista que frena el desarrollo de la historia de la humanidad.
América Latina expresa la lucha de clases de diferente manera y forma en cada país. Lo cierto es que las crisis que se ven por arriba (como en Bolivia, Perú, el propio Chile, Brasil y así podríamos hablar de cada componente de este continente) es porque la bronca de abajo se expresa de diferente formas y metodologías. Esto no deja espacio a la estabilización de una burguesía monopolista que necesita unificarse políticamente pero ese actor inesperado, clase obrera, le pone piedras en el zapato a la “comodidad” clasista.
No hay paz entre las clases y esto recién empieza. Se van acomodando los actores principales después de varias décadas, en donde la oligarquía financiera y sus gobiernos supieron hacer retroceder a la clase obrera. La burguesía toma nota de la lucha obrera en bastiones del propio sistema capitalista (como el caso de China) en donde en las últimas semanas se van replicando episodios como los acontecidos hace pocos meses, cuando desde abajo se rompe el cerco de la “lucha” contra el Covid en centros industriales, determinantes para la estrategia de poder del sector dominante.
De nuevo comienzan a aparecer voces que reclaman la paz en la guerra Rusia-Ucrania. Voces que hasta hace muy poquito no estaban asociadas a los reclamos de cada país (sobre todo en Europa). No es una consigna “pacifista” a ciegas. Es una consigna que ha nacido desde el dolor de los pueblos y que, aunque no ha tomado gran forma aún, su calidad sí lo expresa, porque se entremezcla con los actuales reclamos de vida digna.
Europa es un hervidero social, y los ricos y poderosos del sistema capitalista están conmovidos, aunque su prensa amarilla cada vez más encapsulada en sus intereses niegue lo que es innegable.
Los pueblos del mundo padecen un deterioro en sus condiciones de vida y esto lo vivimos y lo sentimos en nuestro país.
Nuestro Partido está muy lejos de promover la idea de “cuanto peor está un pueblo es mejor para el proceso revolucionario”. Pero en ese deterioro de las condiciones de vida, cuando van apareciendo las ideas revolucionarias (y con ello la experiencia de décadas de engaños ya sufridos para miles de millones en el planeta) el panorama que se vive es distinto. La resistencia se hace más activa, la experiencia se hace en un escalón superior. Y en ello, el papel de las y los revolucionarios trasciende su alcance “directo” porque ese proyecto de cambio social comienza a golpear la puerta en las casas del proletariado.