En un primer momento el dolor se apoderó de los distintos sectores de fábricas y trabajos. Habían matado a un compañero colectivero, un trabajador. Ese dolor fue un dolor de clase y la bronca se apoderó de una mañana ya castigada por el dolor cotidiano.
De repente “apareció” la piña y el estado de ánimo cambió, consciente o inconscientemente ese accionar provocó una reacción de clase. Podríamos sintetizar que el fervor de simpatía se sintetizó en que fue una piña bien dada, al “mentón”.
Del dolor y de la bronca se pasó a la “piña” de la dignidad.
Del otro lado, del lado de los violentos, del lado de los dueños del poder, sintieron la estocada.
No habían pasado minutos de los hechos y saltaron por el aire las infinitas contradicciones que se siguen sumando en el bloque de poder.
¿Cómo irán los Berni, las Bulrrich, los Milei a poner orden institucional a partir de esta piña?
Las gerencias de las empresas están recalculando, la lucha de clases no da respiro, ellos han escuchado y sentido en sus propios establecimientos que la cosa no está tan tranquila, que cualquier cosita puede provocar irritación.
Siempre están los que habitan los “nidos de ratas” o los defensores de los intereses de los ricos y poderosos, políticos, sindicalistas, que intentan amortiguar el golpe que viene de abajo. Pero en la vida cotidiana saben que cuando tienen que apretar para lograr mayor productividad, detener el reclamo salarial o cumplir con los mandatos de las gerencias deben aplicar el terror, las amenazas, y los apriete. Pero el margen de acción se les achica y se les hace más difícil: las “piñas” que no se ven sí se están sintiendo.
Se está resistiendo y por abajo hay “pocas pulgas”.
Ya hemos fundamentado en varios de nuestros artículos cómo el entramado del verdadero poder en nuestro país está logrando ganancias escalofriantes. Hay plata, mucha plata que siguen atesorando los sectores más concentrados. Pero tienen un punto débil: el político. Saben que en sus grandes establecimientos nadie les cree, que cada vez más sus CEOS se los ve como los dueños del poder, que la situación en las fábricas «está caliente», cosas que son analizadas de forma totalmente superficial desde arriba por los medios y políticos del sistema.
La tolerancia de abajo es cada vez menor. Pero ciertos “filósofos del amarillismo” afirman: ¿somos un pueblo de corderos? ¿aquí no pasa nada? La “gente no tiene conciencia”.
Entonces nos proponen: ¡vayamos a elecciones, profundicemos la democracia! Salen los Fernández, las Bulrrich, los Larreta, los Milei a defender el sistema capitalista, y una y otra vez con la misma fórmula… Cuando en realidad el sistema es la causa fundamental de todos los males.
Pero el abajo está caliente, muy caliente y al asesinato de un trabajador se le respondió como clase.
No importa ya en qué grado de acumulación orgánica se haya dado, pero ha sido un paso que seguirá cuestionando el accionar de arriba. A no subestimar a nuestra clase obrera y nuestro pueblo, lección que el poder conoce pero que la lucha de clases desconoce.
Los medios de comunicación “no comunican” la lucha de clases, no se detienen en la conflictividad que habita hasta en pequeños establecimientos. No comunican lo que se acumula de bronca por el dolor existente. La sed de ganancia obnubila la lectura de lo que está ocurriendo por abajo.
La piña generó solidaridad, se sumó al caudal de la dignidad, aumentó las contradicciones por arriba. Se acumula desde el ejemplo dado, de esa experiencia que no pasará en vano. Se abre el debate político por abajo y desde allí seguiremos profundizando en organizaciones políticas independientes que conlleven la conducta que se sintetizó en “esa piña”.