Parecería ser que las guerras que se suceden en el planeta están por fuera de la lucha de clases en cada país del que se trate. Muchas veces la virulencia que alcanza la lucha intermonopolista opaca los procesos internos que se suceden en ciertas regiones calientes del planeta.
Mientras Israel acaba de atentar nuevamente contra el pueblo palestino, al interior de ese país opresor se están produciendo históricas movilizaciones que comenzaron con un reclamo de democracia y que hoy por hoy adquieren voces en defensa de quienes viven en territorios ocupados por el propio Israel.
Es en ese marco que en el Líbano la población ha salido reiteradamente a las calles a reclamar primero por la expropiación que ha hecho la banca a los pequeños ahorristas y ese malestar se extendió a todos los pobladores de ese país.
Poco y nada se habla del pueblo Kurdo, de sus heroicas mujeres que defienden con armas en mano un territorio regido por una democracia popular. Regiones atosigadas por ejércitos de todo calibre que intentan por todos los medios acabar con una experiencia que es ejemplo en la región y el mundo.
Ni que hablar de las actuales movilizaciones en Irán hijas directas de las fenomenales huelgas obreras que se desataron en ese país no hace mucho tiempo. Al interior de Egipto y Turquía las cosas se presentan muy complejas para esas burguesías, la vida cotidiana a esos pueblos se les hace insostenible cuando en el primero no se puede acceder fácilmente al pan por el alto costo al que ha llegado.
En Turquía las inminentes elecciones ponen al descubierto el deterioro al que han llegado todas las autoridades políticas cuando son reprimidas las voces que se alzan contra todo lo instituido. Miles y miles de detenidos en cárceles propias de gobiernos aberrantes.
Si nos extendemos aún más en África, las guerras se suceden a diario por diferentes motivos. Si bien es cierto que adquieren un peso sustancial la diversidad de intereses intermonopolistas en la región y el papel de ciertas potencias para apoderarse de los recursos humanos y materiales del continente, el peso que adquieren las rebeliones populares no es menor.
Lo más destacado por estos días ocurre en Sudán, pero se oculta que allí hay algo más que una guerra entre facciones militares: la existencia de comités de resistencia creados a partir del 2019 con un ejercicio de la democracia directa que no negocia su lucha por instalarse definitivamente como referencia que expresa los intereses de ese pueblo golpeado desde su propio origen como nación.
Al oeste y muy vecinos a España, es decir la entrada a Europa están Marruecos, Argelia, y la serie de países limítrofes que expresan el descontento al interior de sus fronteras. Marruecos es el más claro ejemplo de ocultamiento de la lucha de clases. Un país apoyado por Israel y EE.UU. que ha sabido quebrar la unidad árabe intenta desviar su crisis interna creando focos de guerra contra Argelia, quien a su vez enfrenta un descontento de plena movilización a su interior.
Vamos a nombrar solamente las zonas o regiones en estado permanente de guerras como ser India, Paquistán, Irak, Afganistán y las tensiones en Eurasia. Amenazas cotidianas en ambas Coreas creando un estado de inestabilidad si es que hablamos de guerras abiertas. Tensiones en el Mar de China y el sudeste asiático por pujas de intereses intermonopolistas.
Pero a decir verdad poco se habla y se esclarece que en los países que hemos nombrado las formidables luchas de la clase obrera han puesto una piedra en el camino a más de cuarenta años de superexplotación de miles de millones de proletarios. Son pueblos que se levantan como pueden y no se confunden con el carácter de las guerras que sus clases dominantes llevan a cabo.
La guerra Rusia-Ucrania, la que gana los titulares de la prensa burguesa, comienza a sentir el peso del rechazo que los pueblos del mundo expresan, pero específicamente en los países vecinos (como Polonia) su pueblo ha salido a las calles a jugar su papel contra las políticas guerreristas de su gobierno.
En Europa la ola de huelgas y paros ponen sobre la mesa los verdaderos problemas de sus pueblos. Es un sentir que está entorpeciendo la necesidad del gran capital por profundizar la beligerancia que necesitan para expandir su poder.
El continente americano no le va en zaga. En EE.UU. la ola de huelgas no se detiene y en ello la clase obrera norteamericana comienza a hacer su experiencia de democracia directa en varios de esos conflictos. Miles y miles de luchas por los más variados reclamos que ya vienen de años son acompañados por organizaciones independientes de la clase que -aún aisladas y en estado embrionario- acompañan los acontecimientos que por abajo se están dando en el planeta.
América latina no da descanso. Inestabilidad en el arriba es descontento en el abajo. Chile, Bolivia, y Perú son la punta de un iceberg que se insinúa con hechos inéditos que darán color a un continente, cuyas políticas burguesas de todo color están profundamente desprestigiadas en la gran mayoría de los pueblos.
Hay guerras justas y guerras injustas. O sea: hay guerras de clases y guerras interburguesas.
Las tensiones se profundizarán y es allí en donde la clase obrera y sus partidos revolucionarios debemos saber diferenciar.
La clase dominante intentará arrastrar a los pueblos a tomar partido por uno u otro contendiente de la guerra interimperialista. Los revolucionarios profundizaremos en la idea de la guerra de clases para no perder el norte de la revolución de carácter socialista que se irá abriendo camino sobre la base del protagonismo que hoy tiene la clase obrera.