¿Sirve la propaganda revolucionaria?

La propaganda política revolucionaria ligada a la acción de masas juega un papel muy importante. Influye cuando en lo concreto se sintetiza la relación entre la teoría y la práctica social. Por eso tenemos un papel indelegable como partido si de propaganda estamos hablando.

Las ideas revolucionarias, al entrar en relación con la acción política de masas en un ida y vuelta, actúan como una sola unidad que contribuye a la elevación de la conciencia de lo que debemos hacer y del camino que hay que tomar. No sólo para lograr los objetivos inmediatos sino, también, para avanzar en el camino de nuestra liberación definitiva del yugo de la burguesía.

Las ideas y la acción política de masas no pueden despegarse una de otra y viceversa. La propaganda revolucionaria no sólo esclarece sobre las causas y consecuencias de las políticas que ejerce la burguesía para el sostenimiento del sistema capitalista, sino también para darle un golpe a esas políticas, en el punto adecuado y en el momento justo.

Hablamos de mostrar el camino que el proletariado debe recorrer desde las luchas por sus reclamos hasta la toma del poder, única forma de lograr su liberación del yugo del trabajo asalariado existente para beneficio de unos pocos burgueses parásitos.

Mostrando el entramado de la imprescindible conformación de organizaciones independientes de la tutela de la burguesía cualesquiera sean sus formas (partidos políticos -incluidos los de “izquierda” y “progresistas”- regidos por la reglamentación e institucionalidad burguesas, sindicatos empresariales o dominados por la burocracia de “izquierda”, etc.).

La propaganda revolucionaria debe despojarse de cualquier seguidismo por más fuerte que sea la presión social que lo impulsa y hasta se haya generalizado como posición unánime en un momento determinado.

Por ejemplo: “la mayoría eligió a este gobierno”, “no hay que mezclar la política con los reclamos”, “nosotros somos de tal o cual rama y no tenemos nada que ver con otras ramas”, “estamos solos y necesitamos un apoyo institucional”, “nuestra lucha es por el salario y no queremos cambiar el sistema”, y otras cuestiones por el estilo.

La propaganda revolucionaria debe dar las posiciones fundamentales desde la perspectiva de nuestra clase, aunque éstas puedan sonar disonantes a oídos de las mayorías.

Un elocuente ejemplo de ello fue el proceso del peronismo en la década de los ’70. Momento en que nuestro Partido denunció que Perón venía a ponerse al frente de los intereses de los monopolios en contra del pueblo. Además de esa posición, la agitación en contra del pacto social (piedra angular de aquella política de gobierno) cumplió su papel a la hora de desatar fuerzas contra esa iniciativa nefasta y reaccionaria de la burguesía.

Hoy, la lucha por mejoras en las condiciones de trabajo y de vida, y las libertades políticas son banderas que golpean al centro de los planes de la burguesía monopolista. Forman, además, el eje alrededor del cual se van gestando nuevas organizaciones políticas de masas y consolidando el partido de la clase obrera.

Son tantas las necesidades económicas, sociales y políticas insatisfechas que tiene la clase obrera y los sectores del pueblo oprimido, que a veces resulta difícil no perderse entre las diversas aguas que agitan.  Por eso debemos elevar la mirada y plantear los ejes centrales que canalicen las fuerzas hacia el camino de la lucha por el poder.

La propaganda, si es periódica, de la mano de la agitación (su complemento indispensable), contribuye a generar una expectativa en quienes la reciben. Se espera su aparición.

Sostener “contra viento y marea” la propaganda revolucionaria en los centros productivos (bastiones del poder monopolista) y desde allí a los demás sectores del pueblo, es parte de nuestra confianza en que la ciencia proletaria es la única que puede dar una respuesta en momentos de profunda crisis política como el actual.

Y que la clase obrera más tarde o más temprano, va a abrazar y abordar el camino que traza el plan del partido hacia la toma del poder, en donde indefectiblemente se interrelacionan la teoría y la práctica.

Y esta no es una confianza religiosa o moralista. Tiene un sólido fundamento material basado en la experiencia que hemos transitado a lo largo de nuestra historia, como clase obrera y como partido revolucionario.


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