Esta Salta es hija de la pueblada de 1969


Algo nuevo que contagia el pueblo salteño y que llega a otras partes de nuestro país. Y, en otras partes de nuestro país, está naciendo algo nuevo que contagia al pueblo salteño.

Hacemos esta afirmación porque pensamos que en este proceso de lucha de clases nada se repite de la acumulación anterior, de esa experiencia adquirida que se amasa en la historia de un pueblo.

No es la primera vez que las y los docentes salteños se presentan a dar batalla desde una autoconvocatoria. Metodologías asamblearias realizadas con el peso del «derecho adquirido», de no respetar la institucionalidad con esencia autoritaria que propone el sistema actual regido por la democracia representativa, en donde el pueblo delega a sus «representantes» pero no tiene voz ni voto. Por estos días la Legislatura quiere sacar una “ley antipiquetes”. O sea: reprimir con la ley en la mano.

Esto es lo nuevo que está pesando en la sociedad salteña, aunque el ejercicio de esa metodología autoconvocada atraviese el «parto», un nacimiento no sin dolor.

Entre las enseñanzas que ha dejado el pasado inmediato y no solo en Salta es que un conflicto, aunque pequeño, no debe quedar aislado. En primera medida es necesario que esa experiencia de nuevo calibre sea conocida por toda la sociedad que está sufriendo los embates de autoritarismo y sale a enfrentarlo. El aislamiento es el peor enemigo dentro de las propias fuerzas acumuladas.

En la medida que ciertas luchas han roto con el cerco propuesto por la clase dominante se han logrado avances. Y en varios casos se pudo frenar la impunidad.

En este camino de pensamiento es bueno recordar la propia historia de cada provincia, de cómo la clase obrera, estudiantes, docentes, trabajadores del sector público, etc. unieron fuerzas para golpear como un puño cerrado y lograr conquistas políticas que aún perduran en el tiempo. Es un derecho adquirido y hay que hacerlo consciente. Así ocurrió en Salta en 1969, previo al Cordobazo.

«Una pueblada comandada por obreros y estudiantes, con los secundarios jugando un papel fundamental durante las jornadas de protesta que casi terminan con la toma del opulento Club 20 de Febrero. Antes y después también hubo revueltas en toda la provincia». (1)

En definitiva, un derecho que se transmite por décadas y le va dando el ADN a una población esquiva a ser dominada.

Volviendo al hoy, son las propias bases del conflicto desatado las que deben tomar esas responsabilidades de unidad del pueblo. Formar grupos de asambleístas que se organicen para ir a centros de trabajo que están sufriendo la misma opresión que el docente.

No importa si al principio cueste movilizar hacia ese objetivo, pero vale la pena iniciarlo, probar fuerzas en esa dirección para posibilitar el robustecimiento y fortalecimiento a lo que se viene.

Conocer a quiénes serán nuestros compañeros y compañeras de ruta. Afianzar la confianza que da la democracia directa y expandir confianza para combatir la división permanente que nos plantea el poder instituido.

Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario del Cordobazo, que expresó el dolor de haber vivido bajo una dictadura militar. En ese acontecimiento, en donde la clase obrera supo jugar un papel determinante, se delinearon experiencias prácticas de unidad con estudiantes y distintos sectores de trabajadores.

Esos movimientos unitarios se gestaron en años de lucha y movilización y nada fue fácil. Pero la resultante de ello fue muy rica, y en ello contamos con la transmisión que producen las generaciones precedentes a las actuales. Y esto nos permite hoy dar pasos más audaces en esa unidad tan imprescindible, para dar un salto cualitativo en la acumulación de fuerzas que de hecho combaten la institucionalidad impuesta por la clase dominante.

Bien por el pueblo salteño, bien por la clase obrera y pueblo de todo el país por caminar en esa experiencia que caracterizamos como lo nuevo que está por nacer, reclamando un cambio profundo del tipo de democracia a seguir.

La experiencia que se está realizando tiene mucho que ver con el país que soñamos.

Es una experiencia que va a contramano de un sistema capitalista, que de tan injusto que es, necesita del autoritarismo para imponer sus negocios.


(1) Del historiador Carlos Abrahan.

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