Elecciones, abstencionismo y lucha de clases


El armado electoral, lejos de generar alguna expectativa mínima, profundiza una crisis política que crece muy por abajo, en lo profundo de las masas. En este artículo proponemos hacer un breve balance general de la situación.

Lucha de clases: el mar de fondo

Antes del levantamiento jujeño, ya se manifestaban importantes síntomas de un reanimamiento de la resistencia obrera: conflictos como los de Coca-Cola en Córdoba, las metalúrgicas de Tierra del Fuego (Mirgor, Newsan y Brightstar), la huelga azucarera, de obreros navales, portuarios, transporte en general, contratados en Acindar y Techint, mineros en Aguilar (Jujuy), en fin, una cantidad muy importante de conflictos en el sector productivo en donde si bien es cierto que todavía pesa la tutela sindical, la presión de las bases toma protagonismo.

Una característica interesante que adquirieron muchos de estos conflictos es que se dan por recomposición salarial. Luego, en algunos casos, se sucedieron despidos masivos como forma de derrotar las huelgas (ocurrió en los tres conflictos de Tierra del Fuego, por ejemplo, con el de Coca-Cola en Córdoba y en Bridgestone), con la particularidad de que ello solo profundizó las medidas de fuerza en la mayoría de los casos, obteniendo reincorporaciones vía conciliación obligatoria. Esto es curioso, dado que hasta ahora la tendencia de las conciliaciones obligatorias siempre fue en perjuicio de las y los trabajadores. Se trata de una salida elegante para las patronales, que maniobran intentando evitar que se profundice la conflictividad laboral.

Luego vinieron los tres grandes conflictos provinciales: primero la docencia autoconvocada en Salta, luego la rebelión jujeña, y, por último, las movilizaciones en el Chaco por el femicidio de Cecilia Strzyzowski Obviamente, de estos tres casos el jujeño constituye una avanzada de la lucha de clases, tal como lo señalamos en la nota de ayer. Es importante recordar cómo empieza el conflicto en Jujuy: docentes autoconvocados tomaron la sede del sindicato (ADEP) e instaron a que éste convoque a una huelga por tiempo indeterminado por recomposición salarial. Ese elemento, detonante de la rebelión, tiene relación directa con el conflicto docente en Salta. La cercanía entre ambas provincias, y la larga tradición autoconvocada en Salta, sin lugar a dudas funcionaron como faro en el proceso jujeño. Lo mismo, el conflicto jujeño detonó movilizaciones docentes, también reprimidas, aunque poco divulgadas, en Misiones.

La lucha de clases tiene un hilo de continuidad, de eso no cabe duda.

Si recorremos el espinel de conflictos, observamos que esa intensificación de la resistencia no ceja: sólo el día de ayer hubo corte de vías en el tren Roca por parte del personal contratado de seguridad, paro de transporte en las provincias y, como nos expresaba un compañero de Lomas de Zamora “te encontrás con cosas insólitas, como que no podés hacer un entierro porque los sepultureros están de paro”.

Alguien podrá pensar que estamos exagerando, pero es lo que uno se encuentra cuando analiza la lucha de clases en conjunto, más allá de la percepción individual que se pueda tener en tal o cual sector de trabajo. Es, justamente, una característica de la etapa de resistencia que vivimos: una serie de golpes de carácter ofensivo, en un contexto general en donde todavía el proletariado no ha desarrollado plenamente sus herramientas de organización. Pero que el golpe existe, existe.

Lucha de clases: crisis por arriba

La burguesía atraviesa una crisis económica global muy severa. Como en toda crisis capitalista, hay dos vías de solución, que no son alternativas, sino simultaneas: la primera es concentrar el mercado de capitales, es decir, comerse a la competencia. Las guerras, las disputas que se nos presentan como EEUU-China, y las internas electorales tienen que ver justamente con este último punto: hacerse con el control del Estado para otorgar subsidios, exenciones impositivas y otros beneficios extraordinarios a los capitales que representa cada facción. Por eso se explica la existencia de tantos candidatos. La segunda “solución” a la crisis es aumentando los niveles de explotación y empobrecimiento del pueblo trabajador. Allí están todos de acuerdo, y es el verdadero “frente único” de la burguesía. En todo caso, sus discrepancias radican en cómo llevar adelante ese plan, si con una represión abierta y discurso fascistoide, o con una represión selectiva, ejecutada principalmente a través de las burocracias sindicales y los punteros de los movimientos sociales, con discurso populista.

El problema aquí es que ninguna de las facciones burguesas consigue imponerse, ni en el plano económico (disputa por los beneficios del Estado) ni en el plano político (plan represivo).

En esta interna, con el reciente anuncio de las principales candidaturas, lejos de solucionarse la crisis política se profundiza. Del lado de la “ultraderecha” de Milei, los resultados electorales provinciales hablan por sí mismo. No somos gurúes electorales, pero pareciera poco, muy poco probable, que un candidato que en Tucumán saca el 4% de los votos emitidos, o en Neuquén el 8%, vaya a sacar un 30% en las elecciones generales. No sería la primera vez que a las encuestadoras les falle el termostato.

En cuanto a Juntos por el Cambio, como proyecto político están enterrados antes de nacer. Rodríguez Larreta anunció que su candidato a vicepresidente será Gerardo Morales, actual gobernador de Jujuy que está enfrentando un levantamiento general del pueblo. El día de ayer tuvo que retroceder en dos de los artículos más polémicos de la reforma constitucional, que abrían la puerta a la expulsión de las comunidades originarias en tierras productivas, es decir, en las reservas de litio. Sin embargo, aún continúan los cortes de ruta y enfrentamientos con las fuerzas represivas, ya que el gobierno no ha retrocedido en los artículos que prohíben la protesta social.

Desde el punto de vista político, este proyecto electoral nace derrotado, demostrando que el pueblo trabajador no está dispuesto a perder las libertades políticas conquistadas, y que salir a reprimir a mansalva, en lugar de atemorizar, en este caso, envalentona la rebelión.

Esto lo comprende claramente un sector de la burguesía. El Grupo de los 6 (G6) –organización que nuclea la cabeza de las cámaras empresariales de la Sociedad Rural, UIA, Comercio, Construcción, la Asociación de Bancos Argentinos y la Bolsa de Comercio- se pronunció en contra de los “hechos violentos” sucedidos en Jujuy. Marcos Galperín (Mercado Libre), reconocido empresario opositor al gobierno nacional, fue un paso más allá al declarar “la importancia del diálogo como única vía para la resolución de conflictos, respetando el derecho legítimo a la protesta pacífica y el respeto por el derecho a circular libremente”. Mensaje para Morales: una cosa es reprimir, otra cosa que me generes una pueblada y me arruines los negocios. Esa misma preocupación es la que transmite la ONU cuando se pronuncia alertando la violación de derechos humanos en Jujuy producto del “uso indebido de la fuerza”.

Del otro lado tenemos la crisis del peronismo, porque por más que hayan definido candidatos, la crisis continúa. Desde que Massa llegó al Ministerio de Economía, la caída salarial solo se agudizó. Ahora también lo hace la conflictividad social.

El problema no es que tanto apoya la burguesía a Massa, que evidentemente se sitúa como un polo de unidad de importantes sectores del capital, sino qué garantía política puede brindar: aquí no cabe hablar ni de una “pesada herencia” albertista, ni del peso draconiano del FMI. En todo, Massa es un hombre al servicio directo de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Esta crisis de lo discursivo se agudiza cuando bajamos al terreno sindical y social: las burocracias sindicales se cansaron de culpabilizar a Massa por el ajuste actual. Sindicatos estatales como ATE decían abiertamente en las asambleas que los recursos no llegan por culpa de Massa, y ahora van a tener que salir a militarlo electoralmente. No cabe duda, es otro proyecto electoral que nace políticamente derrotado, no convence a nadie.

Desde el punto de vista electoral, el abstencionismo crece. En Corrientes el abstencionismo (es decir, la suma de voto en blanco y gente que no fue a votar) fue del 47%, en Mendoza del 40%, y en Chaco 47%. Estas cifras llegan a duplicar los valores de abstencionismo de las elecciones 2021, pulverizando la credibilidad de cualquier candidato ganador. Veamos un ejemplo concreto, el del Chaco, por ser la última elección. Allí el primer lugar lo sacó Juntos por el Cambio (JxC), con el 41,21% de los votos emitidos. Bien, si recalculamos el porcentaje de “representatividad” contabilizando el total del padrón electoral, obtenemos solo un 22,58%, mientras que el Frente Chaqueño (PJ) obtuvo un 19,50%. Es decir que gane quien gane las elecciones, tiene en su contra al 80% del padrón electoral.

Con las candidaturas presidenciales ya oficializadas, resulta altamente probable que esta tendencia se fortalezca. Allí también se expresa la crisis política.

¿La salida?

El proceso electoral abierto no genera ningún tipo de expectativa. Los economistas anticipan devaluaciones de entre un 50% y un 100% antes de fin de año.

El horizonte anticipa mayor conflictividad social, pero aparece un elemento nuevo, que venimos señalando: se sabe que toda lucha reivindicativa, salarial, tiene un techo en este contexto, y que la verdadera solución de los problemas pasa por la lucha política.

Por eso, en Jujuy estalló el reclamo salarial y esa lucha adquirió rápidamente un carácter político, contra los planes económicos generales del gobierno y su política represiva.

En el plano organizativo de la clase obrera también se expresa esa lucha política: se sabe que con la democracia sindical representativa no vamos a llegar a ningún lado, al contrario, las burocracias sindicales aparecen como verdaderos diques de contención al servicio de las patronales, por eso crece la cantidad de conflictos que se dan mediante organización autoconvocada, o mediante cuerpos de delegado de fábrica que rompen con la conducción gremial y salen a dar pelea con la asamblea como verdadero órgano de toma de decisiones.

Pero ese movimiento que se está dando desde la base todavía no se reconoce todavía como tal, no es consciente del proceso que está realizando.

Esa es la lucha política central que debemos dar desde el campo revolucionario, fundir el movimiento de base con las ideas revolucionarias, y para llevar adelante esa tarea es necesario avanzar en organización.

Avanzar en la construcción de agrupaciones de base que superen la legalidad sindical, y avanzar en la construcción del partido revolucionario, porque solamente construyendo nuestra organización profesional, nuestro partido proletario, solamente así podremos levantar una verdadera alternativa política que no descanse en candidaturas electorales, sino en el desarrollo de la lucha de clases.

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