Ayer se dieron a conocer los resultados de las negociaciones paritarias de la UOM y de Empleados de Comercio. Las mismas se han reducido, en función de la elevada inflación, a periodos más cortos que el original anual. Sin embargo, a pesar de ello, los resultados para los magros salarios de los trabajadores, sigue siendo a la baja, es decir, a la pérdida permanente del poder adquisitivo frente al aumento de todas las mercancías con excepción de la fuerza de trabajo (salarios).
Tomemos por ejemplo el caso de la UOM.
El salario básico de la rama 17 que excluye a las siderúrgicas y a las empresas que trabajan o producen aluminio, hasta la negociación de la que hablamos, no superaba los $ 130.000,00. O sea, por debajo de la canasta básica que alcanza a $ 232.400,00 (esta canasta básica es un invento para tapar la canasta familiar que está muy por encima de ese monto).
Con el “arreglo”, los obreros metalúrgicos percibirán un salario, a Julio de este año, de un 20% con lo cual el salario inicial de $ 130.000,00 se va a $ 156.000,00, y con esto no alcanza ni siquiera lo que el Estado burgués denomina “línea de la pobreza”, como si la pobreza tuviera una frontera pasada la cual transportara a los obreros a un mundo satisfactorio de necesidades y aspiraciones de desarrollo propio y para sus familias. ¡Enorme indignación!
Pero, además, a modo de burla, juntan el porcentaje descrito con el porcentaje de aumento que percibirían en el mes de agosto y en el mes de setiembre, informando que el total del aumento para ese mes será del 42,6% acumulado. Pero, señores, $ 130.000,00 más el 42,6% resulta un salario de $ 185.380,00 monto que no va a alcanzar tampoco la famosa “línea de pobreza”.
Lo peor de todo esto es que las perspectivas de vida para los obreros de UOM y de todos los trabajadores en general, no tiene solución ya que lo que proponen tanto gobierno como oposición es que la situación económica y de vida para el país (léase para trabajadores y sectores oprimidos) es “generar condiciones favorables a la inversión de capitales que traigan más trabajo, producción y, en consecuencia, riquezas para el país”.
Pero veamos:
Los capitales que se desempeñan en el país exigen las condiciones laborales y de vida que han establecido mediante los distintos gobiernos de turno y son las que sufrimos actualmente. Esto quiere decir que si el Estado adopta políticas que favorezcan la inversión de más capitales tendría que destinar mayores recursos para los mismos a través de mayores subsidios, facilidades para la importación y envíos de remesas a los accionistas (ya sea que estos vivan en nuestro país o en el extranjero), facilidad para la circulación de capitales acumulados hacia otros centros productivos de esas empresas en el mundo, eximición o reducción de impuestos, baratura en el pago de servicios, facilitación de terrenos en donde se instalen las empresas, etc. Y, fundamentalmente, la garantía de mejores ganancias, lo cual se traduce en mayor flexibilización laboral que permita una masa salarial más baja, y eliminación o modificación de indemnizaciones por despido, jubilaciones, reglamentaciones laborales que signifiquen mayores costos patronales, etc. Más todo un conjunto de leyes que les den seguridad jurídica y garanticen lo expuesto.
Todo lo descrito son peores condiciones laborales y de vida para la mayoría laboriosa del país. Y ennegrecen aún más el futuro y las aspiraciones a una vida mejor, porque nos veremos más deteriorados en condiciones laborales, posibilidades de estudio, acceso a la salud, jubilaciones dignas, futuro de desarrollo como seres humanos, etc.
Tanto unos como otros no hacen más que prometer falsamente supuestas mejoras para los trabajadores y pueblo oprimido que en realidad deben leerse como mejoras para las ganancias del gran capital.
La opción de hierro que se nos plantea es cambiar radicalmente esta lógica de explotación intensa y de futuro gris para nosotros y las siguientes generaciones dejando en mano de los sindicatos pro patronales la decisión sobre nuestros ingresos que se traducen en vida paupérrima o dar un combate a la raíz del sistema y la clase burguesa que lo sostiene a pesar de su decadencia y pudrición.
El problema es político nacional y afecta a todos los trabajadores y pueblo oprimido que deberemos profundizar el combate frontal contra estas políticas a las que nos somete la burguesía, gobierne quien gobierne. El proletariado, que todo lo produce, deberá ir liderando este proyecto de país, tal como lo viene haciendo desde los últimos meses, contribuyendo a la vez al fortalecimiento de su partido revolucionario y organizaciones políticas de masas que vayan trazando el camino a seguir.
La lucha por salarios y mejoras en las condiciones de trabajo hay que hacerlas, al igual que las luchas sectoriales por las distintas reivindicaciones de todo tipo sean económicas, sociales o políticas, porque son las que nos permiten arrancar lo que ellos no están dispuestos a dar, desarrollar la unidad, la acumulación de fuerzas, la organización y la práctica necesaria para experimentar la fuerza que vamos adquiriendo en el camino para el enfrentamiento por el poder de decisión que emana del trabajo social que realizamos a diario en la producción de bienes y servicios.
Pero las mismas no son suficientes, ya que si no cambiamos el sistema capitalista de explotación del trabajo asalariado y sometimiento de las mayorías al interés de la absoluta minoría que la burguesía trata de sostener a pesar de que el mismo ha demostrado que no resuelve ningún problema social de las mayorías y que, por el contrario los profundiza, seguiremos no sólo penando por nuestros ingresos sino en la oscuridad de un túnel que no tiene salida alguna ni posibilidades de esperanza de una calidad de vida superior para nosotros y nuestras familias.
Los mejores candidatos para ese camino somos la masa de trabajadores en lucha que crece en la resistencia y va dando sus primeros pasos en organización y unidad con el pueblo oprimido y no los que nos presentan sonrientes en las boletas del circo electoral.