La burguesía explotadora lo sabe: el sistema democrático representativo está en crisis.
En Argentina, próximas ya las elecciones primarias, ninguna fórmula de las y los candidatos del régimen logra la síntesis política necesaria para garantizar una gobernabilidad de cara al recrudecimiento de la lucha de clases que, si bien carece aún de elevados niveles de organización, va en aumento.
Sin embargo, el problema no es reciente, es la resultante de una acumulación de fracasos de la clase dominante (con el consecuente movimiento de resistencia de las masas explotadas y oprimidas, ya que se trata de un movimiento dialéctico).
Así, el retorno de la democracia en 1983 con el gobierno de Alfonsín se quedó en promesas de campaña: se demostró en los hechos que con la democracia (burguesa, representativa, mentirosa) NO se come, NO se educa, NO se puede vivir dignamente. No las mayorías obreras y populares, sí un reducido grupo de parásitos (grandes empresarios, políticos, funcionarios, asesores).
La “Revolución Productiva” de Menem no trajo el prometido aumento de salarios sino miseria, privatizaciones (regalo de las empresas del Estado) para que los grupos económicos se llenen los bolsillos, miles y miles de desocupados, aumento de la deuda externa.
El ensayo de la Alianza terminó con la estafa del megacanje (fuga de miles de millones de dólares) y 39 muertos en todo el país por la feroz represión contra la insurrección popular.
La devaluación de Duhalde, agente de los dictámenes de los organismos internacionales y los grupos económicos concentrados, también le costó sangre al pueblo argentino (masacre del puente Pueyrredón) y más deterioro en las condiciones de vida.
Luego, el período Kirchnerista, favorecido por el precio de los comodities, pudo hacer lo que hacen en definitiva los gobiernos populistas. Sin embargo, el mencionado período, con “todo a favor” desde el punto de vista de una “economía del bienestar”, cerró con una pobreza de casi el 30%, y elevados niveles de inflación (mecanismo de reducción del poder adquisitivo del salario).
El orden económico del macrismo aceleró la fuga de capitales, engrosó notablemente la abultada deuda externa, redujo presupuestos en salud y educación (Salud, por ejemplo, pasó de ser Ministerio a simple Secretaría) echó a trabajadores y trabajadoras del Estado, dejando para el ensueño la promesa de la “pobreza cero”, otra de las tantas mentiras de los candidatos de la burguesía.
Alberto Fernández, el Presidente títere, deja un país desmantelado, sojuzgado frente a los organismos internacionales de crédito, endeudándose para pagar una deuda ilegítima y fraudulenta que su Partido se encargó de “legalizar” en el Congreso de la Nación, con elevados niveles de indigencia y de pobreza, salarios de hambre (la enorme mayoría de las y los trabajadores son pobres).
En suma,y sin entrar en un análisis profundo de cada uno de estos períodos, el denominador común es el fracaso y la traición a los intereses del pueblo.
Ningún gobierno que surja de las elecciones representativas, de las instituciones del aparato burgués, va a satisfacer las necesidades del pueblo.
Todo lo que provenga de sus candidatos y de sus representantes, no son más que mentiras, dado que lo único que les interesa es representar, no al pueblo, sino a las diferentes facciones de la clase dominante y sus intereses económicos.
En suma, son garantes de la explotación. Si queremos cambiar esta realidad, debemos tener en el horizonte político la lucha revolucionaria de masas por la conquista del poder.
Y para ello, tenemos que trabajar con firmeza en la construcción del Partido de la clase obrera y de las organizaciones de masas que desde las bases obreras y populares construyan una alternativa que coloque los intereses del conjunto del pueblo en primer plano, desterrando este sistema destructivo que ubica a la ganancia de unos pocos como única meta, explotando el trabajo ajeno, degradando la vida, devastando la naturaleza.
El capitalismo y sus variantes políticas (dictaduras militares, democracias representativas) se hallan en decadencia.
El socialismo no solo es posible, se constituye en necesidad histórica.