No es la hidrovía, es un río (1)


Nuevamente se renueva la disputa sobre el control del curso acuático de los ríos Paraná y Paraguay en sus más de 3400 kms. por donde circulan negocios mil veces millonarios del capital mundial.

Es que por ese cauce (que los capitalistas llaman hidrovía) pasan gran cantidad de productos y subproductos agroindustriales que se distribuyen a y desde Brasil (estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul), Bolivia y Paraguay… A estos dos últimos países, el tránsito a través de este cordón acuático les permite salida al mar, y por eso es de vital importancia para ellos. Y estamos hablando también de la distribución de la droga y el contrabando de distintos tipos de negocios que mueven otros codiciados millones de dólares.

Actualmente, la disputa abarca también los chantajes mutuos entre Argentina y Paraguay. Entre ambos hay un tire y afloje ya que el gobierno criollo quiere actualizar el tema de los “peajes” y el de Paraguay, que no está de acuerdo, le cierra el flujo de energía de la represa de Itaipú.

Pero no se trata de una contienda sólo de dos países sudamericanos; la pelea es mucho mayor ya que involucra también a empresas transnacionalizadas de origen chino (Shanghai Dredging Company, subsidiaria del coloso China Communications Construction Company Group), la belga Jan de Nul y, por supuesto, se incorporan al coro los gobiernos del mencionado país asiático y el de Estados Unidos.

En enero del año pasado, el gerente general de Shanghai Dredging Co., Wang Zhimin destacó que el interés del grupo chino por la Hidrovía obedece a que se encuentra “altamente alineada con los principios de cooperación del programa de la Franja y la Ruta”, más conocido como la “Nueva Ruta de la Seda”, a la que Argentina se integró el año pasado.

Por su parte, el embajador de Estados Unidos Marc Stanley, a modo indisimulado de “supervisor” recientemente se hizo presente en las obras de dragado en la Provincia de Corrientes, lo cual manifiesta el obvio interés del gobierno yanky en la traza en permanente construcción.

El entramado de intereses del capital financiero disputándose el control de ambos ríos, no sólo refiere al tránsito de barcazas y buques, sino que se extiende de paso (¿de paso?) al agua y al acuífero guaraní existente debajo del suelo entre los tres países sudamericanos… La propiedad y venta del agua dulce es un negocio del que vienen hablando los burgueses de las finanzas desde hace tiempo.

La pelea por el control del curso de ambos ríos se intensificará entre los distintos grupos de capitalistas y seguramente, si no se le opone una fuerza social organizada que sólo puede gestar el proletariado en unidad con los sectores oprimidos, traerá consecuencias muy negativas para los pueblos no sólo de los países mencionados sino para el mundo, tal como ocurre con cualquier daño masivo a la naturaleza.

El complejo del río Paraná y Paraguay es fuente de vida y, por lo tanto, no debiera tener dueño y su uso, tanto como vía navegable y recurso natural dador de vida vegetal, animal y eslabón fundamental del clima, también debiera hacerse con racionalidad y respeto debido a toda fuente de frutos naturales.

Pero eso es imposible en el sistema capitalista que todo lo sume a objeto de explotación para obtener ganancias y reproducir los capitales cada vez más concentrados.

¿Puede acaso hablarse o insinuarse tan siquiera el concepto de soberanía mientras esta realidad exista? Estas son las mieles que nos regala el sistema capitalista que sostienen los gobiernos de turno, aunque en tiempos electorales como el actual se presenten con distintos nombres (Massa, Milei o Bullrich).

No es sólo la lucha por las libertades políticas, la igualdad económica y social, la que anhelan las grandes masas mayoritarias por las que resisten y pelean el proletariado y sectores oprimidos motorizados por nuestro partido y otros revolucionarios, sino también por la protección de la naturaleza a la que el capitalismo está destruyendo irracionalmente.

No hay ni habrá utilización cuidada del ambiente sin la derrota de la burguesía y de su sistema capitalista hoy fracasado y antihumano.


(1)  Frase pintada en una pared de la Ciudad de Rosario.


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