El «burnout»: algo más del por qué el capitalismo fracasó


Un informe de la Sociedad Argentina de Cardiología observó que 3 de cada 4 profesionales presenta este síndrome, caracterizado por agotamiento, sentimientos de negativismo y reducción de la eficacia profesional.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el «burnout» (agotamiento, en inglés) “es un síndrome conceptualizado como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”. Este cuadro, de acuerdo a la entidad sanitaria, “se caracteriza por tres dimensiones: sentimientos de agotamiento o agotamiento de energía; mayor distancia mental del trabajo, o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con el trabajo; y reducción de la eficacia profesional”.

Si bien este informe está centrado en los cardiólogos cuántos de las y los lectores de esta nota nos sentimos identificados con estos trabajadores de la salud, aunque pertenezcamos a otras facetas laborales y de las más variadas.

Estamos viviendo como podemos y entre lo más dificultoso de sobrevivir es encontrar en nuestras labores cotidianas un sentimiento de libertad. Que el trabajo en vez de ser una atadura sea una verdadera liberación de la sociedad humana.

Es que la “cultura” del trabajo en el sistema capitalista es la cruda realidad de hoy en nuestros puestos de trabajo. Lo que hacemos está muy lejos de nuestro alcance y no lo decimos solo por el factor económico.

Todo es absolutamente ajeno a nosotros.

A modo de ejemplo: la actual crisis capitalista de superproducción (o sea, cuando lo que producimos “se pudre” en las góndolas porque la plata no alcanza para adquirir esos productos) no solo aplasta a la sociedad en la condición económica, aplasta a la sociedad y la conduce de hecho a una “cultura” de trabajo en donde solo cuenta la sociedad humana como una mercancía más.

No se trata entonces ni en lo inmediato o mediato que el sistema pueda producir “milagros electorales” para salvar esta desdicha humana. Es la génesis del capitalismo el aplastamiento de la sociedad, humillarla, castigarle su dignidad.

Lo que hoy en día padece el cardiólogo, dramático por donde se lo quiera ver, sucede cuando en importantes industrias no se pueden conformar los equipos de trabajo por aumento de ausencias y entre los más crecientes padecimientos son producto de depresiones que en algunos sectores de la sociedad trabajadora adquieren masividad.

Este dolor social no se compra ni se vende. Es la vida que nos impone un sistema perverso basado en la ganancia de unos pocos.

Cómo podremos distraernos con “elecciones” o como pretenden hacerlo cuando la crisis humanitaria trasciende ya lo económico y la miserabilidad en la que nos han metido. Pero hay rechazo, hay una mayoría que no le hemos dado legitimidad a todo este circo y la vida misma con la actividad de avanzadas de la sociedad van sumando por diferentes vertientes de acumulación una alternativa de salida revolucionaria, a sabiendas que la misma se está amasando en una época de tanta complejidad universal.

Estas alternativas de vida, se traducen de lo pequeño a lo grande en nuevas referencias que se van sucediendo en la lucha de resistencia. Aparecen nuevas dirigencias, nuevas organizaciones, se entrelaza una solidaridad, se va amasando lo nuevo que está pujando por nacer.

El sentimiento de los cardiólogos es el sentimiento generalizado y sobre ese piso de subsistencia actual el camino de la lucha, el camino de la rebeldía acompañado de la organización que lleva ese el dolor, ayudará a parir un nuevo peldaño de esperanza para construir una nueva sociedad. A sabiendas que la propuesta capitalista demostró que no brinda las garantías de conseguir una vida digna.

Debemos abrazar las nuevas referencias, participar de ellas, rebelarnos a tanto dolor y traducir ese descontento en una fuerza motora que conlleve el gen de cambio revolucionario.

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