El caos político y económico se resuelve con enfrentamiento y organización


La elevación del mínimo no imponible, los bonos a jubilados, a las AUH y ayudas a los más pobres, hizo que la burguesía unánimemente pusiera el grito en el cielo, porque, cuando se critican los impuestos se refieren sólo a los impuestos a los bienes y mercancías y no a los que se deducen directamente del salario y de los ingresos masivos (IVA).

Aclaremos que, en definitiva, todos los impuestos los termina pagando la masa de asalariados y consumidores, porque, aunque sean descontados de los bienes y servicios, la burguesía los traslada a precios y estos últimos son pagados por quienes los consumen.

En definitiva, no son las mejoras salariales las que fomentaron la inflación sino el hecho de que las mismas fueron trasladadas (con creces) a los precios, porque la burguesía no está dispuesta a disminuir sus ganancias, provocando así que la crisis la paguen los asalariados y los sectores oprimidos por el gran capital.

Pero ¡ojo!, de esto no puede concluirse que el gobierno de Massa haya actuado en favor de los trabajadores, jubilados y empobrecidos por el capitalismo. Simplemente lo hizo, arrinconado por el descontento popular, para ganar votos en una maniobra desesperada, que los dueños del poder le facturaron.

Las diputas por la crisis económica, reflejo de lo que se vive en todo el mundo capitalista, de la que no sale Argentina, en medio de la presión de las mayorías populares que inflan el recipiente social a punto de colapsar, se expresan en el ámbito político con todas las desavenencias entre sectores de la burguesía que vienen con recetas distintas a querer tapar el sol con un dedo.

El sostenimiento del capitalismo es imposible sin sufrimientos para el pueblo y la tremenda concentración monopolista, ya que las numerosas contradicciones generadas por el mecanismo de su propio funcionamiento, hace que, tapar un agujero, sea a costa de hacer otros, lo cual no soluciona el problema y, por el contrario, lo agrava.

Parte de esas disputas políticas son las que se reflejan claramente entre los candidatos a presidente: por un lado, Massa, como dijimos, queriendo hacerse el populista con las medidas ya descritas al principio de esta nota, a sabiendas de que las mismas serían rápidamente licuadas; Bullrich, gritando a los cuatro vientos que las mejoras salariales son las generan inflación, pero contenta con las otras medidas que el gobierno de masa implementa como el dólar agro, ahora el dólar para las automotrices, la minería y el petróleo, porque según ella (Massa y Milei, también), eso no genera inflación, a pesar de que los mencionados subsidios a esos capitales se hacen con los aportes que recauda el Estado de la masa de trabajadores y pueblo laborioso.

Por su parte Milei, despotrica alentando a que no se renueven los plazos fijos ya que “el peso no sirve ni para excremento”.

Peronistas y opositores radicales y de Juntos por el Cambio salieron a denunciarlo como desestabilizador del sistema acusándolo de provocar una corrida cambiaria con el aumento del dólar a $ 1.000, y el consecutivo aumento y unificación del dólar Qatar, el dólar “solidario” y el dólar tarjeta a $ 731, poniendo el sistema al borde de una corrida bancaria.

El efecto de todo esto es un tremendo golpe al salario e ingresos populares, en medio de un terrorífico circo electoral detrás del cual se dirimen los enormes negocios del río revuelto en cuyas aguas se introducen cientos de brazos de lo más concentrado del capital financiero a arrebatar todos los recursos que se puedan alcanzar en un nuevo aquelarre de concentración monopolista y su secuela de miseria y violenta desvalorización del salario e ingresos populares.

En ese marco de crisis política en la que se discute cuáles son las medidas que se deben tomar para garantizar las ganancias del gran capital y la gobernabilidad acorralada por el malestar de las amplias mayorías laboriosas y los paros y luchas aún dispersos pero crecientes de los trabajadores en medio de la resistencia que caracteriza a este momento, no son los candidatos los que “deciden”. Detrás de cada uno de ellos, hay un sector de la burguesía calentándoles los oídos para obrar a favor de sus intereses privados. Ya lo hemos dicho en otras notas: el partido único de la burguesía se divide en tendencias y, aunque en el plano electoral aparezcan tres, son muchas más las divisiones ya que cada sector (y no nos referimos a ramas sino a capitales entrelazados y, a la vez, enfrentados en virtud de la propiedad privada capitalista y la competencia interimperialista), apuntan y tiran a favor de sus intereses particulares.

En medio de esas crueles disputas, la semana pasada se hicieron allanamientos a más de cincuenta bancos y entidades financieras para “descubrir” las maniobras de falsas importaciones y triangulaciones en exportaciones que beneficiaron a incontables empresas (muchas de ellas creadas para tal fin). De nuevo, aclaremos: no es Massa ni la “Justicia” burguesa que investiga defraudaciones al Estado, son las peleas de distintos sectores dueños del Estado que se disputan el monopolio de su propiedad. Pero la corrida cambiaria actual no puede desligarse de ese hecho.

El tremendo golpe a los salarios y a los ingresos populares de quienes vivimos del trabajo, a los sectores más empobrecidos del sistema y a la pequeñoburguesía, operado por la devaluación del peso, ha transformado, por ejemplo, a la jubilación mínima en el equivalente a 87,46 dólares y al salario mínimo vital y móvil en el equivalente a 132 dólares.

No vamos a hacer un detalle de los pocos medios de vida que se pueden adquirir con ese monto, pero sí insistiremos que la perspectiva, en manos del actual gobierno burgués y del próximo a partir del 10 de diciembre, al frente del cual esté cualquiera de los tres candidatos con posibilidades presidenciables, es para peor si no hay una fuerza social que lo impida.

Argentina está dividida en dos intereses antagónicos e irreconciliables: el del proletariado y sectores oprimidos, por un lado, y el de la burguesía monopolista u oligarquía financiera por el otro.

La clase obrera, productora de toda la riqueza, debe tomar consciencia del papel que le toca jugar como clase capaz de nuclear a todo el proletariado, y sectores oprimidos en contra de su enemigo gestor de todos los padecimientos populares: la burguesía que sostiene este sistema decadente y podrido el cual no puede arreglarse tapando agujeros. En consecuencia, queda claro que las elecciones no nos llevan a ninguna solución.

Los revolucionarios, con el partido proletario, tenemos una responsabilidad fundamental en llevar nuestros conocimientos de la teoría científica que nos muestra el camino de solución a esta situación irremediable. No va a haber solución a nuestros acuciantes problemas si no profundizamos y generalizamos el enfrentamiento a la burguesía y organizamos nacionalmente, uniendo desde las bases y en la acción, la fuerza proletaria y popular capaz de frenar la voracidad de esa clase y conquistar mejores condiciones políticas, sociales y económicas para los tiempos que se avecinan.

Compartí este artículo