En las conversaciones cotidianas en los lugares de trabajo, de estudio, en los hogares, el interrogante acerca de “qué va a pasar” es, por lejos, el más escuchado. No así la otra frase que completa el título de esta nota: “qué debemos hacer”.
En situaciones tan complejas como las que atravesamos las familias proletarias es indispensable que nos preguntemos y nos respondamos ambas preguntas, para que la incertidumbre y la desazón que provoca la agobiante realidad que enfrentamos día a día sea reemplazada por algunas certezas. Porque hay certezas, y debemos conocerlas, aceptarlas y actuar en consecuencia.
A la primera pregunta, la respuesta inmediata es: ya está pasando. Ya está pasando que vemos pulverizar nuestros ingresos hora tras hora; está pasando que, en el medio de una crisis descomunal, las fuerzas políticas que están en condiciones de ganar las próximas elecciones no sólo muestran su bajeza con los ataques y denuncias que hacen salir a la luz sino, lo más grave, expresan un monumental desprecio por las condiciones de vida y de trabajo de las amplias masas de la población. El asunto es llegar, es ganar, es imponerse para luego intentar llevar adelante los intereses de las facciones burguesas a las que representan.
Porque además de lo que está pasando debemos agregar que lo que viene es peor todavía. Estamos al borde de una explosión de la crisis económica, de un agravamiento de nuestras condiciones de vida; la carrera inflacionaria no va a parar y. además, cuando intenten pararla, sea el gobierno que sea, los efectos sobre nuestros paupérrimos ingresos serán monumentales. No hay por delante otro plan que la burguesía monopolista y sus políticos tengan que no sea más ajuste, más sacrificio, más despojo y apropiación de la riqueza social que genera la clase productora.
A partir de esa certeza es que debemos abordar el qué debemos hacer.
Primero hay que afirmar que, como en otras etapas de la historia de nuestro país, es fundamental que la lucha de clases que se expresa todos los días en el terreno económico también se exprese en el terreno político. Y que esa expresión tenga un sustento de clase. Es decir, que el proletariado (y la clase obrera en particular) asuma que sin su intervención política no habrá posibilidades de presentar una batalla seria, consecuente, y a favor de los intereses de las mayorías explotadas y oprimidas.
La clase obrera debe prepararse para dirigir políticamente la confrontación clasista que se avecina.
Para ello se necesita que hoy en cada puesto de trabajo, en cada reunión, cada charla, cada intervención que tengamos los revolucionarios en la lucha por las demandas inmediatas, llevemos al seno del proletariado este debate político. Es una tarea indispensable y urgente. Debemos preparar núcleos obreros, de lo pequeño a lo grande, que comprendan la gravedad de la situación y el qué hacer para preparar nuestras fuerzas.
Ese qué hacer debe tener en claro desde un principio que la conducta de clase debe tener una expresión acorde con la misma. Nos referimos a que la clase obrera no puede ni debe esperar nada de la burguesía, sus fuerzas políticas y sus instituciones. Para ello las organizaciones políticas que se construyan deben asumir que su metodología es la democracia directa, la democracia de las bases. Y su terreno de lucha es desde la producción hacia los demás expresiones y organizaciones del pueblo que rodean los centros productivos. Ganar la calle, ejercer la movilización, hacer actuar a las fuerzas que se vayan organizando, en el terreno donde sea efectivo el golpe al enemigo.
Pongamos un ejemplo práctico.
En las zonas industriales donde se manifiesta la lucha de la clase obrera por sus demandas existen poblaciones que viven y sufren también los efectos de las políticas de la burguesía. En esas poblaciones, en los barrios, también existen organizaciones que se va dando nuestro pueblo para afrontar la crisis. La clase obrera, las expresiones más avanzadas de la misma, deben tener el objetivo de lograr una unidad política que potencie y fortalezca tanto los reclamos obreros como los reclamos del resto de la población. Involucrar en un solo puño todas las demandas y, fundamentalmente, las acciones. Que las tareas de organización y lucha dentro de una empresa logren la simpatía y adhesión concretas de la población y, al mismo tiempo, que las demandas de ésta sean apoyadas y acompañadas por la clase obrera.
Golpear en la producción y, desde el golpe a la producción, el golpe a las instituciones que sea necesario golpear para que las demandas de las otras capas de la población sean atendidas y se logren conquistas concretas.
Se trata de una unidad política forjada desde la acción, desde la lucha, desde la conjunción de intereses que se vayan convirtiendo en nuestro propio programa de lucha y enfrentamiento. Un enfrentamiento contra todo lo establecido por la burguesía que lo único que persigue es sofocar la rebeldía, el hartazgo y potencialidad de nuestra clase y nuestro pueblo. En ese camino tomarán cuerpo las referencias políticas reales que la lucha de clases está demandando, la alternativa antagónica a las políticas de la burguesía.
A esto nos referimos en concreto cuando hablamos de la responsabilidad de las y los revolucionarios respecto a politizar la lucha. Una responsabilidad que se acrecienta a partir del agravamiento de la crisis económica y política que se está desarrollando y que amenaza con un agravamiento significativo en ciernes.
No hay tarea política más importante ni más indelegable para los cuadros revolucionarios que la planteada. Debemos ir con profunda convicción hacia los destacamentos obreros más avanzados para realizar el planteo de estas cuestiones, explicarlas, convencer. Y, desde allí, sumar fuerza e inteligencia para estas tareas políticas que requieren el protagonismo activo de las bases obreras.
Y también tener en cuenta que, en lo inmediato, la complejidad de la realidad que atravesamos no permita ver los resultados. Éstos vendrán en el momento que las condiciones y la subjetividad de las masas obreras lo determinen. De lo que se trata es de no esperar a que ello suceda, de adelantarse a los acontecimientos con una propuesta de lucha acorde a la gravedad y a una táctica revolucionaria. Es una etapa de preparación de las fuerzas, del convencimiento político de las mismas, de asumir lo que decíamos al principio, que hay certezas. Con esas certezas debemos ir hacia nuestra clase y nuestro pueblo conscientes de estar jugando el papel que nos corresponde como partido revolucionario. Como el camino para, también, hacer crecer y construir sólidamente el partido de la clase obrera que organice y dispute la dirección de la lucha de clases.