La burguesía está inquieta y temerosa. El nivel de la crisis política que la atraviesa es abrumador, y la incipiente organización de sectores obreros y populares elevan, de a poco, el nivel de intensidad en la lucha de clases. Por eso, con tres candidatos que respetan a rajatabla su plan económico (pulverización del salario a través de los mecanismos de devaluación e inflación, aumento de tarifas, reformas laboral y previsional, en suma, todo el cóctel ya conocido que apunta a maximizar los beneficios de los grupos económicos dominantes) la gran preocupación ronda en relación a un hecho irrefutable y que crece con el paso de los años: la indiferencia (hoy notable) con respecto al sistema electoral, que se expresa en el ausentismo creciente a la hora de ir a votar, el voto nulo y el voto en blanco.
La clase dominante tiene muy en claro que no se trata simplemente de un «voto bronca»; el no ir a votar, o anular el voto, es una herramienta política que lleva al resultado de que, quien gane las elecciones, lo hará por lo general con una legitimidad más que cuestionada por los números que resultan del escrutinio. Por eso es que los medios de comunicación agitan a toda hora el «compromiso » de defender la democracia concurriendo a las urnas: vayan a votar!! parecen gritar a coro los bufones mediáticos, apelando al latiguillo fácil de la importancia de ir a votar para fortalecer un sistema que tanto nos costó conseguir.
Nadie pone en duda el hecho de que la clase obrera y el pueblo terminaron con la dictadura del Proceso y el retorno a la democracia representativa: una conquista a todas luces, que derrotó al Estado terrorista argentino. Ahora bien, hoy el temor de la burguesía se sostiene de lo evidente: la democracia representativa no ha dado los resultados que se esperaban (que esperaba el pueblo) y se hace cada vez más notorio que está democracia es también una forma que encuentra y realiza la burguesía para concretar sus planes.
En dictadura militar o en democracia parlamentaria, la clase dominante avanza contra la clase obrera y el pueblo. Y se encuentra con la resistencia de la clase explotada y oprimida. Es por eso que cunde la desesperación y llama a la votación, a cumplir con el deber cívico. Es mucho mejor que participen eligiendo representantes, que jamás cumplen con lo que prometen, a qué organicen una rebelión. La burguesía teme a la organización de las masas desde sus bases, desde los centros fabriles, por fuera de la estructura de los sindicatos cómplices del sistema, desde cada lugar de trabajo, desde las barriadas.
Por eso decimos: la urna es una herramienta de dominación, de control que la clase dominante pretende ejercer sobre la clase obrera y el pueblo. Pero la lucha de clases va a ir disponiendo el devenir de los acontecimientos.
No votar, recordémoslo, es un arma política que tenemos en nuestras manos. Y va creciendo y acompañando otras herramientas que tensan la lucha de clases y ponen en jaque a la clase en el poder.