No creer en los de arriba


En el proceso revolucionario de nuestro país se necesita diferenciar por un lado las grandes batallas a preparar y por otro, las batallas cotidianas a dar.

La gran batalla es la lucha por el poder y en ello la lucha política e ideológica para asimilar que la democracia representativa o democracia burguesa es antagónica con la democracia directa.

En estos días se midieron fuerzas en torno a esta cuestión: a la gran batalla a preparar y a la política de todos los días que sume al caudal de la lucha por el poder.

Desde lo estratégico la burguesía monopolista no logra crear una expectativa política en la clase obrera y el pueblo. La democracia burguesa como la mejor forma de dominación (el engaño) ha profundizado su crisis.

Pasada la reciente elección una parte importante de la población golpeó en los hechos la democracia representativa. Ha sido la segunda elección con menos concurrencia a las urnas.  Desde la idea de la lucha por el poder hay una conducta del pueblo que expresa ese agotamiento con lo de arriba y eso suma.

Pero pensando en el proceso revolucionario (esa conducta que suma) está muy lejos estar asociada aún a un factor consciente de la lucha por el poder.

Es una base que sirve para caracterizar el momento de la lucha de clases y al mismo tiempo para definir las políticas con una independencia a lo que intenta imponer la clase dominante.

Porque la crisis política de la burguesía es estructural y sus resortes de dominación están cuestionados, no hay una sola institución de la burguesía que escape a la crisis. Con ver el Parlamento y sus partidos políticos alcanza para esta caracterización.

Pero el problema que se presenta para los destacamentos del proletariado, de sus partidos insertos entre el proletariado, es de cómo seguimos enfrentando la vida política cotidiana, la conducta política a llevar, a sabiendas que la crisis por arriba no resuelve por sí misma la creación de una expectativa por abajo de lucha por el poder. Y en ello la democracia directa como un arma letal contra la clase dominante.

Entendemos que al sostener la idea de no votar da pie para introducir y abrir un estado deliberativo permanente en cada puesto de trabajo, en donde podamos desplegar la idea de democracia directa en todos los planos que se presente, sea en las próximas elecciones, sea en el plano de las conquistas políticas y económicas… Allí en donde se presenten impulsemos su aplicación práctica hasta el 20 de noviembre y desde allí en adelante.

Los destacamentos revolucionarios (sobre todo en estos días de deliberación que se está dando en el abajo profundo) tenemos que hacer consciente lo que la experiencia de democracia directa la mayoría de las veces tiene un carácter espontaneo o de experiencia acumulada que lleva al proletariado a no creer en los de arriba.

Si la labor política e ideológica entre el proletariado no se hace sentir, y simultáneamente no prepara fuerzas materiales, nos come el economicismo, el reformismo. Ideas que intenta implantar la propia burguesía para que dejemos las tareas políticas del momento para “otra instancia”, para cuando “las masas comprendan”.

Estamos en un momento en que toda política de acción revolucionaria (como la que estamos proponiendo en nota del día lunes 23 de octubre), debe hacerse consciente el factor de la confianza infinita a nuestra clase obrera y a nuestro pueblo. Y sobre ese pensamiento de principios trabajar en la conciencia y en la organización, en la preparación de mayores fuerzas para la lucha por el poder.

Es muy importante valorizar el camino recorrido desde la experiencia autoconvocada que lleva décadas, y las asambleas que van cambiando su carácter “representativo”, así como profundizar – con un lenguaje claro y directo- sobre qué lo hacemos pensando en acumular fuerzas en la gran batalla por el poder.

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