Primero aclaremos qué significado tiene el término “kafala”. Según el derecho islámico es el nombre que se les da a los padrinos, aquellas personas que tomaron la responsabilidad en caso de que un padre o algún familiar directo no pudiera cuidar a sus hijos e hijas.
La burguesía tomó el término y generó una nueva forma de contratación: el “patrocinador”. Esto para el caso de inmigrantes que quieran trabajar en el Reino de Arabia Saudita, Reino de Bahréin, Estado de Qatar, Estado de Emiratos Árabes Unidos, Estado de Kuwait, República de Líbano y Sultanato de Omán.
Sí algún inmigrante pretende ingresar a trabajar debe ser pedido a través de un patrocinador desde el país de ingreso. Ese patrocinio lo hacen los burgueses con un previo “arreglo” con quienes quieren entrar a trabajar, al cual les retienen el pasaporte, una parte de su salario y les impiden cambiar de trabajo… Los obligan además a firmar una “declaración de no objeción”. Esto le permite a la burguesía una contratación totalmente coercitiva (como mínimo) por no decir directamente esclava.
Paralelamente, a esa inmigración NO se le reconoce los mismos derechos laborales ni sociales bajo intimidación de terminar la “kafala” y caer en la deportación.
Como ocurre en muchos países con este tipo de inmigración se suelen cubrir los peores puestos de trabajo y de mayor explotación. En el caso de los países que promueven la “kafala”, empeora hasta niveles de esclavitud.
Los rubros en que más se emplea este “sistema” es en el servicio doméstico, la construcción y todos aquellos puestos menos calificados, donde la deshumanización de la burguesía es total. Cosa que no quiere decir que también se busque utilizarlo para otros puestos laborales que requieran otro tipo de experiencia.
Quizás el ejemplo más brutal lo vimos en la antesala del mundial de fútbol en Qatar 2022. Interminables denuncias de explotación laboral, condiciones infrahumanas de trabajo, con altas temperaturas de hasta 50°, sin derecho a descansos, agobiantes jornadas de trabajo, etc.
Según las cifras de la propia burguesía publicadas por The Guardian, entre el 2010 (comienzos de las obras) y el 2022, (realización del mundial) hubo 6.500 trabajadores muertos por las condiciones de trabajo y de contratación.
Estas cifras se basan en los países de origen de esa inmigración: República de la India, República Popular de Bangladesh, República Federal Democrática de Nepal, República Democrática Socialista de Sri Lanka, República Islámica de Pakistán.
La cara visible en la organización del mundial (Hassan Al-Thawadi) indicó que “solo” hubo entre 400 y 500 trabajadores y trabajadoras muertas (amplia e imprecisa cifra siendo ellos los que los contrataron… y debían garantizar condiciones dignas de trabajo y seguridad).
La infaltable Organización Internacional del Trabajo (OIT) indicó que sólo 50 personas habían muerto tras sufrir “lesiones ocupacionales graves”.
Sin embargo, Amnistía Internacional comprobó que numerosos certificados de defunción de inmigrantes de los países mencionados se indicaban como “causas naturales” o “insuficiencia cardiaca” cuando en realidad no era así; calculando los muertos por las malas condiciones laborales en miles, sin indicar cifras exactas.
Quizás para muchos el “número” de 6.500 asesinatos laborales pudiera parecer sensacionalista, como señalan algunos medios burgueses. Pero si se observan las condiciones de contratación y trabajo las dudas seguramente se irán disipando.
Más aún si volvemos al principio de este artículo y reflexionamos sobre la aplicación de la “kafala” como mecanismo de superexlotación y aumento de la indignidad humana que nos impone un sistema inhumano en donde unos pocos usufructúan el trabajo ajeno.
El capitalismo no descansará nunca en destruir vidas.
Sólo le importan sus números crecientes de ganancias, aunque estos se asienten en los “números” en constante crecimiento de asesinatos laborales, vidas destruidas y familias que pierden a sus seres amados.