“Ni en la naturaleza ni en la historia se producen milagros, pero todo viraje brusco de la historia, incluida cualquier revolución, ofrece un contenido tan rico, desarrolla combinaciones tan inesperadas y originales de formas de lucha y de correlación de las fuerzas en pugna, que muchas cosas deben parecer milagrosas a la mentalidad pequeñoburguesa”. (Lenin. Carta desde lejos, marzo de 1917)
Los nuevos aires que revolotean la lucha de clases en nuestro país están cimentados por infinitos hechos que nuestra clase obrera, el proletariado, ha sabido dar a pesar de cuatro décadas de un estado casi de defección. Una clase obrera entrelazada con una clase obrera internacional que en los últimos tiempos ha comenzado a ocupar una buena parte del escenario político a pesar del ninguneo que hace la clase dominante.
Muchos “milagros”, impensados hasta hace muy poquito tiempo se vienen encadenando en la experiencia de la clase obrera (lo que venimos informando desde esta página) una “mezcla rara” de dolor, bronca, desesperanza y a la vez una rebeldía pocas veces colectiva pero ya no tanto.
Lo nuevo va apareciendo: son infinitos hilos que empujan a una solidaridad de clase y en ello el papel que jugamos las fuerzas revolucionarias es importante.
Esperar “milagros” no es de revolucionarios. Por el contrario, ese sentir político de las fuerzas reformistas y populistas que están en el ruedo político trabajan arduamente a la espera de “milagros” para frenar el papel transformador que deben jugar las clases explotadas y oprimidas para liquidar de una vez por todas el sistema capitalista que los cobija.
Pero la vida nos enseña que muchas veces se van sintetizando en un solo momento las pequeñas experiencias y que lo que parecía eterno, ¡sucede! No es milagro, pero lo curioso es que muchas veces las y los revolucionarios no alcanzamos a valorar esas nuevas situaciones que se van insertando en la lucha de clases. Nos absorben los fuegos de artificio y ello atenta a profundizar las tareas políticas revolucionarias en lo más profundo de las masas.
Cuando en nuestro actual proceso se siguen amalgamando “milagros” es entonces cuando más firme hay que tener el timón, más abiertos a las nuevas tareas que aparecen, pero incansables en las tareas cotidianas, las que requieren que la política revolucionaria se haga viva en cada sector de trabajo para liberar fuerzas contenidas.
Los caudales que reclaman una vida digna se vienen engrosando y en eso el papel de la clase obrera y el proletariado vienen despuntando. Pero sería un error subestimar la organización política en todos sus niveles para tallar en la lucha política por el poder.
Ese es el punto débil a fortalecer en el actual momento y en ello la propaganda de las ideas revolucionarias pasa a ser una herramienta esencial para que ese nuevo engrosamiento de reclamos políticos y económicos, de los más variados.
Las avanzadas obreras y proletarias debemos desafiar las desconfianzas que la clase dominante nos ha infiltrado en nuestras filas. Han trabajado en lo ideológico para que ello así sea. Sin embargo, hasta cierto punto esa desconfianza puede servir para preservar las fuerzas propias, las ya logradas, pero ese cierto punto debe ser evaluado a partir de la práctica y la coherencia desplegada en los peores años para la clase. Fortalecer el compromiso militante en el plano político orgánico del proceso revolucionario pasa a ser hoy un desafío.
Los pequeños “milagros” que se suceden en ese sentido ratifican la idea de elevar la confianza de clase y profundizar el compromiso con la revolución. Seguir el camino de unidad por abajo despejando las desconfianzas sobre la base de la acción práctica.